No Hay un Gran Acuerdo: La Reunión Trump-Xi en Corea

noviembre 6, 2025
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Mientras Donald Trump regresaba a su país tras firmar acuerdos comerciales con Corea del Sur y Japón, Xi Jinping consolidaba a China como la potencia líder del comercio en Asia-Pacífico. Aunque no todos los países de la región acogieron con entusiasmo este avance pues Pekín ejerce su propia forma de presión comercial, frente a los elevados aranceles estadounidenses y a la persistente incertidumbre sobre la política de Washington, la mayoría de los Estados del Asia-Pacífico tenderá cada vez más a depender del comercio, las inversiones y los créditos provenientes de China.

Palabras, Palabras

La tan esperada reunión entre el presidente Trump y el presidente Xi Jinping en Corea prometía según Trump un gran acuerdo comercial. Los chinos, sin embargo, parecían dispuestos a ofrecer mucho menos.

En sus declaraciones dirigidas a Trump, Xi repitió los habituales discursos de Pekín sobre la necesidad de cooperación, subrayó que las relaciones comerciales constituían el “ancla y motor” de los vínculos entre China y Estados Unidos, y expresó su confianza en que los inevitables roces podían superarse. Además, afirmó con claridad la fortaleza de la economía china: “Tenemos confianza y capacidad para superar cualquier riesgo o dificultad”, declaró.

En otras palabras, China no atraviesa una crisis que la haga vulnerable a presiones externas. “Un ciclo de represalias mutuas es inaceptable”, añadió.

Esta vez se evitó dicho ciclo, pero los logros de la reunión entre Xi y Trump fueron limitados. Según el resumen oficial chino, Xi prometió reanudar durante tres años la compra de soja estadounidense; aumentar el control sobre el fentanilo (a cambio de una reducción de los aranceles de EE. UU. sobre dicha sustancia); y suspender durante un año las restricciones a la exportación de tierras raras (a cambio de que Washington levante los límites a las exportaciones de alta tecnología hacia China). Como ocurre siempre en este tipo de encuentros, el diablo está en los detalles: el informe estadounidense sobre la reunión difiere notablemente del chino.

Vacíos y Ambigüedades

En primer lugar, respecto a la compra de soja, Washington especifica el volumen de importaciones que Pekín se comprometería a realizar hasta 2028, mientras que la versión china no menciona ninguna cifra; es probable que el monto sea mucho menor al que Trump proclamó. El informe estadounidense también sostiene que China se comprometió a adquirir diversos productos desde lácteos y frutas hasta algodón o a eliminar los aranceles aplicados a ellos. Nada de esto aparece en el comunicado chino. (Por cierto, la reacción general de los agricultores estadounidenses, según la prensa, fue que el acuerdo “no resuelve nada”, ya que las compras prometidas no superan las anteriores y los aranceles de Trump han incrementado los costos de maquinaria, fertilizantes y semillas).

En segundo lugar, un tema crucial como la exportación de minerales de tierras raras no quedó resuelto. Según Washington, China levantaría no sólo los controles impuestos este año, sino también las regulaciones vigentes desde 2022. Una liberalización tan amplia difícilmente sea lo que Xi haya prometido o pretendido, especialmente considerando que estos minerales constituyen un instrumento de presión clave frente a la política arancelaria de Trump.

En tercer lugar, el acuerdo deja abierta la cuestión de qué tecnologías podrán exportarse a China, en particular las últimas unidades de procesamiento Nvidia, cuya venta muchos expertos consideran un grave error estratégico. (El Comité Especial sobre China de la Cámara de Representantes advirtió que vender chips de inteligencia artificial a Pekín sería “equivalente a entregar uranio apto para armas a Irán”).

En cuarto lugar, sobre el fentanilo, el informe estadounidense afirma que “China detendrá el envío de ciertos químicos hacia América del Norte y controlará estrictamente la exportación de otros a todas las regiones del mundo”. Se trata de una promesa ambiciosa y, si realmente se formuló, queda por ver cómo se implementará.

En quinto lugar, persisten dudas sobre los niveles promedio de aranceles tras la reunión. Washington parece esperar que China suspenda o elimine los impuestos aplicados a muchos productos estadounidenses. Sin embargo, diversos informes indican que los aranceles de EE. UU. sobre las importaciones chinas seguirán siendo elevados en torno al 47 %, lo que introduce incertidumbre respecto a la magnitud de las compras agrícolas chinas o la cantidad de tierras raras que se exportarán.

En sexto lugar, el informe estadounidense señala que China acordó poner fin a una serie de investigaciones dirigidas contra empresas estadounidenses del sector de semiconductores, incluidas las de tipo antimonopolio, antidumping y de competencia desleal. El resumen chino, por su parte, no menciona nada semejante.

Finalmente, dos temas de gran relevancia para la relación bilateral parecen no haber sido abordados. El primero se refiere a los ámbitos de cooperación futura. Xi presentó una lista modesta de posibles áreas de diálogo: la lucha contra la migración ilegal y el fraude en telecomunicaciones, el combate al lavado de dinero, la inteligencia artificial y la respuesta ante enfermedades infecciosas. No se informó si Trump respondió a estas propuestas.

