Joan Scott: Israel y Estados Unidos Comparten una Historia Mitológica Común

junio 5, 2025
image_print

Esta entrevista presenta una profunda conversación entre el periodista y escritor Chris Hedges y la historiadora y crítica cultural Joan Scott. El punto de partida del diálogo es el influyente libro de la académica Amy Kaplan, Our American Israel: The Story of an Entangled Alliance, publicado antes de su fallecimiento en 2020.

En dicha obra, Kaplan ilumina no solo los vínculos políticos entre Israel y Estados Unidos, sino también los cimientos culturales e ideológicos de esta “relación especial”. Desde la conversión del Holocausto en un argumento político hasta la construcción de los relatos mediáticos; desde la demonización de la resistencia palestina hasta el papel del sionismo cristiano en dicha narrativa, la entrevista aborda una multiplicidad de temas de forma crítica y rigurosa.

La conversación fue publicada el 28 de mayo de 2025 en la plataforma independiente de noticias ScheerPost, y también fue difundida como parte del programa semanal The Chris Hedges Report, disponible en medios digitales.

Ofrecemos esta entrevista a los lectores de Kritik Bakış como una fuente indispensable para quienes deseen aproximarse al conflicto entre Israel y Palestina desde una perspectiva cultural, histórica y crítica.

La construcción de los relatos que rodean la campaña genocida de Israel contra los palestinos y su inserción en la mente colectiva de Occidente ha llevado décadas. El Holocausto, muchos años después de su final, pasó a ocupar un lugar central en la identidad judía e israelí. Los enemigos del Estado de Israel fueron equiparados a los nazis. Para los cristianos evangélicos que creen que la segunda venida de Jesucristo tendrá lugar en esa tierra, la ubicación física de Israel adquirió una importancia vital.

La fallecida académica Amy Kaplan, en su libro Our American Israel: The Story of an Entangled Alliance (Nuestro Israel Americano: Historia de una Alianza Enredada), analiza cómo se desarrollaron estos relatos, especialmente en Estados Unidos, a lo largo del siglo XX mediante la cultura popular y los medios de comunicación que transmitían las acciones del gobierno israelí. Joan Scott, profesora emérita de la Facultad de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton y profesora invitada del Departamento de Historia en el Graduate Center de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, se une a Chris Hedges en esta sección para debatir el libro de Kaplan y la amplia aceptación de estos relatos frente al genocidio israelí contra los palestinos.

Scott comenta:
“Uno de los elementos del relato del ‘víctima invencible’ es que los judíos deben permanecer en constante estado de alerta ante cualquier signo de repetición del Holocausto, atribuyendo esta amenaza a los palestinos como si fueran ellos quienes traerían un nuevo Holocausto. En consecuencia, todo el aparato de defensa de Israel, así como la ocupación de Gaza y Cisjordania, se justifica como una medida preventiva frente a esa eventualidad.”

En cuanto al sionismo cristiano, Scott explica que el cinismo del gobierno israelí tolera el antisemitismo presente en estos grupos:
“Porque estas personas movilizan a una gran parte del pueblo estadounidense una parte con gran poder político, especialmente durante la era Trump para apoyar las acciones del Estado de Israel.”

Chris Hedges:

El libro de Amy Kaplan Our American Israel: The Story of an Entangled Alliance ofrece un análisis profundo de la relación simbiótica entre Israel y Estados Unidos. La autora muestra cómo el proyecto de asentamiento colonial judío ha capturado la imaginación del público estadounidense, y cómo el mito nacional israelí se ha entrelazado con el nuestro.

El excepcionalismo estadounidense refleja el excepcionalismo israelí. La creencia de que Estados Unidos ha sido elegido por Dios para gobernar el mundo se alinea con la visión mesiánica que Israel tiene de sí mismo. Ambas naciones, sustentadas por mitos nacionales similares, se sienten con derecho a estar por encima del derecho internacional y de las normas humanitarias.

