İbrahim Kalın: Las Grandes Tradiciones Comienzan a Morir Cuando Dejan de Formular las Preguntas Correctas

agosto 12, 2025
image_print

El entonces portavoz de la Presidencia de la República, hoy director del Organismo Nacional de Inteligencia (MİT), Prof. Dr. İbrahim Kalın, afirma: «Las grandes tradiciones comienzan a morir cuando dejan de formular las preguntas correctas». De la mano de las preguntas planteadas por el reconocido músico de fama internacional Sami Yusuf, se emprende un viaje significativo hacia las profundidades del arte, la verdad y la tradición.

El diálogo sostenido entre el Prof. Dr. İbrahim Kalın en aquel momento portavoz de la Presidencia de la República y, en la actualidad, director del Organismo Nacional de Inteligencia y el internacionalmente reconocido músico Sami Yusuf constituye una conversación sincera que rastrea las huellas del arte, la espiritualidad, la tradición y las cuestiones fundamentales de nuestra época.

Kalın, con respuestas que en ocasiones albergan honduras filosóficas y, en otras, matices personales, ilumina la búsqueda de la verdad tanto en el plano individual como en el colectivo.

La editorial İnsan Yayınları ha preparado con esmero la transcripción de esta valiosa entrevista, traduciéndola al turco y presentándola a los lectores como parte de un capítulo de libro. Celebrado en 2021, este encuentro no es solo una entrevista: es también un registro de un viaje intelectual que, desde el pasado hasta el presente, persigue valores transmitidos a través del tiempo, una comprensión estética y las “preguntas correctas”.

Sami Yusuf: Señor İbrahim Kalın, es un honor tenerle entre nosotros. Soy un gran admirador suyo y sigo con atención todo su trabajo. Usted es un intelectual, un filósofo y desempeña funciones en una de las más altas instituciones de su país. Además, es verdaderamente un músico extraordinario. Le agradezco mucho por concederme esta entrevista.

İbrahim Kalın: Le agradezco yo a usted por sus palabras tan amables; creo que no las merezco. Son, más bien, un reflejo de la belleza de su espíritu. Muchas gracias. También yo soy un gran admirador suyo. Lo que hace usted a través de la música es realmente notable; es algo que va más allá de la música misma. Es un auténtico viaje, en el que nos lleva a muchos de nosotros a recorrer lugares hermosos, siendo luz y esperanza en momentos de oscuridad y desesperanza. Por ello, le estoy profundamente agradecido.

Sami Yusuf: Gracias a usted. Quisiera formularle la pregunta del millón: usted realiza un trabajo admirable en muchos ámbitos. ¿Cómo es posible llevar a cabo todo ello? En medio de la dispersión, el ruido y los problemas interminables del mundo moderno, ¿cómo logra mantenerse en equilibrio?, ¿cómo construye ese equilibrio?

İbrahim Kalın: Siempre he creído que, para poder hacer algo, debo apoyarme en algún punto de referencia. Si voy a emprender un viaje, debo partir de un lugar, tener una meta y un sentido de dirección. Igual que cuando uno va al mercado con un propósito definido, o emprende un viaje para adquirir conocimientos, o aspira a ser profesor o profesional en cualquier campo: siempre debe existir un objetivo en la mente. Para alcanzarlo, es necesario tener un propósito, una idea. Esta reflexión me llevó de nuevo a nuestro concepto tradicional de ḥikma la sabiduría. Al estudiar a los filósofos, pensadores, eruditos y sufíes musulmanes, llegué a la conclusión de que nuestras acciones, pensamientos, sentimientos, razón y corazón deben estar guiados por la sabiduría. Porque la sabiduría constituye la finalidad última de lo que hacemos. Sea usted físico, médico, político, erudito o poeta… siempre debe existir una razón que explique lo que se hace. Esto forma parte de nuestra búsqueda de sentido, y nos movemos impulsados por esa búsqueda de sentido.

Sami Yusuf: Sin duda, sin sentido no podríamos hacer absolutamente nada.

