¿Puede la ira popular en Jordania y Egipto provocar una fractura?

julio 31, 2025
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Los ataques israelíes que desde hace meses azotan Gaza no solo están desgarrando esta tierra milenaria, sino que también han provocado una profunda fractura moral en los países centrales del mundo árabe. La ira que se acumula en las calles de Egipto y Jordania ha alcanzado un nivel que ya resulta difícil de contener. Las imágenes de niños palestinos muriendo de hambre enfrentan a los gobiernos de estos países a una seria prueba de legitimidad ante sus propios pueblos.

Sin embargo, el problema no se limita al ámbito humanitario; se trata también de una ecuación con dimensiones políticas, ideológicas y estratégicas. Tanto Egipto como Jordania han sido objeto de duras críticas por su silencio ante la tragedia humanitaria en Gaza, un silencio que en realidad se alimenta de estructuras profundas y decisiones marcadas por una fuerte dependencia exterior.

En primer lugar, la postura pasiva e ineficaz de ambos países frente a Israel se explica, en esencia, por su alto grado de dependencia de las políticas estadounidenses. Salirse del marco trazado por Washington ya sea en materia de ayuda económica, apoyo militar o respaldo diplomático podría acarrear consecuencias graves para estos regímenes. Por ello, ni El Cairo ni Ammán se atreven a adoptar un discurso contundente contra Israel, ni mucho menos a implementar sanciones concretas o tomar medidas diplomáticas rupturistas. El retiro de embajadores o la suspensión de acuerdos bilaterales ni siquiera figuran en la agenda. La posibilidad de que las decisiones políticas contradigan los intereses estratégicos de Washington es prácticamente nula.

Por otro lado, la cuestión no se limita únicamente a la política exterior. Tanto Egipto como Jordania mantienen una profunda y arraigada aversión, de carácter histórico e ideológico, hacia Hamás, el principal actor que sostiene la resistencia en Gaza. El origen de Hamás en la línea ideológica de los Hermanos Musulmanes y sus vínculos orgánicos con dicha organización complejizan aún más la situación para ambos regímenes. Mientras que en Egipto los Hermanos Musulmanes fueron declarados organización terrorista hace años y completamente reprimidos, en Jordania la estructura aún sobrevive, aunque de forma limitada y sometida a un proceso sistemático de debilitamiento. Por ello, el fortalecimiento de Hamás o su creciente legitimación popular son percibidos por estas autoridades como una amenaza directa a sus equilibrios internos.

El caso jordano ilustra con claridad esta sensibilidad. En los últimos meses, decenas de jóvenes que expresaron su apoyo a Gaza o que planearon acciones contra Israel fueron detenidos, y algunos de ellos condenados a duras penas. Incluso frente al aumento de la indignación pública, los activistas con vínculos emocionales o ideológicos con la resistencia palestina han sido procesados bajo custodia. El gobierno de Ammán ha reiterado en numerosas ocasiones que cualquier acción transfronteriza contra Israel constituye una línea roja inquebrantable para el régimen, y actúa sin concesiones al respecto.

Además, el llamado explícito del dirigente de Hamás en Gaza, Jalil al-Hayya, a los pueblos de Jordania y Egipto para que salgan a las calles con el fin de romper el bloqueo, fue interpretado como una provocación directa a los nervios más sensibles del poder. A raíz de dicha declaración, los medios de comunicación jordanos iniciaron una campaña de deslegitimación contra Hamás, lanzando duras acusaciones y buscando socavar su imagen. El mensaje era inequívoco: “Cualquier llamado que movilice a la calle será considerado por el régimen como una injerencia interna”.

Una situación similar se vive en Egipto. Durante el transcurso de la guerra, el cierre del paso fronterizo de Rafah a la entrada de ayuda humanitaria hacia Gaza generó la percepción de que El Cairo no solo se mantenía en una actitud pasiva, sino que, de facto, colaboraba con el asedio. Más aún, el hecho de que no se permitiera el ingreso de suministros incluso antes de que la zona fronteriza fuera ocupada por Israel provocó una profunda decepción en la opinión pública egipcia. Las imágenes de niños gazatíes muriendo de hambre causaron una herida moral significativa en la conciencia del pueblo egipcio. Las palabras de Jalil al-Hayya “¿Permanecerá Egipto en silencio mientras Gaza muere de hambre?” no solo interpelaron al gobierno, sino que también conmovieron a amplios sectores de la sociedad.

Ante la creciente presión social, el presidente Abdelfatah al-Sisi intentó calmar los ánimos declarando públicamente que “Egipto no forma parte del bloqueo”, atribuyendo toda la responsabilidad a Israel. No obstante, estas declaraciones no lograron mitigar ni la indignación colectiva ni la gravedad percibida de la crisis.

Las reacciones populares no son algo que los gobiernos puedan desestimar con facilidad. Tanto Egipto como Jordania son sociedades que enfrentan severas crisis económicas, niveles crecientes de pobreza y un clima de represión política sostenida. En este contexto, la causa palestina corre el riesgo de transformarse en una forma de insurrección moral que se articula con otros descontentos sociales preexistentes. En el caso de Jordania, la importante proporción de población de origen palestino obliga al régimen a actuar con mayor cautela. Sin embargo, lo que se observa hasta el momento es un abismo cada vez más profundo entre el Estado y la ciudadanía, una brecha que continúa ensanchándose día tras día.

En definitiva, los gobiernos de Ammán y El Cairo podrían lograr, a corto plazo, sofocar la movilización popular mediante medidas de seguridad. Sin embargo, esta estrategia no hará sino erosionar aún más su legitimidad en el mediano y largo plazo. La sangre derramada en Gaza, las lágrimas de los inocentes y la muerte por inanición de niños palestinos no serán reclamadas únicamente a Israel, sino también a quienes optaron por el silencio.

La indignación acumulada en la conciencia de los pueblos no se limita a una reacción frente a la política exterior: constituye, al mismo tiempo, el terreno fértil para una futura confrontación interna. Y a medida que se aproxima el momento de esa confrontación, la presión sobre los regímenes se intensificará inevitablemente.

Bekir Gündoğdu

Investigador y escritor. Ha trabajado en diversas funciones en los campos de la política, la sociedad civil y los medios de comunicación. Actualmente continúa su trabajo en la edición de nuevos medios y la publicación en internet.
Correo electrónico: [email protected]

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