A medida que se profundiza el enfrentamiento entre Washington y Venezuela, los observadores deben reconocer que esta escalada no ha surgido de forma repentina. Se trata más bien de un resultado previsible de las estrategias de intervención a largo plazo que determinados responsables de la política exterior estadounidense, como Otto Reich, han diseñado durante décadas para América Latina. En la actualidad, este enfoque es aplicado con especial firmeza por figuras influyentes como el senador Marco Rubio, cercano a Reich y conocido por su postura intervencionista.
Otto Reich: El agente de cambio de régimen judío que intentó desestabilizar América Latina durante 40 años
En el mundo sombrío de la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina, pocos nombres generan tanta controversia como el de Otto Reich. Exiliado judío-cubano, la carrera de Reich marcada por operaciones de propaganda ilegal, vínculos con golpes de Estado y una inquebrantable determinación de derrocar a gobiernos que desafiaban a Washington se asemeja casi a un manual de cambio de régimen.
La historia comienza con el nacimiento de Otto Juan Reich el 16 de octubre de 1945 en La Habana, hijo de un padre judío austríaco que huyó de la Alemania nacionalsocialista en 1938 y de una madre cubana católica. La huida de su padre de Alemania se convirtió en el relato fundacional de la cosmovisión de Reich: una narrativa sobre la amenaza autoritaria que, años más tarde, proyectaría sobre los movimientos de izquierda en América Latina. A pesar de su origen judío, fue criado como católico y asistió a la prestigiosa Ruston Academy, dirigida por estadounidenses, donde absorbió por igual la cultura cubana y la influencia norteamericana.
Durante la juventud de Reich, Cuba estaba bajo la dictadura de Fulgencio Batista. La represión política de Batista era tan severa que, según contó Reich a The New Yorker, incluso su propia familia era “pro-revolucionaria y anti-Batista”. La única excepción era su padre, cuya experiencia de haber escapado de un régimen autoritario lo hacía mirar con suspicacia los movimientos revolucionarios. Cuando Fidel Castro tomó el poder en 1959, aquella suspicacia pareció confirmarse al menos así lo interpretaría Reich durante el resto de su vida. Tras la consolidación del régimen castrista, el padre de Reich se vio obligado a huir una vez más y, según informó The New York Times, en 1960 llevó a la familia a Carolina del Norte, cuando Otto tenía apenas 15 años.
El doble exilio de su padre primero de Alemania y luego de la Cuba revolucionaria se convirtió en un punto de inflexión que moldeó la identidad política del joven Reich. Mientras otros veían en esta historia una tragedia, Reich percibía una oportunidad. Mientras algunos abogaban por la conciliación, él prefería el conflicto. Aquel joven refugiado terminó convirtiéndose en uno de los actores más vehementes de Washington contra la izquierda latinoamericana: una figura que nunca dejó espacio para los matices, las zonas grises o la coexistencia entre el comunismo y la democracia.
Del Ejército Al “Círculo De Política Exterior” (The Blob)
El ascenso de Reich dentro de los círculos de poder fue sistemático. En 1966, tras obtener su licenciatura en Relaciones Internacionales en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, se incorporó al Ejército de los Estados Unidos y sirvió durante tres años como oficial en la 3.ª Compañía de Asuntos Civiles, destacada en la Zona del Canal de Panamá. Este destino no solo le proporcionó experiencia militar: también le permitió observar de primera mano la proyección de poder de Washington en América Latina. La presencia militar estadounidense en la región no obedecía únicamente a objetivos defensivos, sino al propósito más amplio de mantener su influencia sobre todo el hemisferio.
Después del servicio militar, Reich cursó una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Georgetown, que completó en 1973. Con ello consolidó un perfil que lo convertiría en una figura codiciada por los responsables de la política exterior conservadora que buscaban especialistas en la región.
Cuando Ronald Reagan llegó a la Casa Blanca con una victoria contundente en 1981, Reich encontró la oportunidad que esperaba. La administración Reagan necesitaba operadores capaces de ejecutar una agenda anticomunista agresiva en América Latina, y Reich se ofreció para esta misión. Entre 1981 y 1983 se desempeñó como Administrador Adjunto de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), gestionando la ayuda económica estadounidense para América Latina y el Caribe en un período marcado por profundas convulsiones revolucionarias. Sin embargo, aquel cargo no era más que un preludio para su verdadera función.
