El intento de clasificación impulsado por la administración Trump no constituye únicamente una decisión circunscrita al presente; representa un punto de inflexión histórico con el potencial de reconfigurar el futuro del islam político, la arquitectura política de Oriente Medio y la forma en que el sistema internacional se relaciona con el mundo islámico. Por ello, la cuestión no debe evaluarse dentro del estrecho marco de la categoría de seguridad, sino en el contexto más amplio de las transformaciones sociales de largo plazo, las relaciones entre Estado y sociedad, los equilibrios de poder internacionales y las competencias ideológicas.
La abolición del califato en 1924 no solo supuso una transformación institucional que culminó con la disolución de la estructura política otomana, sino que marcó también una ruptura profunda que obligó al mundo islámico a renegociar de manera radical los conceptos de autoridad, legitimidad e identidad.
Como expone Albert Hourani en Arabic Thought in the Liberal Age(1), las sociedades musulmanas de la época se enfrentaban simultáneamente a las presiones de la modernización y a las estructuras políticas impuestas por las administraciones coloniales. En este contexto histórico adquiere pleno sentido el surgimiento de los Hermanos Musulmanes en Egipto en 1928. Cuando Hasan al-Banna fundó el movimiento, aspiraba a una renovación moral y social que permitiera a las comunidades musulmanas redefinirse dentro de las condiciones de la modernidad. El movimiento se apoyaba en la tradición islámica clásica, pero incorporaba al mismo tiempo métodos modernos de organización masiva; esta doble naturaleza es, como señala François Burgat, uno de sus rasgos más distintivos.
La rápida expansión de los Hermanos Musulmanes reflejaba las tensiones sociales y el deseo de transformación presentes en la sociedad egipcia bajo dominio colonial. Las injusticias sociales, las dificultades económicas y la erosión cultural eran cada vez más visibles. En este ambiente, el movimiento no solo encontró eco a través de su discurso religioso, sino también mediante una amplia gama de actividades educativas, sociales, caritativas y juveniles. Como afirma Olivier Roy en The Failure of Political Islam(2), el éxito del movimiento no radica en presentar una alternativa a la modernidad, sino en ofrecer una modernidad dotada de un marco islámico.
Durante la Guerra Fría, la posición internacional de los Hermanos Musulmanes se volvió aún más ambigua. En la búsqueda de aliados regionales contra la expansión soviética, Estados Unidos percibió al islam político al menos en algunas coyunturas como una fuerza social útil frente al nacionalismo árabe y los movimientos de izquierda. Esta instrumentalización, analizada por Gilles Kepel en Jihad: The Trail of Political Islam(3), contribuyó a que Occidente viera al islam político como un recurso estratégico. Al mismo tiempo, numerosos regímenes de la región consideraron al movimiento una amenaza para su seguridad interna, aplicando políticas represivas mientras Occidente mantenía una postura ambigua y distante. Esta contradicción dejó al movimiento en un espacio liminal dentro del sistema internacional.
La Revolución iraní de 1979 transformó radicalmente la percepción occidental del islam político. Como muestran Hamid Dabashi y Ervand Abrahamian(4), la revolución no solo alteró el equilibrio regional, sino que reconfiguró la lectura global del fenómeno islámico: el islam político empezó a ser visto como una fuerza radical con potencial para alterar el orden internacional. A partir de este momento, incluso movimientos graduales o reformistas, como los Hermanos Musulmanes, comenzaron a ser observados con mayor cautela por su presunto potencial de movilización y cambio sistémico.
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 constituyeron un segundo punto de inflexión decisivo. La teoría de la securitización de Barry Buzan y Ole Wæver(5) ofrece un marco clave para comprender este proceso: un fenómeno no necesita ser objetivamente una amenaza para convertirse en tal; basta con que los actores políticos lo definan como una amenaza. Así, en el período posterior al 11-S, prácticamente todas las variantes del islam político incluidas las orientadas hacia la participación democrática fueron absorbidas por un discurso securitario que las situó dentro de una categoría general de “riesgo” o “potencial peligro”. La “guerra contra el terrorismo” expandió esta lógica hasta el punto de equiparar referencias islámicas en la esfera política con un posible desafío a la seguridad internacional.
