Una conversación con Eudald Carbonell, el legendario pensador y arqueólogo de la corriente evolucionista. Hoy en día, Carbonell es reconocido internacionalmente como uno de los más destacados investigadores y filósofos que trabajan sobre la evolución humana.
Uno de los legados más significativos de su pensamiento es el marco conceptual que denomina “hominización” y “humanización”, una distinción fundamental para comprender el proceso evolutivo del ser humano.
En esta entrevista realizada por el investigador Jan Ritch-Frel, Carbonell reflexiona sobre cómo la especie humana ha recorrido un extenso camino biológico, técnico y simbólico para llegar a ser lo que somos hoy y, sobre todo, plantea la pregunta decisiva: ¿hemos llegado realmente a ser humanos?
“Evolucionar no solo consiste en desarrollar cerebros más grandes o herramientas más sofisticadas dice Carbonell, sino en aprender a convivir, a cooperar y a construir sociedades donde la conciencia y la solidaridad sean tan esenciales como la técnica.”
El texto que presentamos a continuación invita a repensar nuestra condición en el marco de una historia de millones de años, pero también en la urgencia contemporánea de seguir humanizándonos.
Entrevista: Jan Ritch-Frel y Deborah Barsky
30 de septiembre de 2025
Nuestra historia evolutiva es, al mismo tiempo, la de una población global cada vez más interconectada gracias a una serie de tecnologías desarrolladas en tiempos recientes. Nos enorgullecemos con frecuencia de nuestros logros, de nuestros avances sin parangón en el reino animal. Pero ¿y si tales celebraciones fueran, acaso, un poco prematuras? ¿Deberíamos considerar la posibilidad de que aún haya margen para un mayor desarrollo mental, conductual e incluso morfológico? ¿Podemos determinar en qué punto exacto del proceso evolutivo nos encontramos y cómo podrían configurarse las sendas del cambio futuro?
Estas son algunas de las preguntas que mantienen despierto por las noches al profesor Eudald Carbonell. Hoy, Carbonell es reconocido como uno de los arqueólogos y pensadores más destacados del panorama internacional en el estudio de la evolución humana. Es conocido sobre todo por su papel como codirector del complejo arqueológico de la Sierra de Atapuerca, en Burgos (España), declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, un yacimiento que conserva uno de los registros más extensos que la ciencia posee sobre la evolución de nuestra especie. Profesor en la Universitat Rovira i Virgili, Carbonell fundó asimismo el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), en Tarragona, donde continúa formando y orientando a estudiantes e investigadores.
Uno de los legados conceptuales más valiosos de Carbonell es el marco teórico con el que busca comprender el proceso evolutivo humano: la distinción entre “hominización” y “humanización” (beşerleşme e insanlaşma).
En un artículo de síntesis que presentamos aquí con su autorización, Carbonell define la hominización como:
“…un proceso biológico en el que una serie de transformaciones morfológicas y etológicas ocurridas dentro del orden de los primates dieron origen a una estructura con un extraordinario potencial de cambio. Este proceso abarca tanto el material genético portador de información como las condiciones ecológicas, en constante modificación, a las cuales los organismos debían adaptarse para sobrevivir.
En el largo camino hacia la humanización, los seres humanos adquirieron o perfeccionaron una serie de capacidades que hicieron posible nuestra singularidad actual.”
Carbonell insiste en que la hominización y la humanización son las dos caras de una misma moneda. Sin embargo, subraya que el proceso de humanización posee su propia trayectoria: un curso evolutivo que implica una elección activa en el seno de nuestro destino como especie.
“La humanización debe entenderse como un estado de existencia evolutivo aún no alcanzado, pero al que podríamos llegar como especie. Como adquisición estructural sistémica, representa un despertar cósmico de múltiples formas, una serie de conquistas que nos permiten romper los lazos con la inercia del pasado y superar, dentro de los procesos naturales, la tendencia hacia la extinción.
Comprender este concepto inicial, que proporciona la base de conocimiento necesaria para la humanización, es esencial, porque nos sitúa en el punto de partida de toda la aventura humana.”
