¿Hablamos un poco de dinero?

julio 24, 2025
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Los esfuerzos del mundo musulmán por resistir al interés y al capitalismo bajo conceptos como la economía islámica o la banca islámica son, sin duda, loables. Sin embargo, quizá la verdadera esperanza provenga de aquellas iniciativas que logran desenmascarar el papel del dinero y, al hacerlo, alivian nuestras almas desgarradas como si las sacudieran hasta lo más profundo.

«Dad de lo que sobra de vuestras riquezas» (Baqarah, 2/219); «Vuestras riquezas y vuestros hijos no son sino una prueba» (Anfal, 8/28): ¡Qué felices aquellos que viven con plena conciencia de estos versículos! Los que trabajan por un sustento lícito, los que con su esfuerzo generan oportunidades laborales para otros, quienes reconocen con justicia el valor del trabajo ajeno, quienes separan parte de sus ganancias para los necesitados, para el Estado y para la sociedad… Qué podríamos decirles, salvo elevar una oración en su nombre. Ustedes son la fuerza de nuestro país, de nuestra sociedad y de la humanidad entera. Que Dios multiplique tanto vuestro número como vuestros medios de sustento…

Pero también están aquellos que llevaron al profesor Ahmet Tabakoğlu a pronunciar estas palabras:
«Hemos fracasado en nuestra prueba con el dinero. ¿La razón? Creímos que, si nos volvíamos ricos, ganaríamos prestigio. Olvidamos que la riqueza exige responsabilidad y, en su lugar, nos hicimos esclavos del dinero. Convertimos la búsqueda de poder y posición en el objetivo central de nuestras vidas, como si así pudiéramos garantizar nuestro porvenir… Incluso, por el poder y el porvenir, el musulmán se ha vuelto el lobo del otro musulmán» (entrevista publicada en la revista Düşünce, número dedicado al “Dinero”).

Si la verdad y la realidad se han disociado hasta este punto, entonces ha llegado el momento de poner nuestras cabezas entre las manos y reflexionar profundamente, conversar, compartir nuestras preocupaciones… Debemos hablar, sí, pero nuestras palabras deben merecer ser pronunciadas; hemos de estar a la altura de aquello que decimos. Cuando limitamos nuestra mirada con enfoques superficiales, no solo oscurecemos los problemas, sino también los caminos para resolverlos. Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo… La palabra es el hogar del ser. El ser se manifiesta a través de la palabra; y si no comprendemos esta palabra desde nuestra propia condición, no podemos establecer vínculo alguno con la Verdad. Para quien cree, sin duda, la palabra de Dios es el principio de todo y la base de cuanto ocurre. No obstante, también se nos ha dicho: «¿Acaso no reflexionáis?». A partir de este mandato, se ha arraigado la convicción de que “todos los libros existen para comprender un solo Libro”. En el mundo contemporáneo, la palabra sigue fluyendo, arrastrando tanto la filosofía como la ciencia en su corriente. Aquello que nos resulte útil de ambos saberes, debemos integrarlo en nuestro propio entendimiento.

Los razonamientos que se hacen sin tener en cuenta la etimología de las palabras y los conceptos, los significados que han adquirido a lo largo de la historia y las culturas, así como la potencia y los límites de la capacidad humana de comprensión, difícilmente pueden considerarse verdaderamente eruditos. No logran impulsar nuestra conciencia hacia la Verdad. Tomemos, por ejemplo, el concepto de “espíritu” (rúh)… En el Corán, es posible aprender muchísimo sobre este término tanto en los comentarios tradicionales como en los estudios académicos de las facultades de teología. Lo primero que uno percibe al adentrarse en esta literatura es cuán difícil resulta comprender e interpretar de manera rigurosa los versículos relativos al “espíritu”. A esta dificultad intrínseca se suman, en los tiempos modernos, los desplazamientos semánticos que se producen en casi todas las lenguas. En turco, por ejemplo, cuando decimos “ruh” (espíritu), se evocan hoy en día múltiples significados distintos. Basta con recordar que mi especialidad profesional lleva por nombre oficial “salud y enfermedades del espíritu”, ¿hace falta añadir algo más?

En resumen, hablemos, sí, pero es necesario que quien toma la palabra delimite con claridad aquello sobre lo que va a hablar, y que evite traspasar sus propios márgenes. En mi caso, entiendo un poco de filosofía, y algo más de psicología. Por ello, he decidido leer, reflexionar y escribir sobre la filosofía y la psicología del dinero.

