¡El que debe deponer las armas y rendir cuentas es Israel, no Hamás!

octubre 7, 2025
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Con el acuerdo anunciado parece como si Hamás hubiera invadido tierras ajenas y perpetrado masacres, como si siguiera matando con desvergüenza a mujeres y niños; por ello se debate la desmilitarización de Hamás, su disolución y que Gaza sea gobernada no por los gazatíes sino por autoridades externas. Sin embargo, el que debe dejar las armas, disolverse y ser sometido a juicio y castigo es Israel, no Hamás ni el pueblo palestino.

Mientras cualquier acuerdo, negociación o esquema de paz no ponga eso como condición previa, cada paso no hará sino servir de dilación o de legitimación de la ocupación israelí. Mientras no se haga pagar a los culpables la sangre vertida, las vidas arrebatadas, los niños asesinados y las ciudades arrasadas, no existe garantía alguna de que los opresores no continúen expandiéndose hasta nuestras fronteras.

Israel volvió a atacar en aguas internacionales a la Flotilla Sumud, que intentaba llevar ayuda humanitaria a Gaza; detuvo de forma ilegal a los activistas por la libertad procedentes de distintos países y, al no poder asesinarlos, descargó sobre ellos chorros de agua tratando de hundir sus embarcaciones.

Desde hace dos años se impide el ingreso de alimentos y medicinas a Gaza, y las muertes por hambre de niños y civiles han comenzado a multiplicarse. Asimismo, bajo la apariencia de “ayuda” promovida por Trump, decenas de palestinos que acudieron, en situación de desesperación y bajo riesgo mortal, a puntos de reparto para conseguir un pedazo de pan han sido asesinados y centenares quedaron mutilados. Los bombardeos y ataques prosiguen sin respeto alguno por normas éticas no existe salvaguarda de zonas seguras. Miles de civiles, entre ellos numerosos niños, mujeres y ancianos refugiados en sus viviendas, son exterminados; los desplazados que reciben la orden de abandonar sus casas mueren en la carretera a causa de cohetes, francotiradores y fuego de carros de combate. Personas que intentan sobrevivir en condiciones inhumanas en calles, mercados, hospitales o escuelas son sistemáticamente atacadas.

En la Asamblea de la ONU se ha favorecido al atacante y ocupante Estados Unidos e Israel permitiendo que Netanyahu hable; él declara con absoluta claridad que continuará la destrucción de Gaza y que matará a los palestinos supervivientes etiquetándolos como “terroristas”. (No son meras afirmaciones: los hechos lo confirman.)

Mientras muchas naciones reafirman en los foros internacionales su reconocimiento del Estado palestino y denuncian la ocupación, las instituciones multilaterales parecen haberse convertido en aparatos que legitiman la mentalidad invasora de EE. UU., Israel y otros Estados occidentales.

Cuando el impulso internacional favorable a Palestina parecía consolidarse, resulta inaceptable que países árabes y Türkiye suscriban un supuesto “plan de paz” cuya función real es la legitimación de la ocupación y del genocidio, es decir, la entrega de los palestinos a manos de su verdugo. Las intenciones de Israel y de Occidente respecto a la ocupación y la anexión del Oriente Próximo son manifiestas; no lo disimulan. Pero, al percibir que el curso del mundo gira en contra de sus intereses, han elaborado un plan con aparentes ajustes tácticos que les concede tiempo para consumar su obra para culminar el genocidio. Firmar acuerdos con actores tan poco serios e indignos de confianza (EE. UU. e Israel) sin antes detener la matanza equivale a ser cómplice del genocidio y a mirar para otro lado.

Los pueblos, sin embargo, ven con absoluta claridad lo que ocurre y exigen el cese inmediato de esta agresión por el bien del futuro de la humanidad. La tendencia hace pensar que esta lógica expansionista continuará sin freno y que Gaza está siendo usada como campo de ensayo para una catástrofe de proporciones pandémicas.

Bajo la mirada de los medios han sido asesinados deliberadamente miles de niños y civiles. Un pueblo sometido tras muros ha sido expuesto a un genocidio con el fin de lanzar una amenaza al mundo.

El destino del Mavi Marmara, la embarcación que partió desde Türkiye hacia Gaza, es elocuente. En aquel episodio nueve ciudadanos turcos fueron asesinados en aguas internacionales, y Türkiye quedó con una baza legítima para llevar a Israel ante la justicia. En lugar de aprovechar esa oportunidad en nombre del derecho, Türkiye aceptó una indemnización y dejó impune al gobierno de Netanyahu. Esa decisión facilitó que hoy Israel arrase Gaza con la impunidad que conocemos.

Cabe recordar que el partido AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) se afianzó políticamente en Türkiye precisamente por las masivas manifestaciones de protesta contra los primeros ataques a Gaza; el apoyo popular le otorgó legitimidad. Ahora, sin embargo, la influencia de las nuevas flotillas, que partieron con mayor participación, se ha visto reducida por el plan de Trump para consumar la ocupación.

Los países del Golfo y Türkiye no debieron consentir un plan así mientras el genocidio continuara. Las sociedades y Estados del mundo se habían posicionado a favor de Palestina y habían exigido que el genocidio se detuviera de inmediato.

No obstante, con el acuerdo anunciado se pretende presentar la situación como si Hamás hubiera invadido tierras ajenas y cometido masacres, y como si continuara matando con impunidad a mujeres y niños; por ello se plantea la desmilitarización de Hamás, su disolución y que Gaza sea administrada por gestores externos en lugar de por los propios gazatíes. Pero quienes deben deponer las armas, disolverse, rendir cuentas y ser sancionados son Israel, no Hamás ni el pueblo palestino.

Mientras cualquier tratado, negociación o esquema de paz no haga de esto una condición previa, cada paso no será sino una maniobra dilatoria o una legitimación de la ocupación israelí. Mientras no exijamos que se pague por la sangre derramada, por las vidas arrebatadas, por los niños quemados y por las ciudades reducidas a escombros, no existirá garantía alguna de que los opresores no sigan expandiéndose hasta nuestras fronteras.

En Siria, las masacres perpetradas por alauitas, chiíes y fuerzas rusas, semejantes a las cometidas en Gaza, quedaron impunes. Si esas atrocidades permanecen sin castigo, al igual que las de Israel, entonces las palabras han perdido todo sentido.

Israel y sus mentores continúan expandiéndose alimentados por la pasividad de Türkiye y de los Estados árabes, y lo seguirán haciendo incluso mediante golpes de Estado o desórdenes internos, como ocurrió con Mursi en Egipto, recurriendo a la fuerza si lo consideran necesario. Los acuerdos anunciados para ganar tiempo y la marginación de Palestina no detendrán las amenazas que avanzan hacia Türkiye y Siria.

Todo lo sucedido recuerda, de manera inquietante, tanto el destino de Jesús como la historia de José arrojado al pozo por sus propios hermanos. La humanidad lleva dos mil años llorando por el desenlace de Jesús, pero ha olvidado el final de José, que terminó rescatando incluso a quienes lo traicionaron.

Los días de Dios giran y retornan, y tarde o temprano recuerdan a los olvidadizos cada desenlace.

Ayşe Doğu

Investigadora y escritora. Editora de Yarın Yayınları. Escribió y fue editora para las revistas Değişim y Yarın, y para el sitio web haber10.com.
Sitio web personal: http://www.aysedogu.com
Correo electrónico: [email protected]

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