El Arquitecto De La Maquinaria Propagandística “Contra”
En 1983, Reich creó y asumió la dirección de la Oficina de Diplomacia Pública para América Latina y el Caribe (Office of Public Diplomacy – OPD). Pese a su nombre aparentemente inocuo, la oficina se convertiría en una de las operaciones más polémicas de la política exterior estadounidense contemporánea. Su misión oficial era apoyar a los contras, la guerrilla que combatía al gobierno sandinista de Nicaragua. Sin embargo, como posteriormente se revelaría, su función principal consistía en ejecutar lo que en 1987 el Contralor General calificaría como “propaganda encubierta prohibida”, destinada a mejorar la imagen de los contras ante la opinión pública estadounidense.
Bajo la dirección de Reich, la OPD se transformó en una auténtica fábrica de desinformación. La oficina filtró a los medios estadounidenses noticias falsas, entre ellas la acusación infundada de que el gobierno nicaragüense estaba implicado en el narcotráfico. En los principales periódicos del país aparecieron columnas de opinión atribuidas a supuestos líderes insurgentes nicaragüenses que, en realidad, nunca habían existido. Se coordinó la elaboración de artículos favorables a los contras escritos por consultores remunerados que ocultaban sus vínculos con el gobierno, una práctica que los investigadores del Congreso describieron posteriormente como “propaganda blanca”.
Reich convirtió su oficina en una operación de propaganda interna destinada a manipular a la ciudadanía estadounidense para respaldar una guerra encubierta. Un informe del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes calificó la OPD de “operación política y propagandística doméstica”. Reich dirigió este mecanismo de manipulación durante tres años, convirtiéndose en lo que la periodista Ann Bardach describiría más tarde como el “principal propagandista” del escándalo Irán-Contra.
El escándalo que finalmente envolvió a la administración Reagan provocó el cierre de la operación en 1987. Sin embargo, Reich llamativamente nunca fue acusado de ninguna actividad ilegal. Había operado en ese espacio gris donde los funcionarios gubernamentales podían invocar la “negación plausible”: lo suficientemente cerca del delito como para resultar útil, pero lo bastante lejos como para evitar un proceso judicial. Esta sería una habilidad que Reich perfeccionaría en las décadas siguientes.
Los Años De Lobby
Tras desempeñarse como embajador de Estados Unidos en Venezuela entre 1986 y 1989 y dejar el servicio público ese mismo año, Reich no abandonó su misión: simplemente cambió de método. Durante los siguientes doce años trabajó como lobista corporativo primero como socio del Brock Group y luego como presidente de su propia firma, RMA International, aunque estas actividades distaban mucho de ser gestiones corrientes. Reich seleccionó cuidadosamente a sus clientes entre aquellos cuyos intereses coincidían de manera casi perfecta con su agenda ideológica.
Representó a la empresa de ron Bacardi en una campaña destinada a invalidar la protección marcaria del “Havana Club” cubano. Sus esfuerzos culminaron con la aprobación de la Ley Helms-Burton de 1996, que endureció aún más el embargo estadounidense contra Cuba. Asimismo, trabajó para Lockheed Martin con el objetivo de facilitar la venta de aviones de combate F-16 a Chile. Lo que otros consideraban oportunidades comerciales, Reich lo veía como nuevos frentes en su incansable campaña por mantener la primacía estadounidense en América Latina.
El Regreso Al Poder
Cuando George W. Bush llegó a la Casa Blanca en 2001, Reich vio una ocasión para volver al servicio público. Bush lo nominó para el cargo de subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental; sin embargo, la designación provocó controversias de inmediato. El Senado se negó a celebrar una audiencia de confirmación debido a los antecedentes de Reich en el escándalo Irán-Contra y a su apoyo al exiliado cubano Orlando Bosch, acusado de haber organizado el atentado contra el vuelo 455 de Cubana de Aviación en el que murieron 73 personas.
