El reconocimiento de la Administración Grecochipriota del Sur de Chipre (AGSC) por parte de tres repúblicas turcas constituye, para Türkiye, una situación absolutamente inaceptable. No obstante, al igual que en ocasiones anteriores, Ankara ha preferido preservar la sensibilidad de las demás repúblicas turcas y, hasta el momento, se ha abstenido de emitir una declaración oficial incluso sobre un asunto de tanta importancia para su política nacional. Si las repúblicas turcas, en aras de una política de equilibrio destinada a contrarrestar la influencia de China y Rusia en la región, se han visto obligadas a intensificar sus relaciones bilaterales con la Unión Europea (UE) y, en ese contexto, a reconocer a la AGSC, su siguiente paso a modo de disculpa hacia Türkiye debería ser la admisión de la República Turca del Norte de Chipre (RTNC) como miembro de pleno derecho en la Organización de Estados Turcos (OET).
La larga sombra de la herencia soviética
Tras la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), las repúblicas turcas de Asia Central aparecieron en el escenario internacional como Estados independientes, pero durante mucho tiempo no lograron desprenderse de la etiqueta de «patio trasero» de Rusia. La Comunidad de Estados Independientes (CEI), concebida por Moscú como vehículo de proyección de la herencia soviética, ha mantenido su presencia como actor relevante en la región. Además de Rusia, China y Estados Unidos han tejido sus propias redes de influencia, lo que ha impulsado a las repúblicas turcas a desarrollar, en la actualidad, una política exterior más independiente y multivectorial.
Muestra de ello es la postura equilibrada que han adoptado frente a la agresión rusa contra Ucrania, evitando alinearse incondicionalmente con Moscú. Posteriormente, profundizaron el diálogo tanto con China como con Estados Unidos, estableciendo un esquema político capaz de contrapesar a Rusia. Cabe recordar que, en 2023, por primera vez, un presidente estadounidense presidió la cumbre C5+1, subrayando la importancia que Washington concede a sus vínculos con Asia Central.
En un momento en que las relaciones entre la UE y EE. UU. atraviesan una fase de distanciamiento, hemos sido testigos de cómo los lazos entre Bruselas y las repúblicas de Asia Central han adquirido una nueva dimensión, elevándose al nivel de Asociación Estratégica. Este impulso cristalizó los días 3 y 4 de abril de 2025, durante la primera Cumbre UE‑Asia Central celebrada en Uzbekistán encuentro que muy probablemente se repetirá en los próximos años. En dicha cumbre, la UE anunció un paquete de inversión de 12 000 millones de euros para los cinco países centroasiáticos, incluida Tayikistán, y manifestó que la cifra representa solo un punto de partida en las ambiciones mutuas. Más de la mitad de ese monto se destinará a proyectos relacionados con el agua, el cambio climático y la energía; el resto financiará corredores de transporte que faciliten la exportación rápida y segura a Europa de materias primas y minerales estratégicos de la región.
Pese a la amplitud de la agenda tratada, diversos asuntos de calado para Türkiye y el mundo turco quedaron eclipsados por la decisión de tres repúblicas turcas de reconocer a la AGSC, lo que concentró toda la atención en la cuestión chipriota.
La integración del mundo turco: la Organización de Estados Turcos
Türkiye, deseosa de erigirse en actor regional y global en el dinámico tablero internacional, participa como fundadora o miembro en múltiples marcos colectivos. Entre ellos destaca la Organización de Estados Turcos (OET) fundada por Türkiye, seguida con atención mundial tanto por su dimensión geográfica como por su alcance político. De las repúblicas turcas de Asia Central, tres (Kazajistán, Kirguistán y Uzbekistán) son miembros plenos; Turkmenistán ostenta la condición de observador.
Uno de los objetivos esenciales, reiterado en cada cumbre anual de líderes de la OET y en el Documento de Visión 2040, es la determinación de los Estados miembros a actuar de manera conjunta. Sin embargo, en ocasiones dicha determinación sufre reveses, provocando turbulencias en la opinión pública de los países implicados. El reconocimiento de la AGSC y la apertura de embajadas por parte de Uzbekistán y Kazajistán miembros plenos y de Turkmenistán observador constituyen, para Ankara, un auténtico motivo de decepción.