Vamos a hablar de la filosofía y la psicología del dinero, pero incluso observar la evolución histórica del término “economía” ya resulta en sí mismo inquietante. En la Antigua Grecia, “economía” (oikonomía) significaba literalmente “la ley de administración del hogar o de lo doméstico”. Más tarde, hacia 1615, aparece por primera vez la noción de “economía política”, que implica pensar simultáneamente en lo privado el hogar y en la administración del Estado. Con la economía política, se abandona la perspectiva ética tradicional y religiosa, y se abre camino la idea del ser humano como “homo economicus”. Poco a poco, la economía comienza a definirse como “la ciencia que busca asignar los recursos escasos entre necesidades infinitas de forma equilibrada”, y se desarrollan conceptos como “economía nacional” o “macroeconomía”. Pero todo esto aún no es suficiente para que la economía sea aceptada como una “ciencia pura”. Para ello, era necesario eliminar tanto la incertidumbre como el contexto histórico, y otorgar a las matemáticas el papel de guía. Esto lo logró Paul Samuelson, premio Nobel de Economía en 1970. A partir de entonces, con la globalización, se empieza a hablar de una liberalización financiera que trasciende los límites espaciales y políticos.

En este largo proceso, también han cambiado las funciones tradicionales del dinero como medio de intercambio, unidad de cuenta y reserva de valor. Pretender hablar del dinero sin comprender estas transformaciones especialmente las que surgieron con el papel moneda es prácticamente imposible. Mustafa Özel afirma que “quien abordó con sabiduría envidiable, antes de que el papel moneda se convirtiera en un fenómeno mundial, la naturaleza y el destino del dinero fue Goethe”, y señala que, en su obra Fausto, la cobertura del déficit presupuestario mediante papel moneda y la posterior reactivación de la economía se interpretan como una venta del alma, primero del hombre y luego del Estado, al diablo. Así como la economía política puso fin a la visión religiosa del dinero, el papel moneda acabó con la alquimia, que buscaba obtener oro a partir de otros metales.

Nosotros intentaremos hablar dentro de los límites de la filosofía y la psicología sobre cómo el dinero nos afecta en este mundo posterior a la invención del papel moneda, un mundo radicalmente distinto a los anteriores. Si podemos lograrlo…

“La Filosofía del Dinero”

En estos tiempos modernos que habitamos, nos disponíamos a hablar de la influencia del dinero en nuestras vidas, de cómo nos envuelve en su torbellino y juega con nosotros como el gato con el ratón en definitiva, de la filosofía y la psicología del dinero. Pero antes, es necesario rendir un justo tributo. Sea lo que sea que se diga sobre este tema, todo quedará reducido a una nota al pie de lo que escribió el sociólogo alemán Georg Simmel. Lo nuestro también.

Simmel ocupa un lugar destacado entre los genios injustamente ignorados en el mundo académico. A pesar de haber aportado una mirada profundamente original y penetrante a la sociología, su nombre ha quedado a la sombra de figuras como Marx y Weber. Solo logró el reconocimiento académico en los últimos años de su vida, a los 56 años. Lo conocí mientras investigaba las contribuciones de la sociología a la idea del ser humano como ente colectivo para mi libro “El ser humano, fragmentado: Comunidades, Mentalidades, Identidades” (Editorial Vadi). Admiré tanto su enfoque que consideré oportuno dedicarle una sección entera titulada “La comprensión sociológica ignorada de Georg Simmel”. Su sociología parte de la naturaleza humana y de la relación entre las personas. Por ello, algunos lo han llamado “el Freud de la sociología”. Pero, en mi opinión, esta comparación se queda corta. Simmel comprendió e interpretó antes y mejor que Freud la importancia de la psicología y de los deseos inconscientes en la vida social y en el devenir histórico, sin caer en las extravagancias de la teoría pulsional. Incluso sería justo anotar aquí la huella de Simmel en El malestar en la cultura de Freud.

Simmel escribió:
«Si la historia no ha de ser un juego de marionetas, entonces es historia de fenómenos espirituales… Aunque se diga que la ciencia histórica debe limitarse a relatar los procesos conscientes, lo cierto es que los procesos inconscientes se infiltran en los conscientes de múltiples maneras, hasta tal punto que preparan su terreno, y sin su auxilio resulta imposible una explicación plena de los acontecimientos… Si existiera una psicología con estatus de ciencia normativa, la historiografía sería, en ese mismo sentido, psicología aplicada, como lo es la astronomía respecto a las matemáticas.»