Ambos comparten un desprecio manifiesto por los “pueblos inferiores del mundo”, una noción heredada del colonialismo europeo. Kaplan escribe que los judíos israelíes son representados simultáneamente como víctimas eternas y como héroes admirados por su poder militar. En este proceso, los palestinos han sido invisibilizados o, con mayor frecuencia, demonizados como seres inhumanos, reducidos a la figura de los bárbaros que tanto Estados Unidos como Israel intentan reprimir en su supuesta guerra de civilizaciones.

Lo que hace único el libro de Kaplan es su enfoque como crítica cultural. Puede identificar cómo se han instalado determinadas creencias que sustentan el vínculo entre el Estado sionista y Washington, a través de los mitos y relatos difundidos por escritores, cineastas y periodistas. Comienza su obra con un análisis de la novela Exodus de Leon Uris, y de su adaptación cinematográfica, que moldeó la percepción de Israel y Oriente Medio durante generaciones. También examina From Time Immemorial de Joan Peters, publicada en 1984, que ha servido de plantilla para negar la existencia del pueblo palestino como identidad colectiva.

Según Kaplan, el mito israelí es proteico: adopta nuevas formas según las realidades históricas cambiantes. La invasión de Líbano en 1982 y las masacres en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, las intifadas palestinas, forzaron la construcción de nuevos relatos que consolidaran la alianza entre Israel y Estados Unidos. De repente, el Holocausto hasta entonces una nota a pie de página en la narrativa dominante cobró un lugar central. Con la fundación del Museo del Holocausto en Washington, el Estado de Israel se fusionó simbólicamente con la Shoá. El genocidio se convirtió en el eje de la identidad judía. Y al jugar la carta del “puede volver a ocurrir”, Israel obtuvo licencia para ejercer una brutal represión sobre los palestinos. Los líderes israelíes retrataron a los palestinos como los nuevos nazis.

Kaplan concluye su libro documentando el auge del sionismo cristiano como estructura de apoyo al Estado de apartheid israelí. Fallecida en 2020, fue profesora de inglés Edward W. Kane en la Universidad de Pensilvania. Su obra fue reeditada recientemente por Harvard University Press. Hoy, para hablar de este libro, me acompaña Joan Scott, profesora emérita de la Facultad de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton y profesora de historia en el Graduate Center de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.

Es autora de obras fundamentales como Gender and the Politics of History, The Politics of the Veil y Knowledge, Power, and Academic Freedom. Comencemos con Kaplan. He leído muchísimos libros sobre Oriente Medio pasé allí siete años y la perspectiva que ofrece esta obra me ha parecido única. Como te dije la última vez que hablamos, me recordó a la noción de hegemonía cultural de [Antonio] Gramsci: la idea de que la cultura construye un relato que refuerza y legitima la política. Hablemos primero de esto y luego pasamos al libro.

Joan Scott:

Tuve la oportunidad de conocerla… Chris, debo decirlo: hiciste un resumen magnífico del libro. Fue tan acertado que podría publicarse en cualquier parte para transmitir a todos lo esencial de esta obra. Me pareció realmente brillante. Tal como mencionaste, ella era profesora de Inglés y Estudios Americanos en la Universidad de Pensilvania.

Estuvo aquí, en el Instituto. Como sabes, la gente viene a este lugar para dedicar un año a la investigación y a la escritura. En los años 2011-2012, cuando comenzó a trabajar en este libro, era investigadora becada del Instituto. Como especialista en estudios estadounidenses, su interés se centraba tal como señalaste en los componentes culturales que han producido esa relación especial e intocable entre Estados Unidos e Israel.

Trabajó mucho tiempo en este tema. Aquí ofreció un seminario: era sobre el primer capítulo de su libro, centrado en Exodus. Para quienes crecimos en los años 50 y 60 la novela se publicó en 1957 y la película en 1960 fue particularmente revelador.

Chris Hedges:

Protagonizada por Paul Newman, un arquetipo judío rubio y de ojos azules.

