¿Un Escenario ETA? Proceso de Autodisolución del PKK a la Luz de la Experiencia Europea

mayo 19, 2025
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El proceso de autodisolución del PKK, tal como se ha desarrollado hasta ahora, presenta similitudes significativas con el modelo centrado en la seguridad, la diplomacia y la presión política que caracterizó la desactivación de ETA. Las operaciones militares multifacéticas de Ankara, su cooperación transfronteriza en inteligencia con el Gobierno Regional del Kurdistán Iraquí (GRKI), y el colapso de la estrategia de profundidad regional tras la caída del régimen de Bashar al-Asad en Siria, han privado al grupo de una capacidad sostenida para la lucha armada. Este panorama remite no tanto al esquema de negociación y reformas institucionales del IRA, sino más bien al modelo de ETA, basado en la presión política, el aislamiento internacional y la pérdida de legitimidad.

La autodisolución de organizaciones terroristas armadas no puede explicarse únicamente por el agotamiento de sus dinámicas internas. Este tipo de procesos señalan una transformación compleja, determinada por la capacidad reformadora del Estado, la presión social por legitimidad y la configuración del contexto internacional. La carta publicada el 27 de febrero de 2025 por Abdullah Öcalan, a través de sus abogados, instando al PKK a abandonar la lucha armada y disolverse, constituye un umbral histórico que podría marcar una ruptura en el conflicto que ya dura más de cuatro décadas. Öcalan justificó su llamado afirmando que la lucha armada pertenece al pasado y que se han generado las condiciones para una solución política en esta nueva etapa.

El primer paso concreto tras el llamado de Öcalan fue el anuncio de un alto el fuego unilateral el 1 de marzo. Luego, entre el 5 y el 7 de mayo de 2025, durante el 12.º Congreso del PKK celebrado en el norte de Irak, se adoptaron decisiones consideradas históricas. Tras el congreso, la organización declaró que anunciaría próximamente un calendario para el desarme y la autodisolución. Según informaciones difundidas por la prensa, los delegados tomaron como referencia central la carta de Öcalan y debatieron una hoja de ruta de cuatro etapas que incluía la disolución del grupo, aunque los detalles se mantuvieron en reserva. Si bien estas señales han despertado un optimismo cauteloso en Türkiye, tanto el gobierno como la opinión pública kurda exigen un calendario concreto. Las autoridades subrayan que la decisión de disolución sólo será válida si incluye a todas las fracciones del movimiento.

La fragilidad del proceso guarda relación con la estructura descentralizada del PKK. Bajo el paraguas de la KCK, el grupo se compone de múltiples ramas, como el PYD/YPG en Siria, el PJAK en Irán, y varias unidades autónomas en la frontera iraquí-siria. Por ello, Türkiye espera no sólo el fin de las armas en el eje PKK-Türkiye, sino también la desactivación simultánea de toda la red regional. Este punto marca una diferencia clave respecto a las experiencias europeas de disolución, ya que tanto el IRA como ETA eran estructuras más homogéneas y geográficamente acotadas.

La evolución del proceso del PKK se asemeja mucho más al de ETA desde el anuncio del alto el fuego unilateral en septiembre de 2010 hasta su autodisolución que al prolongado diálogo político que condujo al Acuerdo de Viernes Santo en Irlanda del Norte. El desarme y disolución de ETA se estructuraron en tres etapas decisivas: primero, el arresto sistemático de su cúpula a través de la coordinación hispano-francesa; segundo, la legitimación creciente de las políticas antiterroristas en la UE tras el 11-S; y tercero, la erosión de la legitimidad del grupo dentro de la sociedad vasca, simbolizada por las protestas masivas de “¡Basta Ya!” a mediados de los años 2000. La declaración de un alto el fuego permanente, general y verificable en enero de 2011, la renuncia definitiva a la violencia en octubre del mismo año, el Día del Desarme Civil en Bayona en abril de 2017, y la lectura pública de la carta de disolución en Ginebra el 2 de mayo de 2018 que fue presentada ante la ONU reflejan una combinación de presión estatal y aislamiento social. A diferencia del IRA, ETA no fue parte de una mesa de negociación multilateral, sino que fue empujada al desarme por la presión política, con la posterior ilegalización de Batasuna y el ascenso de Euskal Herria Bildu, coalición distanciada de la violencia.