Ciertamente, cada Estado miembro posee su propia política exterior y conserva plena autonomía para configurarla, pero reconocer a la AGSC como Estado soberano implica, de facto, admitir que la parte grecochipriota representa a la isla en su conjunto. Aunque se sabe que esto no es así, casi toda la comunidad internacional reconoce a la AGSC como la «República de Chipre». Peor aún, las repúblicas turcas han alimentado, con esta decisión, la retórica occident al que tilda a Türkiye de «ocupante» en Chipre.
Lo ideal sería que dichas repúblicas retiraran cuanto antes a sus embajadores; mas, dado que ello parece improbable, deberían al menos declarar que en la isla existen dos comunidades iguales y que la AGSC no representa a todo Chipre. De lo contrario, tanto los tres países y, tal vez pronto, Kirguistán invisibilizarían de facto a la RTNC, con la que comparten espacio en la OET. Türkiye, por su parte, ha actuado con suma delicadeza ante conflictos regionales desde los choques fronterizos entre Kirguistán y Tayikistán hasta antiguas disputas limítrofes entre Uzbekistán y Kirguistán; la actitud apresurada de las repúblicas turcas respecto a Chipre, por tanto, contraviene el espíritu de cooperación y fraternidad.
La Cumbre UE‑Asia Central y el reconocimiento de la AGSC
El reconocimiento de la AGSC por Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán coincidió con la citada Cumbre UE‑Asia Central, donde la UE desembarcó en la región con afán de reforzar su presencia. Tal sincronía sugiere que la UE indujo a estos países a dar el paso, insinuando que sin ese gesto no habría avances en las relaciones bilaterales. Se comenta asimismo que Grecia, protectora de los intereses grecochipriotas, y la propia AGSC condicionaron su visto bueno al fondo inversor europeo a que las repúblicas turcas aceptaran reconocer a la administración del sur de la isla.
Al ofrecer 12 000 millones de euros para proyectos en Asia Central, Bruselas no solo busca estrechar sus lazos con la región, sino también, al sembrar discordia, debilitar los vínculos de estas repúblicas con Türkiye y el mundo turco. Mientras la OET no consolide su proyección institucional, será blanco de maniobras de actores globales UE, EE. UU., China, Rusia con propósitos similares. Dotar a la OET de un carácter supranacional resulta indispensable: ninguna decisión crucial de política exterior debería tomarse de manera unilateral por un Estado miembro, sino atendiendo a los intereses comunes de todos los Estados turcos.
Del mismo modo, iniciativas como el alfabeto común, un currículo unificado de historia y la instauración del libre comercio intra‑OET deberían avanzar bajo esa misma estructura supranacional.
Repercusiones europeas y diálogo con Türkiye
Es bien sabido que la UE, en su peor momento histórico con Estados Unidos, aspira a diseñar una nueva arquitectura de seguridad europea al margen de la OTAN. Tanto altos cargos de la UE como la diplomacia turca han subrayado su convicción de que tal arquitectura sería inviable sin Türkiye. Incluso se ha planteado reactivar el proceso de adhesión de Türkiye a la UE, lo que ha sido recibido con satisfacción por ambas partes.
Con todo, Bruselas ha maniobrado directamente contra Ankara al introducir la cuestión chipriota en la agenda mediante las repúblicas turcas. Forzar a Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán a reconocer a la AGSC y abrir legaciones diplomáticas persigue, de manera inequívoca, poner a Türkiye en una posición comprometida en la arena internacional.
Conclusión
Las repúblicas turcas del histórico espacio del Turquestán mantienen, en la actualidad, relaciones bilaterales con Türkiye de gran valor estratégico para ambas partes, relaciones reforzadas por el marco institucional de la OET. Sin embargo, dicha estructura todavía adolece de ciertas carencias que impiden a los Estados miembros atender cabalmente las sensibilidades mutuas.
La reciente decisión de reconocer a la AGSC es intolerable para Ankara. Aun así, Türkiye ha preferido respetar las prioridades de sus socios turcos y guardar silencio oficial sobre un asunto de vital relevancia para su seguridad nacional. Si las repúblicas turcas, en su esfuerzo por equilibrar la influencia de China y Rusia, se vieron abocadas a mejorar sus lazos con la UE hasta el punto de reconocer a la AGSC, el paso siguiente que equivaldría a una disculpa hacia Türkiye debería ser la admisión de la RTNC como miembro pleno de la OET. Solo así las repúblicas turcas proclamarían al mundo que Türkiye no es «ocupante» en Chipre y que la isla no pertenece exclusivamente a los grecochipriotas.