Los antepasados de nuestra especie, originalmente limitados por sus fronteras biológicas, acabaron inventando tecnologías capaces de reescribir las reglas de su propia existencia. Hoy, en un periodo de extraordinario crecimiento económico y demográfico, dependemos por completo de la cultura y la comunicación simbólica.
Las reflexiones y publicaciones de Carbonell han llevado a muchos científicos entre los cuales nos incluimos a preguntarse si las etapas futuras del desarrollo humano solo podrán alcanzarse si se inspiran en las enseñanzas que nos brinda esta arqueología del tiempo profundo, tan revolucionaria.
Para debatir estas ideas y conversar sobre la sabiduría que ha cultivado a lo largo de los años, nos reunimos con Eudald Carbonell en una entrevista que ilumina, desde la ciencia y la filosofía, el sentido último de nuestra evolución.
Jan Ritch-Frel y Deborah Barsky: Su concepto que abarca desde la hominización hasta la humanización ofrece un marco sumamente poderoso para comprender los orígenes humanos y situarnos dentro de esa trama. ¿Podría explicar brevemente el significado de este proceso?
Eudald Carbonell: Este concepto describe un proceso de hibridación entre los rasgos biológicos y los culturales. La hominización designa el conjunto de los desarrollos biológicos que caracterizan la evolución del ser humano. Por ejemplo, la adopción de la postura erguida y la marcha completamente bípeda por parte de los primeros homínidos marcó un punto de inflexión: al liberar las manos de las funciones locomotoras, se produjeron transformaciones profundas en la estructura cerebral.
La humanización, por su parte, abarca todos los desarrollos sociales y culturales vinculados a las distintas etapas de la evolución biológica humana. El concepto de humanización difiere del de hominización, aunque su relación no debe entenderse como una mera coevolución, sino como una evolución integrada. Personalmente, no me gusta la idea de “coevolución”. Prefiero proponer la noción de integración evolutiva, donde un acontecimiento desencadena otro, generando un proceso de retroalimentación y reproducción. Por tanto, cuando hablo de hominización y humanización, me refiero a un proceso de hibridación entre lo biológico y lo cultural.
Ritch-Frel y Barsky: Los nuevos datos obtenidos mediante la arqueogenómica muestran que la evolución humana ha seguido un camino ramificado y no lineal. ¿Qué nos revelan la hominización y la humanización sobre el punto culminante de este proceso y sobre nuestra experiencia de “ser” y “llegar a ser”?
Carbonell: El proceso evolutivo de la hominización y la humanización es extraordinariamente complejo. Antes se lo concebía como algo lineal y sucesivo, pero en realidad no lo es: es multidimensional y ramificado, semejante a un arbusto con múltiples ramas. Los avances en genética particularmente en paleogenómica han demostrado que, durante el Paleolítico, coexistimos e incluso nos mezclamos con diversas especies, como los neandertales y los denisovanos.
Además, hoy sabemos que el ser humano anatómicamente moderno surgió de una especie híbrida mucho antes de lo que se creía. En realidad, la historia del género Homo es sumamente intrincada. Como afirma el célebre paleoantropólogo y amigo mío Tim White, Homo erectus y Homo sapiens son, en esencia, lo mismo: ambos representan una única rama evolutiva formada por individuos que se suceden en el tiempo.
El ser humano moderno es, por tanto, el resultado de múltiples eventos de hibridación. Los genomas fósiles obtenidos de la última gran mezcla, hace unos 40.000 años, muestran que los individuos modernos poseen una proporción significativa de ADN neandertal y denisovano. Esto implica que Homo sapiens emergió por deriva genética, y que nuestra especie llegó a predominar como resultado de este super-sistema. Pero, en realidad, somos híbridos. No somos exactamente aquello que creíamos ser.
Eudald Carbonell: Cuando trabajas, siempre te enfrentas a desengaños. Sin embargo, la verdad es que llevo décadas obsesionado con la evolución humana. Ahora tengo setenta y dos años y me siento preparado para trabajar en torno al futuro, porque creo firmemente que nuestra especie necesita saber hacia dónde se dirige. Pero mi experiencia también me ha enseñado algo fundamental: para pensar en el futuro, debemos investigar el pasado.