La solución de Bush reveló hasta qué punto Reich era valioso para los sectores más duros del Partido Republicano: el presidente eludió al Senado mediante un nombramiento provisional que le permitió ocupar el cargo durante un año sin confirmación; posteriormente lo designó enviado especial para América Latina. La democracia podía esperar; la experiencia de Reich en operaciones de desestabilización era, para la administración, demasiado importante como para someterla al escrutinio legislativo.
El Golpe de Estado de Venezuela En 2002
El mandato de Reich coincidió con uno de los episodios más controvertidos de la historia reciente latinoamericana: el efímero golpe de Estado del 11 de abril de 2002 en Venezuela, que apartó temporalmente del poder al presidente Hugo Chávez. Durante aquellas horas, Reich mantuvo comunicación con el líder golpista Pedro Carmona Estanga y contactó a embajadores de otros países latinoamericanos. Fuentes cubanas llegaron a describirlo como “el cerebro del plan golpista de abril de 2002 contra Chávez”, aunque él negó haber participado directamente en su planificación.
El patrón resultaba familiar: un líder electo democráticamente, de orientación izquierdista y contrario a los intereses de Washington; un golpe repentino apoyado por sectores militares y empresariales; y, en el centro, Otto Reich, ya fuera como arquitecto tácito o como fuente de respaldo diplomático. Su presencia en el núcleo de los acontecimientos decía mucho sobre su influencia en la política latinoamericana del gobierno de Bush.
El “Emprendedor Ideológico”
Tras dejar el gobierno en 2004, Reich fundó Otto Reich Associates, una firma de consultoría dedicada a gestionar relaciones gubernamentales internacionales. Pero Reich era más que un consultor: se convirtió en un auténtico “emprendedor ideológico”, moldeando políticas desde fuera del gobierno mediante apariciones en medios de comunicación, testimonios ante el Congreso y funciones de asesoría en campañas republicanas, como las de John McCain en 2008 y Jeb Bush en 2016.
Durante el primer mandato de Donald Trump, Reich desempeñó un papel discreto pero influyente en la formulación de la política hacia América Latina. En agosto de 2018 se le atribuyó haber recomendado al consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, la designación de Mauricio Claver-Carone para el cargo de más alto nivel sobre política latinoamericana en el Consejo de Seguridad Nacional. Bolton lo reconocería después: “Si Otto no lo hubiera recomendado, ni siquiera habría conocido su nombre. Confié en el criterio de Otto”.
Reich elogió la incorporación de figuras de origen cubano-americano en posiciones clave del gobierno de Trump, afirmando: “Hay personas que entienden no solo los síntomas, sino las causas de los problemas en América Latina no todos los problemas y esa causa es Cuba”. En su opinión, Estados Unidos llevaba sesenta años actuando como “bombero” en la región mientras ignoraba al “incendiario”: el apoyo de La Habana a los movimientos de izquierda.
Una Campaña Permanente Por Preservar La Hegemonía Estadounidense
La cruzada de Reich contra el izquierdismo latinoamericano nunca titubeó. Describió a Venezuela como una “sucursal” y “filial” de Cuba; acusó al presidente Chávez de poner “grandes cantidades de dinero” al servicio de Fidel Castro y de regalar petróleo a la isla. Para Reich, esta alianza estrecha estaba alimentando un proceso “repugnante y sombrío de cubanización” en el país petrolero.
El entonces vicepresidente venezolano, José Vicente Rangel, defendió la soberanía nacional en julio de 2005 alegando que los ataques constantes de Reich al gobierno venezolano se debían a la frustración generada por “todos los negocios petroleros que [Estados Unidos] mantiene con Venezuela”. Rangel, respondiendo a las afirmaciones de Reich, preguntó: “¿De qué proceso de cubanización habla exactamente?” y añadió: “La verdadera cubanización de Venezuela ocurrió hace años, cuando cubanos anticastristas se infiltraron en los organismos de seguridad”.
En febrero de 2015, durante un panel en la Universidad de Miami titulado “Venezuela: ¿un pantano político y económico cada vez más profundo?”, Reich comparó al gobierno venezolano con la Alemania nacionalsocialista. Sugirió que los funcionarios venezolanos, al igual que los alemanes en su momento, podían alegar que “solo seguían las leyes del país”, para añadir de inmediato que era necesario “prestar atención a qué leyes son esas”. La comparación, tan exagerada como reveladora, mostraba cómo Reich concebía a cualquier gobierno de izquierda en la región como un potencial Tercer Reich.