İbrahim Kalın: Los nihilistas afirmaron que en el mundo moderno no existe ningún sentido y que estamos condenados a vivir sin significado. Sin embargo, en lo más profundo de nosotros sabemos que existe una cuestión sobre cómo descubrir ese sentido, cómo reconocerlo y cómo ofrecerlo a los demás. Sí, es un gran asunto, y en realidad sabemos que no podemos vivir sin un significado en nuestras vidas. La ausencia de sentido no puede ser, ni siquiera desde el punto de vista lógico, una respuesta a nuestra búsqueda de significado. Por supuesto, se podría decir que la propia carencia de sentido constituye una respuesta; sin embargo, ello sería contradictorio en sí mismo y carecería de coherencia.

Yo mismo he intentado comprender lo que hago, y todo esto me condujo a una comprensión de la realidad como un fenómeno multidimensional. La manera en que interpreto mi propia existencia en este mundo desde la política hasta la música, desde el ámbito académico hasta las cuestiones sociales me ha revelado que la realidad posee múltiples capas. Por ello, mi respuesta también debe ser multicapas. Lo que quiero decir es que, si no puedo reducir la verdad a un solo componente y lógicamente no puedo hacerlo, pues el mundo es demasiado rico y la realidad, demasiado plural, entonces debo disponer de capacidades e inclinaciones intelectuales, espirituales y artísticas para poder responder a los diferentes aspectos de la realidad.

Si hemos de ser sinceros, nos hemos perdido en este mundo: en un mundo de ruido y de velocidad excesiva, tendemos a exagerar todo. En tal contexto, es evidente que necesitamos tiempo para la introspección. Debemos detenernos un momento.

Sami Yusuf: ¿Y cómo logra usted hacerlo?

İbrahim Kalın: Es difícil, porque el mundo pasa a nuestro lado y se mueve muy rápido. Pero, como dijo una vez Tolstói: “Si corres por un hermoso jardín, no verás ninguna de sus flores”. Debes desacelerar un poco; detenerte, a veces, ante una rosa, un tulipán o un lirio, y atestiguar la belleza de esa flor. Si únicamente pasas de largo, con prisas, entonces no estás realmente en ese jardín y, por tanto, te estás perdiendo mucho. Basta con ir un poco más despacio. Pero, por supuesto, hay que hacerlo sin descuidar las obligaciones, sin quedar rezagado. Por eso hay que centrarse en lo que es importante, tener prioridades. De lo contrario, puedes gastar todo tu tiempo y toda tu jornada en asuntos secundarios, de poca relevancia, que te apartan de lo esencial.

Si posees un sentido de dirección, un universo de significado, un propósito que te impulsa a hacer todo esto, entonces podrás gestionar mejor tu tiempo. En realidad, Dios te concede bendición, multiplica tu tiempo, y tus veinticuatro horas se convierten, de pronto, en mucho más que un simple valor medido por un reloj. Hay momentos y estoy seguro de que todos lo han experimentado en que apenas un minuto, diez minutos o una hora equivalen a días de trabajo o de conversación, porque ese tiempo transcurre con gran intensidad, productividad y profundidad. Esto es sumamente importante.

Siempre he sentido que, como seres finitos y mortales que somos, el tiempo mundano en el que vivimos es apenas una gota procedente de la eternidad. Estamos siempre vinculados a la eternidad, aunque no seamos conscientes de ello. Sin embargo, en estados de contemplación, en la música, en la espiritualidad, en la oración o ante una pérdida, un trauma o un gran acontecimiento, uno siente como si estuviera tocando la eternidad. En un instante de amor y compasión intensos, también se está unido a ese instante eterno. Piensa en el amor que sientes hacia tu hijo, tu esposa o tus padres: también entonces experimentas esa conexión con el instante eterno. Todo esto trae bendición a tu tiempo. Te conviertes en un principio que se motiva a sí mismo. Buscas comprender lo que haces, infundir sentido a tus acciones. Quieres hacer algo que puedas explicar: “Hago esto porque tengo una buena razón para hacerlo”.

