La Comodidad de La Ausencia de Política: La Cruda Verdad de Una Política Sin Terrorismo

julio 13, 2025
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El abandono de las armas por parte del PKK será percibido, en primera instancia, como un avance positivo en términos de reducción de los riesgos para la seguridad y de fortalecimiento de la paz social. Sin duda, ello constituirá un cambio de enorme magnitud. Sin embargo, este desarrollo también tiene el potencial de dejar a gran parte de la política en Türkiye «desnuda» y «desprevenida». Porque la política está, en gran medida, construida sobre reflejos generados por el conflicto: se apoya más en la posición que en el contenido, más en la oposición que en la visión.

Desde hace muchos años, la política en Türkiye se desarrolla sobre un terreno que provoca identidades antagónicas y, por ende, polarización. Las campañas electorales, estructuradas en torno a discursos centrados en la seguridad, han intensificado aún más esta polarización en cada ciclo electoral. Uno de los temas más influyentes en el centro de esta polarización es, sin duda, la cuestión del “terrorismo”. La presencia armada del PKK no solo ha sido uno de los fenómenos y problemas más determinantes de Türkiye desde la perspectiva de la seguridad, sino que también ha configurado las formas mismas de hacer política.

El problema principal radica en que, desde hace tiempo, se ha ignorado la distorsión que esta situación ha generado. Los partidos políticos, en particular aquellos actores situados en el centro del espectro político, eligieron un estilo político cómodo, relajado y de escaso contenido gracias a la atmósfera creada por el terrorismo armado. Esta forma de política cómoda no solo impregnó al partido gobernante, sino también a los partidos de centro en la oposición. Bastaba con un poco de retórica y algo de grandilocuencia.

¿Pero qué sucederá si el PKK abandona por completo las armas?

La desaparición de los reflejos políticos a los que está acostumbrada la sociedad, del lenguaje polarizador y de las agendas centradas en la seguridad exigirá una reconstrucción tanto de la política como de la percepción social. El abandono de las armas por parte del PKK será percibido, en primera instancia, como un avance positivo en términos de reducción de los riesgos para la seguridad y de fortalecimiento de la paz social. Sin duda, ello constituirá un cambio de enorme magnitud. Sin embargo, este desarrollo también tiene el potencial de dejar a gran parte de la política en Türkiye «desnuda» y «desprevenida». Porque la política está, en gran medida, construida sobre reflejos generados por el conflicto: se apoya más en la posición que en el contenido, más en la oposición que en la visión.

El confort político erigido a la sombra del terrorismo

Sabemos que las posiciones políticas en Türkiye llevan mucho tiempo definiéndose en torno al eje del “nosotros” y “ellos”. En esta ecuación, el PKK se había convertido en un elemento funcional tanto para el poder como para la oposición. Aunque no siempre se expresara abiertamente, esta ecuación, que resultaba útil para los partidos, fue desmantelada durante los primeros años del AKP. Por un lado, se distinguió entre el terrorismo y la cuestión kurda, y se implementó una perspectiva general de democratización dirigida a toda la sociedad y también a los kurdos. Por otro lado, se combatieron las actividades terroristas llevadas a cabo por la organización. Se desarrollaron actitudes políticas originales que produjeron resultados positivos dignos de consideración.

Sin embargo, se olvidó que la característica más fundamental de Ankara, es decir, del antiguo orden establecido, es su capacidad para transformar y uniformar a los partidos, políticos y corrientes que aspiran a existir con sus diferencias. Se espera que todos los partidos, en lugar de hacer política auténtica, adopten un lenguaje y una actitud conformes con el espacio cómodo existente. Este estilo de política confortable se manifiesta no solo en la falta de contenido, sino también en la debilidad de los reflejos institucionales: paraliza las unidades de investigación de los partidos, sus mecanismos de elaboración de políticas y sus cuadros intelectuales. Cuando no se toma en serio este rasgo y esta capacidad de Ankara, se observa con claridad cómo partidos de distintas cosmovisiones son arrastrados hacia una línea semejante, prefiriendo posiciones seguras pero superficiales en lugar de producir políticas sustantivas. Pueden elaborarse muchas justificaciones para explicar esta situación.

