La Nueva Zona de Muerte: Las Fronteras De Gaza Tras El Alto El Fuego

noviembre 26, 2025
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La nueva Línea Amarilla de Gaza constituye el último y quizás más severo ejemplo de las extensas y despiadadas demarcaciones militares destinadas a hacer inviable la vida de los palestinos. Sin embargo, la línea actual resulta aún más devastadora que sus predecesoras: se superpone a un territorio completamente arrasado, sin hospitales operativos y donde la ayuda humanitaria llega únicamente a cuentagotas, asfixiando por completo a una población desplazada que lucha por sobrevivir en condiciones extremas.

La supuesta tregua en Gaza no significó el fin real de las hostilidades, sino un cambio estratégico y cínico en la campaña de genocidio y devastación continua llevada a cabo por Israel.

El 10 de octubre, en el primer día del anuncio del alto el fuego, Israel modificó tácticas: pasó de un bombardeo aéreo indiscriminado a una destrucción calculada y basada en ingeniería dirigida contra viviendas e infraestructuras vitales. Las imágenes satelitales, corroboradas casi hora por hora por informes mediáticos y de campo, confirmaron este cambio sistemático.

Mientras las unidades de combate directas se retiraban aparentemente hacia la zona “perimetral” de Gaza, un nuevo destacamento israelí avanzó hacia la región situada al este de la denominada Línea Amarilla, destruyendo metódicamente todo vestigio de vida, arraigo y civilización que había logrado sobrevivir al genocidio israelí. Entre el 10 de octubre y el 2 de noviembre, Israel demolió 1.500 edificios mediante unidades especiales de ingeniería militar.

El acuerdo de alto el fuego dividió Gaza en dos: al oeste de la Línea Amarilla, el sector donde quedaron recluidos quienes lograron sobrevivir al genocidio israelí; y en el lado oriental, mucho más amplio, la zona donde el ejército israelí mantiene una presencia militar activa y continúa operando con absoluta impunidad.

Si Israel hubiera tenido realmente la intención de evacuar esa zona conforme a la segunda fase pactada del alto el fuego, no habría continuado de manera activa la destrucción sistemática y estructural de un territorio ya devastado. Es evidente que las intenciones israelíes son mucho más siniestras: la región está siendo transformada deliberadamente en un espacio permanentemente inhabitable.

Además de arrasar las infraestructuras, Israel lleva a cabo incesantes ataques aéreos y navales que golpean con brutalidad Rafah y Jan Yunis. Posteriormente y con mayor intensidad comenzó incluso a atacar zonas que, en teoría, deberían estar bajo control de los propios gazatíes.

Según el Ministerio de Salud palestino en Gaza, desde el inicio del supuesto alto el fuego han sido asesinados 260 palestinos y 632 han resultado heridos.

En la práctica, este alto el fuego equivale a una tregua unilateral en la que Israel continúa una guerra despiadada de baja intensidad contra Gaza, mientras que los palestinos son despojados sistemáticamente de su derecho a responder o defenderse. Así, Gaza queda condenada a revivir el mismo ciclo trágico de su historia violenta: una región vulnerable y empobrecida, atrapada bajo el peso de los cálculos militares de un Estado que opera fuera de los límites del derecho internacional.

En 1948, antes de la creación de Israel sobre las ruinas de la Palestina histórica, las fronteras de Gaza no respondían a criterios militares. La región de Gaza una de las cunas más antiguas de la civilización humana había formado siempre parte de un espacio geográfico y socioeconómico mucho más amplio y continuo.

Antes de que los británicos la denominaran “Distrito de Gaza” entre 1920 y 1948, el Imperio Otomano la consideraba una subdivisión (kaza) dentro del más amplio Mutasarrifato de Jerusalén (Distrito Autónomo de Jerusalén).

Sin embargo, incluso bajo esta denominación británica, Gaza no quedó aislada del resto de Palestina; sus fronteras se extendían al norte hasta Al-Majdal (la actual Ascalón), al este hasta Bir al-Saba‘ (Beerseba) y al sur hasta la línea de Rafah, en la frontera con Egipto.

Tras los Acuerdos de Armisticio de 1949 que codificaron las fronteras posteriores a la Nakba comenzó una era de sufrimiento masivo, visible también en la reducción drástica de los límites de Gaza. La amplia región de Gaza fue reducida de forma implacable a la Franja de Gaza, que representa apenas el 1,3% de la superficie total de la Palestina histórica. Su población se disparó con la llegada de más de 200.000 refugiados desesperados expulsados por la Nakba; personas que, junto con sus descendientes, llevan más de 77 años atrapadas en esta estrecha franja de tierra.

Cuando Israel ocupó Gaza de manera permanente en junio de 1967, las fronteras que la separaban del resto de Palestina y del mundo árabe se convirtieron en un elemento integral y duradero. Poco después de la ocupación, Israel comenzó a restringir aún más la movilidad palestina y dividió Gaza en varios sectores. La ubicación y el tamaño de estas fronteras internas respondían a dos objetivos fundamentales: fragmentar a la sociedad palestina para someterla y crear “zonas de amortiguamiento” militares alrededor de campamentos militares israelíes y asentamientos ilegales.

Entre 1967 y la llamada “desconexión” israelí, Israel construyó 21 asentamientos ilegales, junto con múltiples corredores militares y puestos de control, dividiendo de facto la Franja en dos y apropiándose de aproximadamente el 40% de su territorio.

Tras la reubicación de 2005, Israel mantuvo un control absoluto y unilateral sobre las fronteras de Gaza, su acceso marítimo y aéreo, e incluso sobre sus registros de población. Asimismo, creó otra “zona de amortiguamiento” fuertemente fortificada que serpentea por el interior de Gaza a lo largo de sus fronteras norte y este. En esta franja a menudo denominada “zona de muerte” centenares de manifestantes desarmados fueron abatidos con sangre fría, y miles resultaron heridos al acercarse al límite fronterizo.

Incluso el mar de Gaza quedó prácticamente prohibido. Los pescadores fueron confinados de manera inhumana a áreas a veces inferiores a tres millas náuticas, mientras eran simultáneamente rodeados por la armada israelí, que rutinariamente les disparaba, hundía sus embarcaciones y detenía arbitrariamente a sus tripulaciones.

La nueva Línea Amarilla de Gaza es el último y más alarmante ejemplo de las prolongadas y despiadadas líneas fronterizas militares diseñadas para hacer inviable la vida palestina. Pero la línea actual es aún peor que las anteriores: asfixia por completo a una población desplazada en un territorio totalmente arrasado, sin hospitales operativos y con ayuda humanitaria que solo llega en cantidades mínimas.

Para los palestinos, que llevan generaciones resistiendo la fragmentación y el encierro, esta nueva configuración constituye la consecuencia inevitable y desgarradora de un proceso de desposesión multigeneracional.

Si Israel cree que puede imponer esta nueva frontera de Gaza como un statu quo permanente, los próximos meses demostrarán cuán catastróficamente errado está ese cálculo. Tel Aviv ha recreado una versión aún más grave y esencialmente inestable del ciclo de violencia que existía antes del 7 de octubre y del genocidio. Incluso quienes no conocen en profundidad la larga y dolorosa historia de Gaza deben comprender lo siguiente: intentar perpetuar la Línea Amarilla es aferrarse a una ilusión peligrosa y sangrienta.

Fuente:https://znetwork.org/znetarticle/the-new-kill-zone-gazas-borders-after-the-ceasefire/