Sami Yusuf: Esto debe de ser especialmente difícil en un mundo donde se nos susurra constantemente al oído que nada tiene sentido, ¿verdad?

İbrahim Kalın: Sí, así susurra el mundo moderno: «El mundo es una composición de elementos materiales: neutrones, protones, sustancias químicas, energía y materia… El mundo no posee un significado trascendente. El mundo es únicamente lo que ves en su apariencia; acéptalo así». Pero, en lo más hondo, sabemos que somos algo más que eso y que, como seres humanos, buscamos ese significado. La ḥikma la sabiduría nos brinda precisamente ese espacio: nos muestra cómo alcanzar ese sentido y cómo encarnarlo en nuestra vida.

En nuestra tradición poseemos la unidad de lo verdadero, lo bueno y lo bello: la lógica, la ética y la estética. Son realidades indivisibles, compuestas de una sola esencia. Si algo es “bueno”, ha de ser “verdadero” y, por ende, sustentarse en la verdad. Si algo es “bueno” y “verdadero”, entonces ha de ser también “bello”. Y si algo es “bello”, debe apoyarse en lo “verdadero” y en lo “bueno”.

Hoy, sin embargo, tenemos prioridades muy distintas respecto a qué entendemos por lo bueno, lo verdadero y lo bello. Vivimos en un sistema de valores muy diferente, en el que el beneficio, la productividad y la eficiencia se miden en cifras cuantitativas: lo numérica y estadísticamente mayor es considerado mejor. Hemos perdido la calidad en nuestra vida y la calidad de vida nos ha abandonado. Por eso los educadores insisten en que debemos pasar “tiempo de calidad” con nuestros hijos, como si parte del tiempo que pasamos con ellos pudiera ser de “baja calidad”. Los niños están siendo intoxicados con todas esas imágenes y mensajes; y luego, para remediarlo, tratamos de dedicarles tiempo de calidad… pero, para entonces, ya es demasiado tarde.

No se puede competir con la velocidad del mundo moderno; no se puede competir con las redes sociales, con los instantes de placer efímero que se consumen rápidamente, con la búsqueda de la gratificación. Esa calidad hay que incorporarla al tiempo que vivimos y a nuestra vida como un estilo de vida. Supongamos que logramos incluirla, digamos, una hora diaria y dudo que muchas personas puedan siquiera conseguirlo; entre compromisos laborales, agendas y planes diarios, acabamos perdiéndolo todo.

Por eso, en el sentido tradicional, la ḥikma nos recuerda que lo que hacemos debe estar sustentado en la verdad. Nos muestra, desde la lógica, qué es lo que debe considerarse verdadero. Nuestras acciones han de basarse, éticamente, en el bien y en la virtud, y han de reflejar la dimensión bella de nuestra existencia. Estéticamente, debemos rodearnos de cosas bellas para que nuestro corazón y nuestra mente trabajen en armonía. No olvidemos que la belleza nunca es un lujo.

Sami Yusuf: En el mundo moderno, la belleza se ha convertido en algo que se compra y se vende.

İbrahim Kalın: Se ha mercantilizado. Las cosas bellas, los objetos hermosos, las casas hermosas, etc., se han transformado en bienes costosos que solo las personas adineradas pueden poseer. Esto es un grave error. En el sentido tradicional, la belleza nunca ha sido un producto comercial. Por ejemplo, cuando se construía una mezquita o se tejía una alfombra, no se hacía para venderla o convertirla en mercancía, sino por su significado sagrado y su belleza. Por supuesto, en aquel mundo también había quien patrocinaba y pagaba por ello, pero seguía una lógica estética propia y nunca se concebía como un objeto en venta. El arte caligráfico, la música, la arquitectura… existían para ayudarnos en nuestra búsqueda de sentido y para aportar calidad a nuestra vida.

