Trump–Xi y la Recalibración Estratégica

diciembre 4, 2025
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Para los responsables de políticas que observan la región, así como para los inversionistas extranjeros directos, las organizaciones de la sociedad civil y los centros internacionales de pensamiento, la lección es clara: la recalibración no constituye un fin en sí mismo. Se trata de una oportunidad estratégica y, al mismo tiempo, de una advertencia aleccionadora.

Las potencias medias deben convertir las pausas temporales en la competencia entre las grandes potencias en una ventaja institucional y estratégica duradera. La reunión entre Trump y Xi no representa tanto una solución como un recordatorio de que, en el Indo-Pacífico, el verdadero poder de influencia radica en la iniciativa, la profundidad institucional y la claridad estratégica.

Llamada Telefónica y Sus Implicaciones Para El Indo-Pacífico

La conversación telefónica mantenida el 24 de noviembre entre el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente chino Xi Jinping señala algo más que una mera pausa temporal en las tensiones bilaterales. En un contexto marcado por la creciente presión sobre Taiwán, la guerra en curso en Ucrania y unas cadenas globales de suministro cada vez más frágiles, ambas potencias parecen estar ensayando un nuevo ritmo en su competencia estratégica: uno que prioriza el control del tempo antes que la confrontación directa.

Para las potencias medias y los actores regionales del Indo-Pacífico incluido Vietnam esta conversación abre simultáneamente una ventana de riesgo y de oportunidad, siempre que dichos países posean la capacidad institucional y la previsión estratégica necesarias para responder con eficacia.

Si bien los resúmenes oficiales enfatizan las disputas comerciales, Taiwán y Ucrania, el trasfondo es de importancia crítica. Trump se concentra en estabilizar los mercados, preservar su capacidad de presión y ajustar su postura estratégica sin provocar una escalada innecesaria. Xi, por su parte, busca aliviar presiones externas mientras gana tiempo para la reestructuración industrial y militar del país.

Este enfoque controlado de la rivalidad no constituye una distensión (détente); es más bien un ajuste táctico que suaviza temporalmente la confrontación, sin alterar la competencia estratégica subyacente. Los actores regionales deben interpretar estas señales con cautela: mal leer este nuevo ritmo podría amplificar vulnerabilidades y restringir su capacidad de maniobra.

Mensajes Estratégicos y un Nuevo Ritmo de Competencia

La conversación entre Trump y Xi revela una recalibración en la señalización estratégica. Desde la perspectiva de Estados Unidos, mantener la credibilidad con los aliados y evitar un compromiso militar innecesario continúa siendo prioritario. Para China, emitir señales de moderación en focos de conflicto inmediato como las maniobras navales en torno a Taiwán permite priorizar sus objetivos nacionales sin proyectar debilidad en el ámbito internacional.

Esta moderación sincronizada crea una “zona gris” en el entorno de seguridad regional: se espera que Japón y Corea del Sur profundicen su cooperación en materia de seguridad con Washington, mientras que Taiwán enfrenta presiones constantes aunque previsibles dentro de este espacio gris. A su vez, los países de la ASEAN deberán realizar un equilibrio aún más delicado entre la búsqueda de garantías y la preservación de la autonomía estratégica.

La recalibración también redefine las expectativas de compromiso. Los Estados pequeños y las potencias medias pueden beneficiarse temporalmente de la reducción de los puntos de presión pero solo si cuentan con un marco claro para interpretar las intenciones de las grandes potencias. En términos prácticos, muchas capitales regionales deberán navegar en medio de la incertidumbre, equilibrando las señales de alineamiento con la necesidad de preservar su independencia estratégica.

Potencias Medias Bajo Presión: El Caso de Vietnam

Vietnam ejemplifica los desafíos que enfrentan las potencias medias en el altamente competitivo Indo-Pacífico. Su diplomacia del “bambú” flexible, resiliente y adaptable ha servido durante años para gestionar las presiones derivadas de la rivalidad entre Estados Unidos y China. No obstante, la flexibilidad por sí sola no sustituye la profundidad estratégica. Históricamente, el enfoque de Hanói ha priorizado la preservación del régimen antes que una estrategia nacional de largo aliento, enviando señales ambiguas tanto a Washington como a Pekín. Aunque prudente, esta cautela puede limitar la capacidad de Vietnam para transformar oportunidades temporales en beneficios estratégicos perdurables.

El ajuste Trump–Xi pone de relieve una debilidad estructural: la gobernanza interna de Vietnam caracterizada por una transparencia limitada, toma de decisiones centralizada y reducido debate estratégico restringe su capacidad de actuar con determinación. Sin un marco nacional sólido, una potencia media no puede aprovechar eficazmente la dinámica de competencia entre grandes potencias. A ojos tanto de Estados Unidos como de China, la credibilidad no deriva de una hábil cobertura de riesgos, sino de la articulación coherente de prioridades estratégicas basadas en los intereses nacionales.

Implicaciones Estratégicas

La región del Indo-Pacífico se encuentra actualmente en un frágil equilibrio de competencia controlada. Para las potencias medias como Vietnam, la oportunidad es evidente: la recalibración temporal de las grandes potencias abre un espacio para la consolidación estratégica. Pero aprovechar esta ventana requiere mucho más que destreza diplomática. Exige resiliencia institucional, gobernanza basada en normas y una estrategia nacional coherente que priorice los intereses a largo plazo por encima de la mera preservación del régimen.

Los países que logren desarrollar este tipo de resiliencia podrán relacionarse con Washington y Pekín desde una posición de iniciativa, no de dependencia. Estarán en condiciones de definir los términos de sus relaciones, fortalecer su seguridad territorial y económica, y ampliar su influencia regional. Quienes no lo consigan corren el riesgo de quedar relegados al papel de actores pasivos, atrapados en la reacción continua y subordinados a las agendas de las grandes potencias.

Para los responsables de políticas, los inversionistas extranjeros, las organizaciones de la sociedad civil y los centros internacionales de pensamiento, la lección es inequívoca: la recalibración no es un fin en sí mismo. Es una oportunidad estratégica y, al mismo tiempo, una advertencia aleccionadora. Las potencias medias deben transformar las pausas temporales en la competencia entre grandes potencias en ventajas institucionales y estratégicas duraderas. La conversación entre Trump y Xi no constituye una solución, sino un recordatorio de que, en el Indo-Pacífico, el verdadero poder de influencia radica en la iniciativa, la profundidad institucional y la claridad estratégica.

Fuente:https://www.asiasentinel.com/p/donald-trump-xi-jinping-strategic-recalibration