Joan Scott:

Sí, rubio, de ojos claros… la encarnación misma de la identidad judía. Presentó ese seminario aquí, y fue asombroso escucharlo. Su lectura del texto fue brillante. Nosotros, quienes provenimos de una generación que conocía la enorme popularidad de aquella película, quedamos impresionados por la agudeza de su interpretación. Explicaba cómo la figura del judío débil y victimizado fue transformada en la del héroe que lucha por el futuro de Israel y del pueblo judío a través del personaje de Paul Newman. Fue realmente inteligente.

Trabajó durante años en este libro, que finalmente se publicó en 2018. Recuerdo haber leído muchos capítulos durante su proceso de redacción. Tristemente, poco después fue diagnosticada con un tumor cerebral y falleció en 2020. Por eso, no tuvo la oportunidad de presentar su libro, asistir a conferencias ni participar en debates o responder a críticas, como suele ocurrir en estos casos.

Hace aproximadamente un año, su hija ya adulta pensó que, dado el genocidio en Gaza y los debates que suscitó, el libro de su madre podía ofrecer una contribución única al entendimiento del conflicto israelí-palestino. Inició una campaña con Harvard University Press y logró convencerlos para que publicaran una nueva edición en formato de bolsillo. Aunque el libro ya había sido publicado, esta nueva edición salió, creo, el 1 de marzo.

Quienes deseábamos honrar la memoria de Amy y mantener vivo su legado, decidimos presentar el libro en librerías locales y participar en discusiones públicas. La primera de esas presentaciones fue contigo, Chris, en Labyrinth Books, aquí en Princeton. Esa es, en resumen, la historia del libro. Y al releerlo para esta conversación, me impresionó nuevamente la profundidad de su visión sobre esta supuesta relación especial.

Chris Hedges:

Primero quiero destacar algo: el gran académico palestino Rashid Khalidi escribió una reseña muy elogiosa del libro en The Nation cuando fue publicado. Y esto lo supe gracias a ti provenía de un trasfondo sionista.

Joan Scott:

Así es. Y creo que parte del propósito de Kaplan con este libro era explorar sus propios orígenes ideológicos, los discursos que la formaron durante su crecimiento. En los agradecimientos, menciona que su padre falleció antes de la publicación, y escribe: “Mi padre no hubiera estado de acuerdo con todo lo que digo aquí, pero siempre defendió mi derecho a decirlo.” Eso lo dice todo.

Incluso esa breve mención deja ver que tuvo que examinar críticamente su historia personal, y así lo hizo. En el Instituto, almorzamos juntos con frecuencia; los becarios suelen reunirse en torno a una mesa. Amy venía y decía: “No puedo creerlo: ¡I.F. Stone y The Nation eran fervientes defensores de Israel en los años 40!”

Chris Hedges:

Sí, fue algo devastador. [Ríe.]

Joan Scott:

Para nosotros, que veíamos a I.F. Stone como un héroe del periodismo durante la guerra de Vietnam, descubrir esa postura suya fue desconcertante. Pero cambió de parecer de manera bastante radical. Sin embargo, en los años 40 apoyaba completamente aquella famosa narrativa: “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra.”

Chris Hedges:

Esa frase se la apropió Joan Peters. Kaplan la desmonta completamente en su libro. Lo que vemos aquí no es solo profundidad intelectual, sino también una integridad intelectual absolutamente admirable.

Si lo miramos en términos generales, hay dos grandes relatos que vinculan a Israel con Estados Unidos: uno es el mito de la colonización del Oeste americano; el otro, la Biblia.

¿Podrías hablarnos un poco más sobre estos dos relatos?

Joan Scott:

Por supuesto. El título del libro de Kaplan, Our American Israel (Nuestro Israel Americano), se basa en una cita de un sermón pronunciado en Nueva Inglaterra en 1799. Allí se dice: “América es la realización del Israel bíblico. Aquí estamos.” Creo que la cita aparece en la página cinco del libro. Representa una expresión puritana del excepcionalismo estadounidense de la época colonial.

El sermón dice: “El pueblo de los Estados Unidos presenta características similares al antiguo Israel. Como se ha dicho a menudo, América se asemeja más al Israel bíblico que cualquier otra nación en la tierra. Por eso, la expresión ‘Nuestro Israel Americano’, ampliamente utilizada y aceptada, es completamente apropiada.”