Cuando escuchamos música, vemos que todos esos músicos están inmersos en un viaje. Lo advertimos, por ejemplo, en compositores del mundo occidental como Corelli, Vivaldi, Telemann o Bach, o en músicos del mundo musulmán como Nusrat Fateh Ali Khan, Umm Kulthum, Neşet Ertaş o Âşık Veysel. Ellos nos muestran el camino que han recorrido y nos dicen: «Esto es lo que yo poseo; si te gusta, puedes venir y acompañarme». De ese modo, podemos contemplar ese viaje desde experiencias distintas. Todo ello nos transmite un sentido de unidad. Empezamos a mirar todas las cosas desde una perspectiva más integradora. Sí, soy un funcionario del gobierno, escribo libros, trato de hacer música y de explicar a la gente lo que hago. El esfuerzo común que subyace a todo ello es mostrar que lo que hago tiene un significado, tanto para mí como para los demás.

Sami Yusuf: Usted hace mucho más que intentar hacer música.

İbrahim Kalın: Gracias, es usted muy amable. Es un placer escuchar eso de su parte. Al final, todas estas cosas adquieren sentido solo cuando se mantienen unidas. Cuando las dividimos y las clasificamos, pierden su integridad. Todos nosotros aspiramos a vivir una vida íntegra, no solo intelectualmente, sino también con nuestro corazón y nuestros sentimientos.

Sami Yusuf: Ha dicho usted muchas cosas; cada una abre una nueva puerta. Ha hablado con un tono filosófico, lo cual me parece maravilloso; yo soy un estudiante en este campo. Usted es un maestro y un profesor consumado. Ha hablado de diferentes realidades, y esto me recuerda a las palabras de uno de nuestros sabios: «Lo que falta en el mundo actual es un conocimiento profundo de la esencia y la naturaleza de las cosas». Dentro de sí mismas, ¿cuáles son esas realidades y, como usted ha señalado, las diversas capas de la realidad?

İbrahim Kalın: Esta es una pregunta fundamental. El reduccionismo es una de las enfermedades filosóficas del mundo moderno. Tendemos a reducir un sistema vasto a uno de sus componentes, pensando que así podremos controlarlo. Es una función de control: si lo mantienes en un nivel simple, entonces obtienes el control y puedes manipularlo. Por desgracia, esta es la fuerza motriz detrás de muchas ideas científicas reduccionistas en el mundo moderno, porque el capitalismo moderno está guiado por la idea de control. El resultado es el siguiente: «Si puedo controlarte, puedo definirte. Y entonces puedo venderte más productos». Suena terrible, pero, al final del día, esta es la lógica que subyace a los hechos. Todas las investigaciones estadísticas, los estudios psicológicos en redes sociales, los análisis de patrones de comportamiento, algoritmos y tendencias… todo está orientado a comprender lo que te gusta, lo que prefieres, para poder influir en tus elecciones y hábitos.

Sami Yusuf: Y al final, me ponen opciones delante para venderme más productos, ¿no es así?

İbrahim Kalın: Ese es el núcleo del capitalismo moderno. Así, el control se convierte en una función del capitalismo. La ciencia, el conocimiento, la investigación… todo ello se transforma en una vía distinta para controlar a usted y al cliente. El ser humano solo adquiere valor y significado cuando es un “cliente” al que se le puede vender un producto. En el mundo moderno, ya no somos aquellas criaturas que portan en su alma el soplo divino; somos únicamente clientes. Para el capitalismo, solo existen dos tipos de personas: o bien somos clientes, o bien somos clientes potenciales.

La cuestión del control tiene que ver con la simplicidad: si logro mantener algo simple, es decir, reducir toda esa complejidad a uno o dos componentes, entonces puedo controlarlo todo con solo pulsar un botón.

Recordará lo que ocurre en The Truman Show y cómo estaba estructurada la vida del protagonista: su vida era controlada de un modo particular, y él ignoraba que estaba atrapado. Formaba parte de un sistema, vivía una existencia falsa. No sabía que todo había sido construido únicamente para servir a la televisión y vender productos. En una escena, su esposa se le acerca y le dice: «Hoy quiero cocinarte esta pasta». Ese momento no era más que publicidad encubierta. ¡Una situación profundamente inhumana! The Truman Show se rodó en 1998, hace casi treinta años. Lo insólito hoy es que, a través de las redes sociales, todo el mundo parece querer formar parte de su propio Truman Show: «Quiero compartirlo todo, quiero publicar cada fotografía, quiero ganar la aprobación de los demás, y quiero vivir otra vida en las redes sociales, en la realidad virtual…».