En este ambiente, los esfuerzos de los Hermanos Musulmanes por diferenciarse de movimientos radicales se hicieron más visibles. La experiencia de Ennahda bajo el liderazgo de Rachid Ghannouchi en Túnez, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) en Marruecos y el Frente de Acción Islámica en Jordania (cuyo brazo social y religioso fue prohibido el 23 de abril, aunque su rama política continúa activa) constituyen ejemplos paradigmáticos de la compatibilidad entre islam político y procesos democráticos. El concepto de “post-islamismo” formulado por Asef Bayat(6) adquirió relevancia precisamente en este contexto: según Bayat, los movimientos islámicos tendían a abandonar rigideces ideológicas para orientarse hacia nuevas formas de acción política que integraban demandas sociales y prácticas democráticas.
Sin embargo, el intento del gobierno de Trump de designar a los Hermanos Musulmanes como organización terrorista puede interpretarse como una ruptura en este proceso evolutivo del islam político. Lo más preocupante de esta clasificación es su potencial para criminalizar un amplio ecosistema sociopolítico que, en la literatura, ha sido considerado la corriente “moderada” del islam político. Además, los Hermanos Musulmanes no constituyen una organización jerárquica y centralizada; son una familia transnacional de movimientos y partidos cuya estructura varía significativamente de un país a otro. Aglutinarlos en una única categoría resulta cuestionable desde el punto de vista jurídico, político y analítico.
Tal clasificación podría alterar también los equilibrios regionales. Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, que consideran al islam político una amenaza para la seguridad de sus regímenes, verían esta decisión con satisfacción. En cambio, Türkiye y Catar por razones geopolíticas, económicas e ideológicas se opondrían firmemente. El resultado sería una intensificación de las rivalidades ya existentes en Oriente Medio y una mayor polarización regional.
En conjunto, designar a los Hermanos Musulmanes como organización terrorista no implica únicamente modificar el estatus legal de un movimiento. Significa reconfigurar los marcos conceptuales que definen la relación entre el islam político y la modernidad. Podría restringir los canales de participación política en las sociedades de la región, homogeneizar las estrategias de seguridad occidental hacia el mundo islámico y contribuir a un orden internacional más frágil y más reactivo. La represión indiscriminada del islam político debilitaría las expresiones cívicas moderadas y, paradójicamente, podría fortalecer tendencias radicales.
Por todo ello, el intento de clasificación de la administración Trump no es una decisión coyuntural; es un punto de inflexión histórico con la capacidad de remodelar el futuro del islam político, la arquitectura política de Oriente Medio y la manera en que el sistema internacional se relaciona con el mundo islámico. En consecuencia, el tema debe analizarse no dentro del marco estrecho de la seguridad, sino en el contexto más amplio de las transformaciones sociales de largo plazo, las relaciones entre Estado y sociedad, los equilibrios de poder global y las dinámicas de competencia ideológica.
Bibliografía
- Hourani, Albert. Arabic Thought in the Liberal Age, 1798–1939. Cambridge: Cambridge University Press, 1962.
- Kepel, Gilles. Jihad: The Trail of Political Islam. Translated by Anthony F. Roberts. Cambridge, MA: Harvard University Press, 2002.
- Roy, Olivier. The Failure of Political Islam. Translated by Carol Volk. Cambridge, MA: Harvard University Press, 1994.
- Dabashi, Hamid. Iran: A People Interrupted. New York: The New Press, 2007. Abrahamian, Ervand. A History of Modern Iran. Cambridge: Cambridge University Press, 2008.
- Buzan, Barry, Ole Wæver, and Jaap de Wilde. Security: A New Framework for Analysis. Boulder, CO: Lynne Rienner, 1998.
- Bayat, Asef. Making Islam Democratic: Social Movements and the Post-Islamist Turn. Stanford: Stanford University Press, 2007.