El proceso de paz del IRA (1998–2005), en cambio, se desarrolló sobre una arquitectura multilateral que incluyó a los gobiernos del Reino Unido e Irlanda, senadores estadounidenses, representantes de la UE y líderes comunitarios de Irlanda del Norte. El Acuerdo de Viernes Santo abarcó el desarme, reformas gubernamentales, solución judicial de los conflictos de interés y amnistía de prisioneros. El proceso fue monitoreado por la Comisión Internacional Independiente de Desarme (IICD), lo que garantizó su transparencia. En contraste, el proceso PKK-Türkiye carece de un acuerdo formal o de una mesa abierta a la mediación internacional. Tras el colapso del proceso de resolución (2013–2015), Ankara adoptó la postura de que el Estado es el único interlocutor legítimo, lo cual distancia esta experiencia de la del IRA y la acerca a la de ETA.

Las operaciones transfronterizas intensificadas desde 2021, como Pençe-Kilit, han desarticulado severamente la red logística del PKK en el norte de Irak. Las relaciones Türkiye-GRKI alcanzaron un nivel de asociación en materia de seguridad en 2023–2024, y la Declaración Conjunta de la Quinta Reunión del Mecanismo de Seguridad de Alto Nivel del 13 de abril de 2025 confirmó la estrategia común. Al igual que Francia cortó las vías logísticas de ETA desde Burdeos hasta Bayona, los campamentos del PKK en el GRKI han sido presionados mediante operaciones turcas y la aquiescencia pasiva del gobierno de Barzani.

La nueva etapa diplomática con el GRKI comenzó con el acuerdo marco firmado en noviembre de 2024, que incluía el Proyecto de Desarrollo con sede en Bagdad. En enero de 2025, la visita del primer ministro Masrour Barzani a Ankara puso el tema de un norte de Irak sin el PKK en el centro del debate. La declaración de Barzani sobre su compromiso con la paz regional representa un cambio paradigmático respecto al margen de maniobra que Bagdad y luego Erbil concedieron al PKK desde los años 80. Así como ETA perdió sus refugios logísticos cuando París dejó de brindar protección, el PKK ha comenzado a perder su profundidad estratégica con la transformación del YPG en Siria.

La caída del régimen de Asad en diciembre de 2024 reconfiguró por completo el equilibrio de poder en Siria. El colapso del gobierno eliminó la legitimidad internacional de las estructuras apoyadas por Estados Unidos como el YPG/SDG, haciéndolas más vulnerables a la presión diplomática turca. La afirmación del presidente Erdogan durante su reunión con Barzani en enero de 2025, en la que declaró que no había futuro para los apéndices sirios del PKK, señaló el inicio del declive de la protección tácita de la que gozaban. De forma paralela, Türkiye intensificó su diplomacia en Washington y Bruselas para incluir al YPG en las listas de organizaciones terroristas, desarrollando mecanismos conjuntos de desarme y seguridad fronteriza con Bagdad y Erbil. Esta presión multilateral recuerda al régimen europeo de lucha contra la financiación del terrorismo al que se enfrentó ETA en los años 2000. El principio de “no hay precio político” aplicado por Madrid encuentra su paralelo en la doctrina de Ankara del “Estado como único interlocutor”. La negativa a conceder concesiones políticas a cambio del desarme constituye una clara convergencia entre ambos procesos.

Desde el colapso del proceso de 2015, el PKK ha sufrido una creciente erosión de su base social. Las operaciones urbanas de 2015-2017 y la destrucción de ciudades dejaron una profunda huella traumática en la comunidad kurda, obligando al movimiento político HDP/DEM a distanciarse de la violencia. El impacto del mensaje de Öcalan en las filas del PKK se explica, en gran parte, por esta contracción social. ETA experimentó un fenómeno similar en 1997, tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, que desencadenó protestas masivas y una grave pérdida de legitimidad.

En definitiva, el proceso actual de autodisolución del PKK guarda paralelismos notables con el modelo de ETA, centrado en la seguridad, la presión diplomática y la erosión de legitimidad. La clave del éxito para Türkiye radica, como en el caso de España, en gestionar el post-desarme evitando fracturas radicalizadas a pequeña escala, y en que el GRKI continúe cerrando las posibles rutas de escape logístico del grupo. Si se mantiene un clima de seguridad política en Türkiye, el nuevo gobierno sirio supervisa la transformación del YPG y el GRKI sigue implementando los acuerdos de seguridad fronteriza, es muy probable que se concrete un escenario en el que el PKK se desarme y se disuelva sin necesidad de una mesa de negociación. El equilibrio de poder actual reduce cada vez más el espacio geopolítico que permite la supervivencia armada del PKK, lo que refuerza la percepción de que el grupo ha entrado en un proceso de descomposición similar al que experimentó ETA entre 2011 y 2018: un cerco político, diplomático y militar irreversible.

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