En enero de 2024, tras el alivio temporal de las sanciones impuesto por la administración Biden a Venezuela, la retórica de Reich se intensificó aún más. En una entrevista con PanAm Post calificó la política de Biden hacia Venezuela como “un fracaso desde el inicio”, y la describió como “no solo un fracaso, sino una humillación”. Advirtió además: “Ya no serán únicamente los grupos de presión ideológicos de la izquierda, sino también las empresas petroleras estadounidenses que hacen negocios con Maduro, quienes presionarán al gobierno de Biden para que no restablezca las sanciones”.
Expansión de la Lista de Enemigos
Para Reich, la lista de adversarios iba mucho más allá de Cuba y Venezuela. Agrupó a Nicaragua y Bolivia junto con Venezuela y Cuba bajo la etiqueta de los “Estados Socialistas del Siglo XXI”, sosteniendo que estos países representaban una iniciativa coordinada entre La Habana y Caracas destinada a debilitar la democracia en América Latina. En su testimonio ante el Congreso en marzo de 2014, titulado “La retirada de Estados Unidos de América Latina”, Reich advirtió que estos gobiernos se habían convertido en “Estados de delincuencia organizada”, en los que “políticos de alto nivel y oficiales militares de rango superior” estarían implicados en el narcotráfico, el apoyo al terrorismo y otras actividades ilícitas.
Los escritos más recientes de Reich revelan que su lista ideológica de adversarios se ha ampliado para incluir también a actores de Oriente Medio. En un artículo publicado en noviembre de 2023 para el Jewish Policy Center, Reich afirmó que “Irán había proporcionado en secreto, durante más de un año, las armas y el entrenamiento necesarios para que Hamás planificara el ataque del 7 de octubre contra Israel”. Señaló especialmente a Cuba como “un aliado clave de la alianza Irán-Hamás”, acusándola de apoyar diplomáticamente a grupos militantes palestinos.
Reich documentó tres reuniones de alto nivel que, según él, demostrarían la complicidad cubana en dicho ataque: el encuentro del 5 de febrero de 2023 entre el ministro iraní de Asuntos Exteriores, Hosein Amir Abdollahian, y el presidente cubano Miguel Díaz-Canel; la visita del 25 de febrero de 2023 de una delegación de Hamás al embajador cubano en Líbano, Jorge León Cruz quien reconoció “el legítimo derecho de los palestinos a defender su tierra” y afirmó que luchaban por “una causa justa”; y la reunión del 15 de junio de 2023 entre el presidente iraní Ebrahim Raisi y Díaz-Canel en La Habana.
Según Reich, estas reuniones, combinadas con “el prolongado historial de antisemitismo de Cuba y su apoyo a organizaciones terroristas extremistas en Oriente Medio”, demostrarían que Cuba opera “campamentos de entrenamiento terrorista en lugares clandestinos” y que ha permitido a Hezbolá establecer “una base operativa destinada a organizar ataques terroristas en toda América Latina”.
El Villano del “Cambio de Régimen”
A lo largo de su carrera, Reich fue acusado reiteradamente por sus adversarios de practicar precisamente el tipo de intervencionismo al que afirmaba oponerse. El gobierno cubano lo ha señalado desde hace años por presuntamente apoyar el terrorismo e interferir en los asuntos internos de Cuba. En 2002, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba desmintió categóricamente la afirmación de Reich según la cual cuatro aviones cubanos habrían aterrizado en un aeropuerto venezolano durante el intento de golpe de ese año, calificando dicha acusación de “totalmente falsa”. El ministerio declaró: “Si hubiera sido necesario que aviones civiles cubanos aterrizaran para recoger al personal diplomático cubano cercado por los amigos del señor Reich o por cualquier otro propósito humanitario y pacífico lo habríamos hecho, y no habría motivo alguno para ocultarlo”.
