El Realismo Prudente De La Estrategia De Seguridad Nacional

diciembre 12, 2025
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El documento no es perfecto y la manera en que será aplicado resultará mucho más decisiva que la forma en que ha sido redactado. Sin embargo, por primera vez en una generación, la gran estrategia estadounidense se asienta sobre una base intelectualmente coherente y estratégicamente realista, alineada no con el mundo imaginario de los idealistas ingenuos, sino con el orden geopolítico que existe efectivamente en la realidad.

La administración Trump ha reorientado con acierto la política exterior de Estados Unidos hacia la renovación interna, alianzas más equilibradas y la protección hemisférica.

Durante aproximadamente una década, un grupo reducido pero en constante crecimiento de analistas ha sostenido que la política exterior estadounidense necesitaba un cambio de rumbo fundamental. Con la presentación ayer de la Estrategia de Seguridad Nacional (National Security Strategy, NSS) por parte del presidente Donald Trump, ese giro amplio y largamente debatido ya está disponible y formulado de manera explícita.

Estados Unidos no puede ni debe replegarse hacia un aislacionismo introspectivo; sin embargo, también resulta evidente que necesita con urgencia una reorientación acorde con la realidad del mundo contemporáneo. Durante demasiado tiempo, intelectuales occidentales, expertos en políticas públicas y líderes políticos adoptaron los marcos del “Fin de la Historia” y del “Momento Unipolar” para explicar cómo funcionaría el mundo tras el colapso de la Unión Soviética en 1991.

En lugar de persistir en la premisa de que Estados Unidos podría desempeñar indefinidamente el papel de un Atlas que sostiene al mundo sobre sus hombros, los análisis de política realista han convergido en un tema coherente: Estados Unidos ya no podía mantener una política exterior moldeada por aspiraciones ideológicas, inercia institucional o las reconfortantes ilusiones del unipolarismo. América necesitaba un realismo adaptado a las exigencias de una nueva era de competencia: no un realismo caricaturesco que pretendiera refugiarse tras los océanos, sino uno basado en el poder material, la priorización estratégica y una comprensión sobria de cómo funciona realmente la política de las grandes potencias.

Con la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional de 2025, puede afirmarse que, por fin, una administración estadounidense ha producido un documento estratégico que refleja plenamente y sin pedir disculpas esta cosmovisión. La NSS incorpora una sensibilidad estratégica que realistas y analistas del enfoque America First han defendido durante años: sitúa el equilibrio geopolítico, la resiliencia económica y la priorización clara en el centro de la gestión estatal estadounidense, dejando de lado los excesos morales que caracterizaron el periodo posterior a la Guerra Fría. Aunque el documento no es perfecto, representa el avance intelectual más significativo en la gran estrategia estadounidense desde la administración Nixon.

El primer punto de alineación es la priorización, que ha sido el eslabón más débil de la política exterior estadounidense desde el fin de la Guerra Fría. La NSS de 2025 es explícita al respecto: China constituye el principal desafío y el Indo-Pacífico es el teatro prioritario. Este enfoque coincide plenamente con el marco analítico que he propuesto en trabajos anteriores, en los que se sugería el desarrollo de una arquitectura estratégica que vinculara a Estados Unidos, India, Japón y bajo determinadas condiciones Rusia, con el objetivo de impedir la emergencia de un orden euroasiático centrado en China.

De igual modo, el énfasis que la NSS otorga a la geoeconomía parece extraído directamente de los argumentos que los realistas han venido planteando durante años. A medida que la competencia global se desplaza del enfrentamiento militar directo hacia la pugna por las cadenas de suministro, las plataformas tecnológicas y la capacidad industrial, ha quedado claro desde hace tiempo que Estados Unidos permitió el debilitamiento de su base industrial. La NSS de 2025 no solo reconoce esta transformación, sino que la coloca en el núcleo de la estrategia estadounidense. Al vincular la seguridad nacional con la política industrial, la resiliencia de las cadenas de suministro, la manufactura avanzada y el liderazgo tecnológico, la NSS reconoce, en esencia, que el poder económico es una forma de poder estratégico. No se trata de un simple giro retórico, sino del reconocimiento de que la estrategia comienza en el ámbito interno.