Así vemos que el tema de Israel como figura bíblica está presente en la cultura estadounidense desde el siglo XVIII. Y Kaplan, en uno de los capítulos finales del libro, analiza cómo los evangélicos cristianos han reinterpretado esta temática en tiempos más recientes.

En esta nueva versión, se cree que el regreso de Jesucristo ocurrirá en Israel, y que en ese momento los judíos que se hayan convertido al cristianismo ascenderán al cielo junto con los cristianos, mientras que los demás serán destruidos en el Juicio Final.

Así, la narrativa que identificaba a América como la realización del sueño de Israel se transforma en los siglos XX y XXI en la idea de que Israel es el cumplimiento literal de las profecías bíblicas. Este tema bíblico se reproduce constantemente bajo nuevas formas.

Chris Hedges:

Los mismos pasajes bíblicos como aquellos que hacen referencia a los amalecitas eran utilizados por los puritanos. Estos pasajes, que Netanyahu también cita con frecuencia, ordenan la completa aniquilación de los amalecitas, incluidos sus hijos y animales. Los puritanos recurrieron a estas escrituras para justificar el genocidio de los pueblos indígenas de América.

Joan Scott:

Sí, efectivamente. Kaplan aborda este tema con gran precisión en su libro trazando paralelismos entre los pueblos indígenas de América y los palestinos. Este relato refleja claramente el eco del eslogan “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. La misma lógica se aplica aquí: cuando llegaron los estadounidenses, se afirmaba que no había nadie, y los pueblos originarios fueron exterminados o reducidos al olvido. Lo mismo se ha hecho con los palestinos en Israel.

Chris Hedges:

Esa narrativa fue ampliamente difundida en 1984 por el libro de Joan Peters. Su tesis afirmaba que los palestinos no constituían una nación: eran simplemente migrantes atraídos por el progreso económico traído por los colonos judíos. Todo aquello era falso. Norman Finkelstein refutó completamente esa obra cuando aún era estudiante de posgrado.

Kaplan estudia la importancia de ese libro porque durante años fue utilizado por historiadores pro-israelíes para legitimar una narrativa fraudulenta. De ahí parte Kaplan. También mencionas Underground to Palestine de I.F. Stone. Aunque era considerado parte de la contracultura, legitimaba a un Estado colonizador y asentado en el despojo.

Como dijiste, Stone cambió de postura con el tiempo. Voy a leer ahora un breve pasaje de su libro Underground to Palestine:

“El libro de Stone encapsula los principales temas del relato sionista que los progresistas estadounidenses adoptaron en el periodo de posguerra. Su identificación personal con los judíos europeos le confiere al texto una intensidad emocional. Reconoció que, de no haber emigrado su familia desde Rusia a América, él también habría sido enviado a las cámaras de gas o se habría convertido en un refugiado sin hogar. A medida que se acercaba a sus hermanos judíos, comenzó a grabar sus canciones yidis, que expresaban la nostalgia por un mundo perdido a causa de una violencia devastadora. Al mismo tiempo, relataba esta travesía con un lenguaje profundamente estadounidense. Ese era el eje del libro: una historia de renacimiento, un viaje transformador del viejo mundo al nuevo. Frente al espíritu derrotista impregnado en la Europa destruida, admiraba la vitalidad y determinación de los refugiados por construir una nueva vida. En su obra, Stone se concentraba más en el viaje que en el destino; documentaba el sueño de una patria judía un sueño no perturbado por la realidad árabe. Aunque, en informes previos sobre Palestina, sí había reconocido esa realidad.”

Chris Hedges:

Stone era una figura de la izquierda, pero fue despedido, incluido en listas negras y ni siquiera pudo conseguir trabajo en The Nation. Finalmente comenzó a imprimir I.F. Stone’s Weekly desde el sótano de su casa. Denunció los crímenes de guerra no solo en Vietnam sino también en Corea. Sin embargo, existía esta conexión profunda entre la izquierda y el Estado israelí. Podemos pasar ahora del relato hacia la novela y película Exodus. Me parece fascinante esa convergencia entre la izquierda y el proyecto colonizador.