Desde hace tiempo, Ankara pone en práctica esta capacidad a través de la ecuación de las actividades terroristas. Las acciones terroristas llevadas a cabo por la organización funcionan como una justificación fundamental. En consecuencia, hacer política bajo la sombra del terrorismo prioriza la gestión de crisis por encima de la elaboración de estrategias, la producción de soluciones o el fortalecimiento de la paz social. Esto ha convertido el ámbito político en un espacio estéril, más que en uno productivo. No obstante, la verdadera política no debería limitarse a ganar elecciones, sino que, en un mundo que cambia vertiginosamente, exige la construcción de objetivos que transformen la sociedad.

Además, Ankara consolida incluso las bases sociales de los partidos mediante esta ecuación. En lugar de asumir los problemas, abordarlos y producir soluciones, impone una deriva hacia una cautela política. Aunque adoptar posiciones pueda parecer seguro a corto plazo, a largo plazo estas elecciones pueden debilitar la capacidad de producción de contenido de todos los partidos. Sin embargo, este espacio que se percibe como seguro es, al mismo tiempo, un espacio de “irresponsabilidad”. La mayoría de los partidos no siente la necesidad de presentar una visión inclusiva, persuasiva y detallada sobre los problemas fundamentales del país. Esta situación también se legitima a través de las actividades terroristas y las prioridades impuestas por ellas. La atmósfera en la que predominan las armas crea una presión común sobre la política, empujando a los partidos no a producir soluciones, sino a callar y limitarse a adoptar posiciones.

El vacío que revelará el abandono de las armas

El abandono de las armas por parte del PKK no solo significaría el colapso de la ecuación a la que me he referido, propia de Ankara y del antiguo orden establecido, sino que también podría marcar el fin de la política confortable. Porque se cerraría el ciclo de consolidar al electorado y de hacer política a través de las actividades terroristas. Los políticos tendrían que existir gracias a sus propuestas de soluciones, a sus proyectos económicos y sociales, y a su capacidad de inclusión cultural. En ese contexto, la política se volvería no solo más auténtica, sino también más difícil. Terminaría la era de los políticos que no saben más que recurrir a una retórica memorizada. Ya no destacarían figuras artificiales formadas en talleres de desarrollo personal, sino aquellas auténticas. La lucha política misma tendría que asentarse sobre una base genuina.

Además, en un período sin armas, no solo los partidos de centro, sino todos los partidos se enfrentarán a una prueba distinta. La desaparición del elemento armado también transformará a los partidos que hacen política ideológica y basada en identidades. Por ejemplo, el Partido DEM, o cualquier nuevo mecanismo de representación que pueda surgir en su línea, tendrá que revisar sus formas de hacer política en este nuevo proceso. El nuevo clima político que describimos ofrecerá a los partidos que practican la política identitaria la oportunidad de reforzar sus reivindicaciones de legitimidad en un terreno democrático. Esta oportunidad no solo será válida para los partidos vinculados a la línea del movimiento armado, sino también para aquellos actores que realizan política basada en identidades nacionalistas, conservadoras o secularistas. La ausencia del terrorismo obligará a redefinir las identidades y a transformar las formas de representación sobre una base civil.

La situación que describimos no se reducirá a una cuestión de posicionamiento político, sino que constituirá un proceso de construcción de una nueva identidad y un nuevo lenguaje dentro de la política democrática. Entraremos en un período en el que para todos los actores políticos se producirá una separación entre lo auténtico y lo meramente simbólico o aparente. Por lo tanto, no solo los partidos de centro, sino también aquellos actores que priorizan la política ideológica, étnica y basada en identidades tendrán que afrontar las exigencias de esta nueva época.