La NSS adopta asimismo un enfoque marcadamente pragmático respecto a las alianzas. Durante años, estas han sido tratadas más como reliquias sagradas que como instrumentos estratégicos. Sin embargo, las alianzas no son un fin en sí mismas, sino un medio. Los aliados no deben limitarse a ofrecer respaldo moral o solidaridad retórica, sino contribuir materialmente a objetivos estratégicos compartidos. Esto es particularmente pertinente en el caso de los aliados europeos, a quienes la NSS critica con razón por beneficiarse del gasto en defensa estadounidense mientras con frecuencia sermonean moralmente a los líderes de Estados Unidos.

La NSS refleja casi literalmente esta visión del mundo: hace un llamado a un reparto real de las cargas, defiende alianzas diseñadas en función de misiones específicas y exige una reevaluación sobria de lo que los socios pueden aportar en un mundo donde los recursos estadounidenses no son ilimitados. No se trata de un abandono del papel global de Estados Unidos, sino de una reforma necesaria para garantizar que las alianzas sigan siendo sostenibles y estratégicamente coherentes.

Quizá lo más importante es que la NSS de 2025, en términos generales, adopta una forma de realismo de sentido común que ha estado ausente durante demasiado tiempo en la estrategia estadounidense. El documento no promete rehacer el mundo a imagen de Estados Unidos. No propone misiones trascendentales ni cruzadas morales. En su lugar, plantea un mundo en el que Estados Unidos avanza sus intereses mediante una combinación de poder, prudencia y compromiso selectivo. Este enfoque coincide con una perspectiva neonicsoniana que privilegia la diplomacia incluso con Estados difíciles, el uso de la influencia en lugar de la prédica moral y la primacía de los resultados sobre las apariencias.

Con todo, existe un ámbito central en el que la NSS no avanza lo suficiente: Rusia. Para evitar una mayor consolidación del eje chino-ruso una auténtica pesadilla geopolítica para el equilibrio euroasiático y global, Estados Unidos debe alejar a Rusia de China. Conceptualmente, esto supondría una reedición de la diplomacia triangular que Nixon y Kissinger emplearon con gran eficacia en la década de 1970.

La NSS reconoce la necesidad de estabilidad con Rusia y el peligro que entraña un bloque chino-ruso consolidado. Sin embargo, evita articular de manera explícita la diplomacia transaccional que probablemente sería necesaria para lograr una separación estratégica. Washington continúa viendo a Rusia principalmente a través del prisma del conflicto en Ucrania; aunque comprensible, esta perspectiva corre el riesgo de pasar por alto los intereses estructurales más amplios de la geopolítica euroasiática.

La NSS también presta atención al Hemisferio Occidental. En este contexto, el nuevo “Corolario Trump” añadido a la Doctrina Monroe busca hacer frente a una serie de desafíos que plantean serios problemas para Estados Unidos, en particular la “guerra inversa del opio” basada en el fentanilo impulsada por China, el narcotráfico, la inestabilidad y los flujos migratorios descontrolados. Al mismo tiempo, pretende restablecer la primacía estadounidense en su retaguardia estratégica, negándose a ceder este espacio a China. Este enfoque se alinea claramente con una estrategia geopolítica y de defensa centrada en America First.

No obstante, estas diferencias menores no deberían oscurecer el punto central: la NSS y la gran estrategia realista comparten una cosmovisión notablemente similar y coherente. Ambas prevén la entrada del mundo en una era de intensa competencia entre grandes potencias. Ambas reconocen que el poder relativo de Estados Unidos debe sostenerse mediante la renovación interna. Ambas rechazan el aventurerismo ideológico en favor de la contención estratégica. Ambas priorizan la configuración del equilibrio de poder en el Indo-Pacífico. Y ambas sostienen que, para afrontar los desafíos de un mundo multipolar —especialmente en relación con una Europa en declive, las alianzas deben ser reajustadas, no abandonadas por completo.

Durante muchos años, analistas de política exterior y defensa alineados con el enfoque America First se mostraron, con razón, preocupados por el hecho de que Estados Unidos avanzara sin una brújula estratégica clara, arrastrado por hábitos, ideología e inercia institucional. La NSS de 2025 constituye una señal de que esa deriva finalmente comienza a corregirse.

En última instancia, la NSS no es solo un documento de política pública. Es una corrección estratégica largamente necesaria y que Estados Unidos ya no puede seguir posponiendo, tal como los analistas realistas han venido sosteniendo desde hace tiempo.

  • Greg R. Lawson es analista colaborador de Wikistrat. Ha escrito previamente para The National Interest, RealClear World y Eurasia Review. Puede contactarse con él a través de LinkedIn y X bajo el usuario @ConservaWonk.

Fuente:https://nationalinterest.org/feature/the-common-sense-realism-of-the-national-security-strategy