Sami Yusuf: ¿Qué ha pasado con nuestra intimidad, con nuestra identidad?

İbrahim Kalın: Te rediseñas cada día conforme a las modas y tendencias más recientes, y al hacerlo, dejas de ser tú mismo. En realidad, el capitalismo moderno promueve esto para poder controlarte. El problema es que la realidad es un fenómeno mucho más complejo que la simple reducción a uno de sus componentes. Como dijeron nuestros filósofos musulmanes y, en la tradición occidental, Heidegger, el ser (wujūd), en sentido filosófico, es algo más que la suma de los entes particulares. Yo soy más que la colección de mis órganos. Soy más que mis manos, mis pies o mis ojos. Sí, son parte de mí, pero juntos constituyen algo más que la suma de sus partes. No se me puede reducir a mi mano, a mi ojo o a mi oído. Soy un todo. Esa es la naturaleza de la realidad, y por eso debo tratar de comprenderla en diferentes niveles. El todo, en efecto, siempre es más que la suma de sus partes.

Para entender las cosas físicas, dispongo de herramientas en el plano material: muevo objetos, reacciono ante ellos. En el plano de las ideas, empleo la razón y reacciono ante la realidad desde ahí. En el plano de la imaginación (ʿālam al-khayāl), viajo entre diferentes niveles de la realidad. La poesía, la música, la religión, la metafísica, la novela… todas responden a un aspecto específico de la realidad. Si reduzco toda esta complejidad a un único elemento, me pierdo la naturaleza increíblemente rica de la realidad, y creo que esa riqueza es algo que hemos olvidado en el mundo moderno.

También olvidamos que la sencillez no equivale al reduccionismo. Uno puede ser extremadamente sencillo y, al mismo tiempo, tener detrás una complejidad inmensa. Como se dice: «La sencillez es la máxima sofisticación». Se trata de expresar algo de manera simple sin reducirlo a un solo componente o elemento. Como sucede con su música… Usted transmite algo, y con la idea y la emoción presentes en esa canción comienza un viaje, una invitación a que nos unamos a usted. A veces, los músicos lo sienten así: el momento más logrado al que se puede llegar en una melodía musical es aquel en el que se alcanza la mayor sencillez. En mi opinión, eso es en realidad un reflejo de los sonidos celestiales: usted los trae aquí o ellos mismos vienen, con su voz eterna, hasta nosotros.

Sami Yusuf: Una interpretación magnífica…

İbrahim Kalın: Eso es lo que siento cada vez que escucho a músicos y compositores fascinantes. Pienso que ascienden hasta el cielo, recogen algo de allí y luego lo interpretan. Me resulta profundamente conmovedor… Este nivel no puede reducirse a ciertos procesos físicos o químicos en mi cerebro, ni a reacciones determinadas. Esos procesos existen, pero afirmar que todo lo que ocurre es puramente químico, algo que sucede en la mente, sería una ofensa a la dignidad humana.

Sami Yusuf: Cada una de estas reflexiones abre nuevas puertas para el cuestionamiento. Aquí, en particular, quisiera preguntarle: ¿por qué en Occidente se produjo un proceso de secularización? ¿Por qué en la tradición islámica, en la civilización hindú y en otras culturas y tradiciones la trayectoria fue algo distinta?

İbrahim Kalın: En pocas palabras, el auge de la modernidad estuvo directamente relacionado con los fracasos de la teología cristiana y con la forma en que el cristianismo tradicional se desarrolló en Occidente. Cuando las iglesias cristianas dejaron de dar respuestas convincentes, cuando perdieron la sabiduría para explicar cómo ocurren las cosas, se abrieron otros campos. La Ilustración se expandió primero por Europa y luego al resto del mundo, convirtiéndose en la tendencia ideológica dominante y en la perspectiva filosófica hegemónica. Por supuesto, esta es una larga historia y una parte importante de nuestro propio relato, porque nos afectó profundamente. Nuestras mentes, las palabras que utilizamos, nuestra terminología, todo quedó moldeado por esas grandes generalizaciones. Por ejemplo, se refiere a la Edad Media como “la Edad Oscura”.