Entre las diferencias políticas clave que no se discutieron abiertamente durante la reunión destacan dos: el apoyo de China a Rusia en la guerra de Ucrania y el compromiso de Estados Unidos con la defensa de Taiwán. Los líderes taiwaneses debieron de sentirse aliviados, pues algunos observadores advertían que Trump podría sacrificar el respaldo a Taipéi a cambio de un amplio acuerdo comercial con Pekín. (En una entrevista concedida al programa 60 Minutes el domingo por la noche, Trump declaró que no veía necesario plantear el tema de Taiwán a Xi, “porque él ya sabe lo que ocurriría si decidiera invadir la isla”. Todo indica, por tanto, que Trump adopta la política tradicional estadounidense de “ambigüedad estratégica” respecto a Taiwán).

En resumen, puede decirse que la reunión contribuyó a aliviar las tensiones comerciales entre Washington y Pekín al centrarse en los principales puntos de desacuerdo y aplazar una guerra arancelaria que no beneficiaría a nadie. Sin embargo, el encuentro no resolvió los problemas de fondo, sino que los pospuso. Las promesas incumplidas como ocurrió durante el primer mandato de Trump y bajo la administración de Joe Biden pronto reavivarán las fricciones. En última instancia, no se abordó la raíz de la desconfianza mutua, y es poco probable que lo haga mientras no surjan nuevos liderazgos en ambos países.

La Sorpresa Nuclear

Pocos minutos antes de aterrizar, Trump sorprendió a todos con un anuncio inesperado: Estados Unidos reanudaría de inmediato las pruebas nucleares tras una suspensión de treinta y tres años. La declaración coincidió con el informe de Rusia, emitido esa misma semana, sobre el ensayo de un misil de crucero y un dron naval con capacidad nuclear.

Se trata de un gesto típicamente trumpiano: imprevisible y poco bienvenido en los círculos diplomáticos. En la práctica, es improbable que implique una detonación nuclear real, ya que ello violaría el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares de 1996 firmado pero nunca ratificado por Estados Unidos. Lo más probable es que Trump busque reanudar las pruebas de los sistemas de transporte y lanzamiento de armas nucleares.

Cuando se le preguntó si su directiva aumentaría el riesgo global, respondió con su habitual exceso de confianza: “Creo que tenemos la situación bastante bajo control”. También afirmó que Washington ya había iniciado conversaciones con Moscú sobre “desarme nuclear” y que “China se sumará a ellas”. Cabe suponer que tanto en Moscú como en Pekín aquella afirmación haya causado sorpresa.

Mientras tanto, Rusia no solo ha exhibido sus nuevos armamentos nucleares, sino que ha anunciado su retiro del acuerdo sobre producción de plutonio, lo cual dista de ser un gesto de desarme. China, por su parte, ha rechazado sistemáticamente unirse a las conversaciones nucleares entre Estados Unidos y Rusia, concentrándose en ampliar su propio arsenal para reducir la brecha con ambas potencias.

El repentino anuncio de Trump probablemente acelerará el programa nuclear chino, sobre todo teniendo en cuenta que el expresidente ha aceptado suministrar combustible para el submarino nuclear de Corea del Sur y ha ratificado en línea con lo establecido bajo el mandato de Biden la entrega de submarinos nucleares a Australia en el marco del pacto AUKUS (Australia-Reino Unido-Estados Unidos).

Trump Se Va, Xi Se Queda

Tras su encuentro con Xi Jinping, Donald Trump regresó a Washington apresuradamente para asistir a una fiesta de Halloween. Xi, en cambio, permaneció en Corea para participar en la reunión del Foro Económico de Asia-Pacífico. Aprovechando la ausencia de su homólogo estadounidense, el líder chino reforzó su mensaje de cooperación económica: facilitar las cadenas de suministro, mantener bajos los aranceles y promover el respeto a las normas del comercio global. En resumen, subrayó la necesidad de operar bajo el liderazgo de China en lugar del de Estados Unidos. (Sin mencionar a Washington de forma explícita, denunció “el retorno de la hegemonía y de la ley de la selva”).

“Cuanto más agitadas estén las aguas, con mayor unidad debemos remar”, declaró Xi. Mantuvo reuniones bilaterales con los líderes de Japón, Canadá y Tailandia; particularmente significativa fue su conversación con Mark Carney, en la que Canadá expresó su decisión de ampliar el comercio con China, un diálogo que Trump se había negado a mantener.

Mientras Trump regresaba a su país con acuerdos comerciales firmados con Corea del Sur y Japón, Xi consolidaba la posición de China como potencia líder del comercio en Asia-Pacífico. Aunque no todos los países de la región recibieron con agrado este avance pues Pekín ejerce su propia forma de presión comercial, ante los altos aranceles estadounidenses y la persistente incertidumbre sobre la política de Washington, la mayoría de los Estados de Asia-Pacífico tenderá cada vez más a confiar en el comercio, las inversiones y los créditos provenientes de China.

Mel Gurtov es autor cuyos artículos son publicados por PeaceVoice y profesor emérito del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Estatal de Portland.