Para mí, pasado y futuro son lo mismo; solo pueden considerarse lineales si conocemos toda su secuencia. En otras palabras, para poder hablar del futuro con una autoridad más sólida, debemos comprender el pasado. Sin ese conocimiento, no podremos desarrollar plenamente nuestra mente, nuestra conciencia ni nuestra razón humana.
Creo que debemos definir qué queremos ser como especie y cómo deseamos moldear nuestro futuro. ¿Queremos habitar un mundo con cuatro mil millones de personas? ¿Queremos ser más cooperativos, más unidos? ¿O vamos a fragmentarnos?
Una vez que sepamos qué queremos ser, podremos mirar hacia el pasado para discernir qué debemos hacer para alcanzar ese objetivo.
¿Queremos ser más ecosociales? ¿Mostrar mayor respeto por los patrones naturales e históricos de los que provenimos? ¿O preferimos destruirlo todo, incluso a nosotros mismos? Primero debemos tomar esa decisión.
Si no queremos autodestruirnos, debemos encontrar nuevas formas de cooperación.
Jan Ritch-Frel y Deborah Barsky: Los arqueólogos, por reflexionar más que nadie sobre la evolución humana, adquieren una perspectiva especial. ¿Cree usted que este tipo de formación podría ser útil también para otras profesiones?
Carbonell: Sí, absolutamente. De hecho, he propuesto integrar una nueva asignatura en el sistema educativo, desde la escuela primaria hasta la universidad: la Otecología Social Humana. Incluso si se impartiera solo una hora por semana, permitiría que los individuos que ingresan al sistema educativo desde los cuatro o cinco años adquirieran una nueva visión del mundo.
Esta materia debería estar concebida como una síntesis interdisciplinaria, que abarque un amplio espectro de conocimientos zoología, biología, sociología y otras disciplinas.
La adquisición y verdadera integración de un saber tan vasto sería beneficiosa para toda la humanidad, ya que ayudaría a los individuos a aprender a pensar críticamente y a adoptar un código de conducta más aceptable, basado en los principios de la Otecología Social Humana.
Ritch-Frel y Barsky: ¿Cree que los nuevos conocimientos que emergen de sus investigaciones sobre los orígenes humanos pueden ofrecer respuestas a los desafíos que enfrenta la humanidad moderna?
Carbonell: Creo que somos una especie necia. Por eso, a veces creemos y actuamos de acuerdo con ideas insensatas que carecen de pruebas concretas o explicables.
Aprender sobre la evolución humana nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos, porque el ser humano es, en su esencia, una entidad evolutiva: ha evolucionado y sigue evolucionando.
Estoy sinceramente convencido de que todos esos discursos de creación sin fundamento en cualquiera de sus formas, así como las fake news y las ideas absurdas, están íntimamente vinculados a nuestro fracaso como especie.
No nos enseñan nada, ni pueden demostrarse.
Pensemos, por ejemplo, en la idea de que la Tierra es plana… Todos sabemos que es redonda, porque está científicamente comprobado.
Del mismo modo, todos sabemos que procedemos de los primates, que somos primates. Con una diferencia esencial, por supuesto: somos primates culturales, seres inteligentes y pensantes.
*Esta idea ha sido expresada por los eruditos islámicos con el término “takâmül” (perfeccionamiento o evolución).
Para quienes deseen profundizar: véase Mehmet Bayrakdar, La teoría evolucionista de la creación en el islam, Otto Ediciones, 3.ª edición, 2018, Estambul (trad.).
Jan Ritch-Frel es director ejecutivo del Independent Media Institute y editor de The Observatory, donde dirige la iniciativa Human Bridges.
Deborah Barsky es autora de Human Bridges, investigadora en el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES) de Tarragona, y profesora asociada en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y en la Universitat Rovira i Virgili (URV) de Tarragona.
Es autora del libro Human Prehistory: Exploring the Past to Understand the Future (Cambridge University Press, 2022).