Sami Yusuf: No era tan oscura.

İbrahim Kalın: Hubo momentos oscuros, sí, pero también existen momentos oscuros en la historia del modernismo: genocidios, dos guerras mundiales, armas químicas, armas de destrucción masiva… Son realidades profundamente sombrías, pero no llamamos a nuestra época “edad oscura”. Al contrario, la denominamos “era de la información” o le damos otros muchos nombres. La verdad es que, siempre que una gran tradición deja de formular las preguntas correctas, empieza a morir. Esto es válido para todas las tradiciones. En la tradición islámica ocurrió lo mismo: durante un tiempo, algunos de sus miembros e intelectuales dejaron de plantear las preguntas adecuadas con argumentos como: «No necesitamos esto, nos llevará demasiado lejos, perderemos nuestra fe». No se puede detener el pensamiento humano con el pretexto de proteger la fe. Si lo haces, la fe se vacía de contenido y pierde su capacidad de persuasión.

Sami Yusuf: Y si la pierde, se vuelve puramente emocional.

İbrahim Kalın: Exactamente, se convierte en algo exclusivamente emocional. Y si, al enfrentarse a un debate en un plano intelectual, no tienes buenas y convincentes razones para explicar por qué crees en esa religión, entonces la fe se sentimentaliza, lo cual constituye un peligro grave. Porque, una vez que ese elemento emocional se retira o se reemplaza por otra cosa, ello significa que la fe se ha perdido para siempre. No hay forma de recuperarla. Por eso es necesario mantener sólido el principio intelectual. Lamentablemente, la tradición cristiana lo perdió en los siglos XVII y XVIII: ya no pudo ofrecer nuevas respuestas.

Dejar de formular preguntas es un riesgo enorme para cualquier tradición. Comenzar a hacer las preguntas equivocadas también es problemático: te pierdes. Hay que identificar cuáles son las preguntas correctas. No se puede huir de ellas. Solo así se mantiene viva y dinámica una tradición. Tener tradición no significa momificar el pasado. Tampoco significa conservar una idea puramente nostálgica de lo que fue. Tradición significa que se te ha confiado algo muy valioso y que ahora se espera que hagas algo con ello. Si no sabes qué hacer con eso, en realidad estás traicionando tu tradición y no estás haciendo lo que se espera, ni lo que es correcto.

Si has aceptado una tradición, revívala y fortalézcala. Dale vida, añade algo y sé parte de una tradición viva. De lo contrario, la tradición se reduce únicamente a historia. Y lo que necesitamos no es historia: lo que necesitamos es una tradición viva con la que podamos modelar nuestro presente y nuestro futuro. Solo con este enfoque interactivo y dinámico podemos beneficiarnos de la tradición islámica. Sí, en esta tradición hay figuras inmensas, desde al-Fārābī hasta Mullā Ṣadrā, desde el gran músico andalusí Ziryab hasta Mimar Sinan. Pero no queremos limitarnos a admirar sus obras: queremos aprender de ellos, interactuar con ellos. Queremos plantear preguntas a al-Ghazālī y a al-Fārābī y obtener respuestas. Debemos formularles las preguntas de hoy, las de nuestro tiempo, y encontrar respuestas coherentes a través de nuestra razón y nuestro corazón.

Sami Yusuf: Me gusta cómo toca usted el bağlama. La última pieza que le escuché fue una obra de Âşık Veysel. Cuando investigué un poco sobre él, me quedé fascinado. No conocía bien su vida. Por cierto, su voz tiene una calidez muy especial, en un registro medio, y me gusta mucho. Creo que debería hacer más música y publicar más contenido.