Joan Scott:

Uno de los factores que explican el interés de la izquierda por Israel fue su visión socialista el sistema de kibutz. Recordemos cuántos libros se escribieron sobre ello. Este modelo era percibido no solo por la izquierda, sino también por los movimientos feministas, como una promesa de futuro. Las tareas domésticas tradicionalmente asignadas a las mujeres el cuidado de los hijos, la preparación de alimentos se compartían colectivamente dentro de una estructura social alternativa.

Creo que ese fue un aspecto crucial que influyó tanto en I.F. Stone como en figuras como Freda Kirchwey de The Nation. Era un experimento socialista atractivo y aparentemente viable. Otro elemento importante, al que Kaplan hace referencia en múltiples ocasiones, es el concepto de “víctimas invencibles” (invincible victims).

Es decir, los judíos eran víctimas de los horrores sufridos en Europa y de una historia marcada por el antisemitismo. Pero al mismo tiempo, eran invencibles: saldrían victoriosos. En lugar de asumir el rol pasivo del sufrimiento, ofrecían una imagen de resistencia y dignidad. Para la izquierda, la resistencia es un valor fundamental.

La insurrección del gueto de Varsovia se presenta como ejemplo supremo de esta resistencia. Como señala Kaplan, los judíos no eran simplemente víctimas miserables; eran víctimas invencibles. Pase lo que pase, conservaban una fuerza interior, una capacidad de resistencia, y eso transformó a Israel, para muchos dentro de la izquierda, en la encarnación viva de esa resistencia.

Chris Hedges:

En capítulos posteriores, Kaplan aborda la centralidad que adquirió el Holocausto. Pero también hay que recordar que, al fundarse el Estado de Israel, los supervivientes del Holocausto provenientes de Europa eran en cierto modo una fuente de vergüenza se les criticaba por no haber resistido. La incorporación del Holocausto al centro de la identidad judía es algo que ocurre en años posteriores.

Y, como bien sabes, existe una profunda ironía en torno al levantamiento del gueto de Varsovia: su único subcomandante, Marek Edelman, condenó abiertamente el régimen de apartheid y el proyecto colonizador de Israel. Reconoció el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y a la resistencia incluso armada y trazó vínculos directos entre su lucha y la resistencia palestina.

Así, mientras Israel utiliza el levantamiento del gueto de Varsovia como símbolo, uno de sus protagonistas históricos es marginado y denigrado dentro del propio Estado israelí.

Joan Scott:

Sí, tu observación es muy importante. Kaplan lo rastrea cuidadosamente en su libro demuestra que voces disidentes como la de Edelman siempre existieron a lo largo de la historia. Al abordar el proceso fundacional de Israel, señala que figuras como Hannah Arendt y Martin Buber consideraban la idea de un Estado judío como una manifestación peligrosa de nacionalismo étnico. Para ellos, la noción de una patria exclusiva para un pueblo constituía un riesgo profundo.

Pero lo que Kaplan muestra con gran claridad es cómo estas posturas fueron meticulosamente marginadas. Aunque no fueron silenciadas del todo, fueron tan reprimidas que terminaron por desaparecer del debate público. Tu referencia a Gramsci es muy oportuna: esta visión hegemónica la percepción de que Israel tiene un lugar esencial en la cultura política estadounidense prevaleció por encima de todo.

En algunas partes del libro, uno piensa: “Aquí viene una crítica contundente.” Y Kaplan efectivamente la desarrolla. Pero luego describe cómo estas críticas fueron rápidamente sofocadas por el aparato mediático, los políticos y el entramado que denominamos lobby israelí la Liga Antidifamación (ADL), el AIPAC (Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel), entre otros. Estas organizaciones han adquirido el poder de silenciar prácticamente cualquier disenso.