Todos podemos observar que los partidos de centro se han mantenido alejados durante mucho tiempo de la producción de una política genuina. Esta tendencia no afecta únicamente a los partidos en el poder, sino que se ha extendido a todos los partidos que han tenido influencia en la política de centro durante años. Como resultado, comenzaron a manifestarse diferentes carencias en cada partido: aquellos que construyen lealtades políticas sobre los servicios locales, la asistencia social y los valores tradicionales, pero que muestran debilidades en cuanto a transformación democrática, libertades y multiculturalismo…; los que logran apelar con éxito a los electores urbanos y secularizados, pero que aún no alcanzan la profundidad necesaria para construir una nueva visión económica o una política identitaria inclusiva… Podríamos multiplicar estos ejemplos. En realidad, puede decirse que la aparición de esta situación también se debe a la preferencia de los partidos políticos por actividades “de visibilidad” en lugar de una lucha política auténtica.

El votante estéril y el problema de visión

Si se examina cuidadosamente la lucha política en el país, se observa que el comportamiento electoral también se ha ido volviendo cada vez más estéril. El votante estéril es aquel que define su preferencia política principalmente en función de la pertenencia identitaria y que prioriza la representación simbólica por encima del contenido político. Esta situación reduce la presión sobre los partidos para rendir cuentas y renovarse políticamente, restringiendo su capacidad de autocrítica y su participación en una verdadera lucha política. Sin embargo, en un clima político sin terrorismo, el votante comenzará a exigir mucho más de los partidos. Cuestiones como la educación, una visión de ciudadanía igualitaria, planes para reducir las disparidades regionales en el desarrollo, objetivos de democratización, libertad de prensa, libertad de expresión y una reforma judicial… en definitiva, una democracia plena.

En un contexto así, no se valorará tanto si “realizan actividades en nuestra localidad” como qué visión tienen del país y qué piensan sobre su futuro. Además, los partidos políticos tienen la responsabilidad de transformar a los votantes. No se trata solo de satisfacer sus demandas, sino también de hacerles soñar con un futuro más justo, más libre y más igualitario; esto forma parte esencial de la visión política. Y precisamente esta será la cuestión que más incomodará a los partidos existentes.

El momento de enfrentar la política real

El abandono de las armas por parte del PKK representaría una oportunidad histórica para Türkiye. Pero esta oportunidad será valiosa no solo porque callen las armas, sino porque hable la política. Para los partidos políticos, y especialmente para los partidos del centro, ello significará el final de las zonas de confort antes mencionadas. Será necesario producir políticas genuinas que respondan a las necesidades de la sociedad, sin escudarse en nada ni limitarse a meras actividades; y esto es válido no solo para el partido en el poder, sino para todos los partidos que durante mucho tiempo han ocupado el centro del espectro político.

Una Türkiye sin terrorismo pondrá a los partidos frente al espejo. Se responderá entonces a las preguntas de quién es visionario y quién es reactivo, quién es inclusivo y quién es excluyente, quién produce políticas y quién simplemente adopta posiciones. Mirarse en ese espejo requiere valentía. Pero ya no podemos eludirlo. Porque hacer política no puede reducirse a la lucha contra el terrorismo; también debe hacerse con justicia, bienestar, igualdad y una visión compartida de futuro.

Con el fin del terrorismo, la política se quedará sin excusas. Y no solo la política: también los medios de comunicación, la academia y la sociedad civil deben prepararse para esta nueva etapa. Los problemas crónicos de Türkiye ya no podrán superarse mediante debates vacíos, sino a través del sentido común y un terreno compartido. Bien sabemos que la verdadera política no consiste en tomar posiciones, sino en construir un futuro capaz de albergar todos los colores de la sociedad.

Tal vez, por primera vez, Türkiye está llegando a la antesala de hacer política no con el terror, sino con las ideas; no con el miedo, sino con la esperanza; no con la opresión, sino con el consenso social. Y este umbral no solo es el de los partidos políticos: es el umbral de todos nosotros.

Fuente: perspektifonline.com

Adnan Boynukara

Adnan Boynukara trabajó como ingeniero y gerente en diversas instituciones entre 1987 y 2009. Fue asesor principal en el Ministerio de Justicia de Turquía entre 2009 y 2015. Fue diputado por la provincia de Adıyaman durante los periodos 25º y 26º en el Parlamento de Turquía. Sus áreas de interés incluyen la administración pública, la seguridad, la lucha contra el terrorismo, la resolución de conflictos y los procesos de paz.
Correo electrónico: [email protected]

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