Esta percepción tan aguda sobre la importancia de la psicología se refleja claramente también en su sociología. Para Simmel, ni el concepto de “sociedad” ni el de “individuo” constituyen fundamentos sólidos para la sociología. Afirma que, dado que no existe un punto de anclaje último que otorgue a la sociología el derecho de ser considerada ciencia, no queda más alternativa que apoyarse en la “interacción recíproca”, en la que tanto el individuo como la sociedad se disuelven como fantasmas. La interacción recíproca es, en consecuencia, el objeto principal tanto particular como general que la sociología debe intentar explicar. Simmel se opone a una visión fija y dada de la sociedad, y centra su atención en los procesos mediante los cuales se produce la socialización. Considera que solo podremos acceder al conocimiento de la realidad si analizamos cada proceso hasta sus motivos más elementales y desentrañamos las hebras sociales que, en todo lugar, se encuentran entrelazadas como una compleja trama.

Según Simmel, a medida que la sociedad se complejiza, aumentan las dependencias cuantitativas y estructurales entre los individuos. En la cultura moderna, la creciente diferenciación social genera formas de dependencia que cosifican al ser humano, y de ahí surge una tragedia. Su pensamiento difiere radicalmente del de Marx. A diferencia de este último, Simmel no considera que los problemas económicos y sociales sean exclusivos del capitalismo. Para él, el origen del conflicto radica en la propia naturaleza del ser humano.

Para Simmel, lo valioso no es aquello que se encuentra simplemente lejos y resulta difícil de obtener, ni tampoco lo que está cercano y al alcance de la mano, sino más bien aquello que, aun siendo próximo, exige un gran esfuerzo. En la vida moderna, el dinero adquiere una importancia capital porque proporciona el equipamiento necesario tanto para establecer distancia como para superar dificultades. En este sentido, representa el “espíritu de la época”. A diferencia de la economía basada en el trueque, en la economía moderna el dinero permite una secuencia de intercambios potencialmente infinita. Sin embargo, a medida que el mundo se cosifica más por efecto del dinero, el ser humano se aliena más profundamente. Por ello, Simmel escribe primero La psicología del dinero, y luego su obra monumental, traducida también a nuestro idioma: La filosofía del dinero.

Simmel identifica un vínculo entre la economía monetaria y la hegemonía de la racionalidad. Ambas comparten una misma actitud de neutralidad frente a las personas y a las cosas. Según él:
«El dinero, al hacer mensurable la diversidad de los objetos, al expresar todas las diferencias cualitativas únicamente en términos de magnitudes asignadas, y al presentarse como denominador común de todos los valores precisamente por su falta de color y de distinción, se convierte en el codificador más temible. Horada la esencia de las cosas, corroe de forma irremediable su singularidad, su valor particular, su carácter incomparable… El dinero no solo imprime su sello a la vida económica, sino que también marca el estilo de vida, la visión del mundo, las actitudes valorativas y las formas de interacción entre las personas; incluso determina el ritmo mismo de la existencia.»

Los esfuerzos del mundo musulmán por resistir tanto al interés como al capitalismo bajo nociones como economía islámica o banca islámica son sin duda loables. No obstante, es probable que la verdadera esperanza resida en aquellos intentos que logran descifrar el papel que desempeña el dinero y aliviar nuestras almas sacudidas como si fueran lana cardada.

Prof. Dr. Erol Göka

Prof. Dr. Erol Göka
Nació en 1959 en Denizli, Türkiye. Está casado y es padre de cinco hijos. En 1992 obtuvo el título de profesor asociado en psiquiatría y en 1998 fue nombrado jefe de la Clínica de Psiquiatría del Hospital de Formación e Investigación de Ankara Numune. Actualmente, es el responsable de formación y administración de la Clínica de Psiquiatría del Hospital de la Ciudad de Ankara, adscrito a la Facultad de Medicina de la Universidad de Ciencias de la Salud.

Es miembro del consejo editorial de la revista Türkiye Günlüğü y forma parte de los consejos consultivos de diversas revistas en los campos de la medicina y las ciencias humanas. Por su libro "Comportamiento de Grupo en los Turcos", recibió en 2006 el premio "Intelectual del Año" otorgado por la Unión de Escritores de Türkiye. En 2008, se le concedió el Premio de Ciencia y Estímulo Ziya Gökalp por parte de los Türk Ocakları (Hogares Turcos).
Web: erolgoka.net
Correo electrónico: [email protected]

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