İbrahim Kalın: Ante todo, le agradezco de nuevo estas palabras tan amables, especialmente viniendo de usted… Con su música nos ha hecho vivir estados muy diversos y hermosos, impregnados de profunda reflexión, belleza y compasión. Gracias por ello. Porque su música ha traspasado las fronteras del mundo islámico y se ha convertido en una voz global, logrando mucho en este sentido. En cierto modo, esto está en armonía con el espíritu mismo de la música. Como sabe, la palabra “música” proviene de muse, que significa “aquello que inspira”. Cuando uno posee el concepto de inspiración, deja de ser dueño absoluto de lo que hace: recibe algo y lo comparte con los demás. En realidad, esto le hace humilde. Si uno es un verdadero músico o maestro en cualquier disciplina, jamás puede ser arrogante. Sabe que su talento le ha sido concedido. Su tarea es emplearlo de la manera más eficaz y ejecutarlo con humildad para que sea una bendición. Así, lo creado se multiplica espiritualmente y no disminuye cuando se comparte.

Sami Yusuf: Se multiplica porque también es algo contagioso, ¿no?

İbrahim Kalın: Siempre he sentido que la música me abría muchas cosas en la mente y que empezaba a comprender mejor el significado de lo inexpresable en mi espíritu. Hay momentos en los que se alcanza un punto indescriptible. Instantes en los que no hay palabras suficientes para expresar lo que uno lleva en la mente, en el alma y en el corazón… Cuando se llega a ese punto inefable, es cuando se empieza a decir lo más hermoso. Hay que ir hasta ese límite que está más allá de las palabras para poder “hablar en silencio”. A veces, las conversaciones más bellas ocurren en silencio, sin palabras. Cuando estás entre amigos y puedes permanecer callado, ese es el diálogo más bello; nadie pregunta “¿Por qué callamos? ¿Ha pasado algo? ¿Hay algún problema?”. Al contrario, se disfruta del silencio en común. Porque nuestras mentes y nuestras almas están en el lugar donde penetra lo indefinible. ¡Es decir mucho sin decir nada!

La música es un ámbito muy importante al menos para mí: poder expresar sentimientos, ideas y estados sin pronunciar una sola palabra es algo muy valioso. Solo presionando unas notas, se dice algo que te envuelve y te lleva a concentrarte en ese instante. Especialmente cuando se toca con otros, la armonía que surge de ese trabajo colectivo es muy hermosa. Como cantante, compositor o virtuoso, sigues siendo tú mismo, pero también estás con otros. No pierdes tu individualidad, tocas junto a otros. Y, de hecho, si tocas con buenos músicos, notas que ellos sacan lo mejor de ti. Te invitan, te animan e incluso te seducen musicalmente. Cuando eres parte de una orquesta o de un grupo, hay momentos en los que sientes que posees la perfecta armonía entre el conjunto y el individuo. Momentos en los que formas parte de algo más grande que tú mismo, sin perderte en ello… Además, muchas veces de ahí surge una interpretación improvisada.

Cuando tocas con otros músicos, sientes: «¿Podría vivir toda mi vida así? Ahora no soy solo alguien que está tocando esta música, soy parte de una realidad mayor: mi comunidad, mi familia, mis amigos, mi universidad, mi país, la humanidad en general… ¿Podría tener esa sensación de flujo con otros, sin perder mi propio ser, mi personalidad, sin arrogancia?». Porque sé que mi talento se enriquece cuando otros participan en él. Todo esto es lo que me inspira al hacer música: escucharla, tocar un instrumento, transmitir lo inexpresable a través de la música, diciendo mucho más que cualquier palabra que uno pudiera elegir.

Sami Yusuf: Aún no ha explicado cómo hace todo esto. Cualquiera que conozca su trabajo y su vida sabe que es usted productivo, que está muy ocupado, y, sin embargo, consigue hacer muchas cosas. ¿Cómo podemos nosotros obtener esa misma bendición?