Durante una visita diplomática a Sudamérica en julio de 2002, Reich fue criticado por pedir al gobierno argentino que aplicara el programa de austeridad exigido por el Fondo Monetario Internacional una institución que algunos describen como uno de los instrumentos más visibles del poder judío-estadounidense. Su enfoque de la diplomacia era tan confrontativo que el senador republicano Lincoln Chafee, miembro del Comité de Relaciones Exteriores, afirmó haber presenciado personalmente la hostilidad que Reich generaba en sus giras por América Latina. Según relató Toby Eglund, la expresión “mecanismo de seguridad hemisférica”, promovida por Reich, evocaba en toda la región “desagradables recuerdos intervencionistas”.
Incluso bajo la administración Obama, las autoridades venezolanas continuaron denunciando las supuestas maniobras de Reich. En marzo de 2013, el entonces presidente interino Nicolás Maduro acusó a “elementos del Pentágono y la CIA” de conspirar contra Venezuela y mencionó explícitamente a Roger Noriega sucesor de Reich en el cargo de subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental y al propio Reich. Maduro declaró: “Queremos decirle al presidente Barack Obama que ponga fin a esta locura”, afirmando contar con “testimonios e información directa y de primera mano” sobre complots estadounidenses. Tanto Reich como Noriega rechazaron estas acusaciones, calificándolas de “infundadas, absurdas y calumniosas”, incluido el supuesto plan para asesinar al opositor Henrique Capriles.
En septiembre de 2013, Maduro canceló su viaje previsto a las Naciones Unidas alegando “graves provocaciones que podrían poner en riesgo su vida”. Señaló particularmente al “clan y la mafia de Roger Noriega y Otto Reich”, y afirmó: “El gobierno de Estados Unidos conoce muy bien que estas personas están detrás de las actividades peligrosas que se planificaban en Nueva York”.
Un Legado de Incendios Políticos
En su testimonio ante el Comité de Supervisión y Reforma Gubernamental de la Cámara de Representantes, en enero de 2018, Reich calificó la política de acercamiento del presidente Obama hacia Cuba como “un fiasco de política exterior”. Sostuvo que dicha política consistió en “una serie de concesiones unilaterales sin contrapartida alguna al régimen de Castro”, las cuales, a su juicio, “produjeron consecuencias negativas para la seguridad nacional de Estados Unidos, sus intereses de política exterior y sus valores tradicionales”, además de “aumentar la represión sobre el pueblo cubano mientras llenaban las arcas del ejército, del Partido Comunista y de la familia Castro”.
Según Reich, “a diferencia de anteriores iniciativas estadounidenses exitosas, el acercamiento de Obama a la dictadura castrista colocó a Estados Unidos no del lado del oprimido, sino del opresor de una nación”. Esta formulación revelaba su postura inmutable: la política estadounidense debía alinearse no con los gobiernos de izquierda en el poder, sino con los movimientos opositores; es decir, el objetivo debía ser un cambio de régimen constante y no el compromiso diplomático.
En marzo de 2023, tras la orden de detención emitida por la Corte Penal Internacional contra el presidente ruso Vladímir Putin por crímenes de guerra en Ucrania, Reich pidió que se examinara con mayor detenimiento el apoyo que Cuba brindaba a lo que describió como una guerra “criminal e ilegal” de Rusia. “El gobierno cubano está empleando activamente sus servicios diplomáticos y propagandísticos para apoyar la ilegal e ilícita invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin”, afirmó. Asimismo, sostuvo que “el hombre fuerte de Cuba, Raúl Castro, su presidente designado, Miguel Díaz-Canel, y el resto de la élite gobernante están lucrándose con la guerra agresiva de Putin mediante la recepción de petróleo ruso de contrabando y cargamentos de trigo robado en Ucrania”.
Para 2025, Reich continúa sus actividades a través de Otto Reich Associates y forma parte del Consejo Asesor de United Against Nuclear Iran, una organización dedicada a impedir que Irán adquiera armas nucleares.
Mientras los familiares de Reich en Israel trabajan incansablemente para garantizar la supremacía regional del Estado judío, él ha dedicado su carrera a asegurar que el Hemisferio Occidental se mantenga seguro para los judíos del mundo, preservando la hegemonía de Washington en América Latina en toda su amplitud estratégica.
En esta empresa transnacional, los papeles están claramente definidos. Y la función de Reich es garantizar que los bastiones estratégicos de la llamada Empire Judaica en América Latina permanezcan firmemente protegidos.