Chris Hedges:

Debemos también recordar al gran filósofo israelí Yeshayahu Leibowitz, quien advirtió sobre todo esto con antelación. Y quiero hablar de los periodistas, porque Kaplan capta esta dimensión de manera magistral. Durante veinte años trabajé como corresponsal extranjero y observé dos patrones constantes, sobre todo en los periodistas que “caían en paracaídas”: por no entender lo que sucedía realmente, deformaban los hechos para hacerlos digeribles al público estadounidense. Es decir, americanizaban la narrativa.

Kaplan analiza el período en que 750.000 palestinos fueron desposeídos. Jaffa era una ciudad predominantemente palestina, y fue completamente vaciada se perpetró una limpieza étnica, murieron miles de personas. Tuvo lugar la masacre de Deir Yassin. Luego llegaron los periodistas estadounidenses para cubrir los acontecimientos.

Pero ni siquiera lograban ver lo que tenían ante sus ojos. El pasaje de Kaplan sobre Freda Kirchwey es revelador: Kirchwey visita “la silenciosa y abandonada ciudad de Jaffa” y se pregunta: “¿Por qué huyeron los árabes?” Registra la huida de más de 50.000 personas desde la mayor ciudad árabe de Palestina como un hecho significativo. Menciona brevemente el ataque y el asedio perpetrado por el Irgún (la organización clandestina liderada por Menachem Begin) y por la Haganá, una milicia más formal. Pero no menciona en absoluto el impacto de esos ataques sobre la población civil.

En cambio, insinúa que el éxodo masivo desde Jaffa y otras localidades palestinas no tuvo prácticamente relación con el conflicto armado. Kaplan concluye: para Kirchwey, la imagen del soldado judío humanitario estaba íntimamente ligada a la creencia en que el Estado judío era un triunfo moral de la civilización frente al fascismo, y a la representación del refugiado judío como símbolo universal del sufrimiento noble.

Yo viví eso en todas las guerras y regiones en las que trabajé. No solo debía enfrentar la narrativa mítica ofrecida al público estadounidense, sino también luchar contra mis propios colegas periodistas.

Trabajaba para The New York Times, pero no era un reportero ocasional vivía allí. Pasé seis años en América Latina y siete años en Oriente Medio. Pero estos periodistas “paracaidistas” no conocían el idioma, ignoraban el contexto histórico, y producían relatos moldeados para el consumo inmediato del público estadounidense. Kaplan analiza esta práctica con una agudeza extraordinaria.

Joan Scott:

Sí. Creo que esto tiene que ver con la creencia de los periodistas de que deben comunicar las noticias en términos que los lectores ya comprendan. Como bien dijiste, suponen que deben hablarle al público en un lenguaje familiar. Pero su verdadera tarea debería ser justamente lo contrario: exponer lo que aún no se sabe, incluso si es incómodo presentar la verdad necesaria.

Y esto se vuelve evidente hoy, en la cobertura del conflicto en Gaza. El miedo a incomodar al lector está superando la responsabilidad de decir la verdad.

Kaplan revela este mecanismo con precisión quirúrgica su análisis es finísimo.

Chris Hedges:

Sí, ofrece ejemplos clarísimos.

Joan Scott:

Y ese mecanismo sigue vigente. Hoy incluso The New York Times tiene una lista de palabras que no pueden usarse, ¿cierto?

Chris Hedges:

Así es. Cuando se habla de los campamentos estudiantiles, se afirma que estos hostigan a los estudiantes judíos. Sí, puede que algunos estudiantes judíos hayan sido acosados. Pero la represión real se ejerció sobre los manifestantes. En Columbia University fueron arrestadas cien personas. Hubo estudiantes suspendidos, expulsados. En Princeton, Ruha Benjamin está actualmente bajo vigilancia al dictar sus clases. Pero de esto no se informa. Así que sí, estamos viendo este patrón reproducirse hoy.

Y debemos subrayar algo más: uno de los temas que denunciamos como periodistas internacionales fue la prohibición impuesta por Israel a la entrada de prensa extranjera en Gaza. No hay periodistas internacionales allí. Más de 120 periodistas palestinos han sido asesinados muchos de ellos de forma deliberada.