İbrahim Kalın: Cuando estás en movimiento constante, empiezas a descubrir cómo puedes hacer muchas cosas a la vez. Cuando estaba en la universidad, como profesor, tenía mi propio tiempo y podía planificar mis tareas. Podía pasar horas en mi despacho, en mi biblioteca. Ahora no tengo ese lujo. Cuando viajo por reuniones oficiales u otros motivos, he descubierto que hay intervalos en los que puedo dedicarme a distintos trabajos. He desarrollado el hábito de hacer cosas en el avión, en el hotel, en tránsito. Si estoy escribiendo algo, siempre llevo conmigo mis libros, mis notas y mi ordenador. No puedo llevar mi saz o mis instrumentos a todas partes, pero siempre están en mi mente y en mi corazón. Incluso a distancia, de forma simbólica o imaginaria, siempre estoy tocando. Aprendes a hacer estas cosas en tu tiempo limitado y das prioridad a lo que consideras importante. Dedicas menos tiempo a lo que es relativamente irrelevante. Por ejemplo, pasas menos tiempo en redes sociales o viendo televisión. No digo que no hagas nada de eso es evidente que no podemos evitarlos por completo, pero podemos hacerlo con moderación, en la medida en que sea necesario para nuestra vida.

En esencia, hay que centrarse en lo que es verdaderamente duradero e importante. Porque todos queremos vincularnos a algo que perdure; no a algo que carezca de resistencia al paso del tiempo, que desaparezca en cinco minutos o en dos días. Queremos aferrarnos a aquello que nos da una sensación de satisfacción perdurable. De lo contrario, los placeres momentáneos, las gratificaciones físicas o materiales, y cosas por el estilo, no tienen fin. Y, además de no tener fin, carecen de una satisfacción espiritual profunda. No hay una respuesta que justifique buscar significados profundos en ellos.

Sami Yusuf: Muchas gracias por honrarnos con su presencia. Teniendo en cuenta que estamos en plena pandemia, atravesamos un tiempo casi sin precedentes. Si fuera posible, sería un placer escucharle decir unas palabras al respecto.

İbrahim Kalın: La COVID-19 ha sido una gran prueba para todos los países. Una catástrofe de tal magnitud nos ha mostrado que no existe realmente una jerarquía entre sociedades o en el interior de ellas. No importa ser rico o pobre, oriental u occidental… Este virus, invisible a simple vista, ha puesto de rodillas a todo el sistema mundial, y todo el sistema mundial ha dado positivo. Por eso debemos actuar con seriedad, con el propósito de extraer lecciones de este proceso.

Fue positivo que empezáramos a aislarnos, a aplicar el distanciamiento social, a usar mascarillas… Pero lo más importante es ser capaces de reflexionar sobre uno mismo sin aislarse interiormente. Si logramos ponernos en cuarentena frente a todo aquello que es malo o mezquino, y desarrollamos esta capacidad, podremos vivir materialmente con menos. Creo que esto es algo que hemos aprendido durante la pandemia: menos, es más.

Como dijo Ernst Friedrich Schumacher hace muchos años: *«Lo pequeño es hermoso» *¹. Una vez más recordamos que lo pequeño es posible, hermoso y más significativo. En realidad, no era necesaria una pandemia global ni una catástrofe semejante para comprenderlo. Como seres humanos, podemos vivir con menor dependencia de las cosas materiales que están por debajo de nosotros. Confiemos en aquello que está por encima de nosotros, y no en lo que se halla por debajo; pues esto último nos arrastra hacia abajo.

Por ello, debemos interpretar este proceso como un conjunto de momentos para reflexionar profunda y exhaustivamente sobre nuestro objetivo fundamental y el sentido de nuestra vida. Se nos ha concedido una abundancia de dones. Ha llegado el momento de comprender el valor de poder respirar, de poder hablar, de poder ver, de poder oír. Debemos comprender y no subestimar jamás la importancia de poder ver la luz del día, escuchar el canto de los pájaros, tocar la fruta que vamos a comer, saborear una cereza o una manzana.

¹ Véase E. F. Schumacher, Small is Beautiful: A Study of Economics as if People Mattered (Londres: Blond & Briggs, 1973).