Las potencias coloniales cruzadas, al igual que lo hicieron en guerras como la de los Cien Años, la de los Treinta Años y, más recientemente, en la Segunda Guerra Mundial, terminarán enfrentándose entre sí y perderán su estabilidad interna. A medida que sus colonias se les escapen de las manos, el «pastel» se reducirá aún más, y las élites depredadoras se volverán unas contra otras. La muerte de Occidente Cruzado, que se esconde tras las máscaras de modernidad, progresismo y civilización, será más trágica que la caída de Roma. Sus avances tecnológicos, sus armas de destrucción masiva y el estilo de vida decadente que han impuesto a la humanidad serán, en última instancia, su propia tumba.
En el siglo XX, los países musulmanes que fueron sometidos a la colonización o al dominio indirecto, así como las comunidades musulmanas dentro de otras naciones, han sido objeto de constantes agresiones. Estas atrocidades han consolidado la imagen de un asalto total de carácter cruzado.
Desde la creación del Estado de Israel en 1948, promovida por las potencias occidentales, hasta la actualidad, las agresiones y masacres contra pueblos musulmanes nunca han cesado. En Argelia, Irak, Afganistán, Libia, Túnez, Egipto, Bosnia, Chechenia, Myanmar e India, los musulmanes han sido blanco de sistemáticos ataques. Más recientemente, la guerra civil siria, iniciada en 2011, con la brutal represión de la dictadura de la minoría alauita, y el genocidio en Gaza perpetrado por Israel han dejado una marca imborrable en nuestras conciencias. En Gaza, incluso iglesias, escuelas de la ONU y hospitales fueron atacados deliberadamente, mientras que las potencias occidentales guardaban silencio.
La caída del régimen de Asad y su huida de Damasco el 8 de diciembre de 2024, marcó el triunfo de la revolución del pueblo sirio y trajo consigo un suspiro de alivio. Sin embargo, no pudimos celebrar plenamente esta histórica victoria. Las potencias cruzadas, sus aliados regionales como Rusia e Irán, y los grupos que han heredado su legado en Türkiye, han mostrado nuevamente su hostilidad hacia los musulmanes. La Revolución Siria ha servido como una prueba de fuego que ha revelado la profundidad del odio y el desprecio con los que ven cualquier triunfo de los pueblos musulmanes.
Al mismo tiempo, la limpieza étnica y la ocupación en Gaza han alcanzado niveles inimaginables. Cada vez que pensamos que no se podría cometer una atrocidad mayor, Israel ha superado los límites de la brutalidad. Los francotiradores israelíes han ejecutado a niños disparándoles a la cabeza, las casas han sido destruidas con sus familias dentro, y se han cometido ejecuciones sumarias, arrestos masivos y torturas contra personas de todas las edades, incluidos niños. La privación de agua, alimentos y medicamentos ha sido utilizada como un arma de exterminio. Pero lo más escalofriante ha sido la indiferencia total de la comunidad internacional ante estos crímenes de lesa humanidad.
Esta impunidad ha alentado aún más la agresión israelí, que ahora ha extendido sus ataques al territorio sirio. Sin embargo, en medio de tanta devastación, hemos sido testigos de un acto de resistencia impresionante: después del alto el fuego, los palestinos que han regresado a sus hogares han convertido su regreso en una celebración, a pesar de las cicatrices imborrables que la guerra les ha dejado. Durante 15 meses, nuestras súplicas y esfuerzos han sido constantes, y ahora damos gracias a Dios por haber visto un atisbo de justicia.
Sin embargo, la humillación que supuso el alto el fuego para Israel ha resultado en una nueva oleada de violencia contra los civiles palestinos, esta vez en Cisjordania. Una vez más, la alegría de los palestinos y del mundo entero ha sido brutalmente sofocada.
El carácter violento y descontrolado de Israel ha hecho que muchos en la comunidad internacional lo perciban como una amenaza global. Cada vez más personas han comenzado a ver al sionismo como una ideología deshumanizadora que justifica cualquier atrocidad. Así, incluso la propuesta de una «solución de dos Estados» ha perdido validez; la mera existencia de Israel ha quedado deslegitimada. Las narrativas utilizadas por los sionistas, como las acusaciones contra Hamás el 7 de octubre o el infundado mito de los «40 bebés decapitados», han sido insuficientes para ocultar la naturaleza criminal del régimen israelí desde su fundación.
Las atrocidades cometidas con el respaldo de Occidente han demostrado que los valores universales que alguna vez promovieron no eran más que una máscara para sus ambiciones colonialistas y expansionistas. Sin embargo, la matanza en Gaza también ha despertado la conciencia global. Millones de personas en Occidente, a pesar de sus gobiernos sometidos a la élite globalista, han mostrado su solidaridad con Palestina y han denunciado el sionismo. En todo el mundo, la resistencia heroica de Gaza ha inspirado a personas de diferentes creencias e ideologías a alzar la voz contra la opresión.
Mientras tanto, en Estados Unidos, Alemania y otras naciones occidentales, las nuevas leyes contra el «antisemitismo» han servido únicamente para blindar a Israel, otorgándole total impunidad para invadir, masacrar y destruir culturas y religiones. Pero esta complicidad con el genocidio ha sellado el destino de Occidente: en las próximas décadas, la estructura colonial occidental se derrumbará, mientras que Oriente Medio, África y América Latina se fortalecerán y se liberarán de la hipnosis de esta civilización falsa.
En última instancia, las mismas potencias que han dominado el mundo a través de la ocupación y el saqueo acabarán enfrentándose entre sí. Como ocurrió en las guerras del pasado, la lucha por la menguante riqueza colonial desatará conflictos internos y desestabilizará a las naciones occidentales. La muerte de Occidente Cruzado será más catastrófica que la caída de Roma. Su alta tecnología, sus armas de destrucción masiva y su ideología decadente no serán más que los escombros sobre los que se escribirá su epitafio.
Esperamos que la «guerra contra el terrorismo», creada por Occidente para justificar su política de ocupación y expolio, llegue a su fin, y que el mundo pueda finalmente respirar con mayor libertad.
Los resultados de los últimos 15 meses en Gaza ya son prueba suficiente de lo que está por venir.