Pasemos ahora a Éxodo. Sí, esa novela sensacionalista de Leon Uris y lo digo sin pudor [ríe].

Otro libro parecido fue ¡Oh Jerusalén!, ¿lo recuerdas? Narraba la fundación de Israel y fue muy popular entre los israelíes.

Joan Scott:

Creo que cuando salió esa novela yo estaba terminando el colegio o comenzando la universidad. Lo único que recuerdo con claridad es que todo el mundo la leía. En el metro de Nueva York, veías a la gente con Exodus en las manos.

Chris Hedges:

Déjame leer esto: “Por su alcance épico y por sus cifras de venta, fue comparado con Lo que el viento se llevó.” También un ejemplo de propaganda una defensa de los esclavistas que transformaba la Guerra Civil en una epopeya nacional común. “Pero Exodus era diferente porque no fue escrito por israelíes para contar su propia historia, sino por un estadounidense, para un público estadounidense.” Eso es clave. Y Kaplan escribe más adelante: “No puede exagerarse el papel de Exodus en la americanización del relato sionista sobre la fundación de Israel.” El libro vendió 20 millones de ejemplares en dos décadas. Tú y yo necesitamos ese tipo de ventas; luego nos retiramos a las Bermudas. [Ríe.]

Es realmente impresionante. Kaplan descompone esa narrativa con maestría. En la película que también tuvo gran impacto los protagonistas eran fácilmente identificables con el público blanco estadounidense. Sin embargo, en 1960, la mayoría de los inmigrantes judíos que llegaban a Israel eran de origen árabe y norteafricano. Pero no fueron bien recibidos por los ashkenazíes europeos como Netanyahu. Avi Shlaim escribió un excelente libro sobre esto: Three Worlds, un libro de memorias realmente bueno.

Y antes de darte la palabra, leo otro pasaje. En la película, el personaje femenino cristiano Kitty representa a la estadounidense. Es la figura que descubre en el sionismo las cualidades místicas de la Tierra Santa que escuchó en la escuela dominical. Kitty encarna el nuevo lenguaje inventado durante la Guerra Fría: una tradición judeocristiana que une a católicos, protestantes y judíos bajo una identidad nacional estadounidense, frente al comunismo ateo. En Exodus, esa unidad se proyecta también contra los árabes.

Joan Scott:

Sí. Una de las ideas más potentes que desarrolla Kaplan es la europeización es decir, la “blanqueación” de los judíos asesinados en Europa. Estados Unidos no los quería recibir en masa. Así que Israel fue funcional: ofrecía un lugar donde alojar a aquellos judíos que no eran deseados en Occidente. Los países anglosajones y europeos no querían integrarlos.

Chris Hedges:

Déjame interrumpirte un momento para mencionar la Ley McCarran-Walter de 1952. Redactada por el senador McCarran, un antisemita confeso, esta ley hoy se utiliza para expulsar a activistas palestinos con tarjeta verde o visa estudiantil. Pero fue creada originalmente para impedir el ingreso de sobrevivientes del Holocausto a Estados Unidos. Ese era su propósito.

Joan Scott:

Sí, Kaplan analiza muy bien cómo el filme convierte al judío en un sujeto blanco. Ya no está el estereotipo del judío sombrío, débil, afeminado. Ahora tenemos a Paul Newman —el héroe que lucha hasta la muerte y lleva la civilización a Oriente Medio. Esto se vincula con otro tropo sobre Israel: el único bastión democrático, ilustrado y portador de valores europeos en la región. La película se convierte en un vehículo para esta nueva representación.

Chris Hedges:

Kaplan escribe: “Exodus es la reanimación del mito estadounidense de la frontera como historia de redención mediante la violencia.” Se refiere aquí al magistral libro de Richard Slotkin. “El héroe del wéstern sale de los límites de la civilización, entra en territorio salvaje, aprende las tácticas de los indígenas y, al final, purifica tanto a sí mismo como a su sociedad mediante la violencia. La barbarie del Otro ya sea indio o árabe obliga al héroe a actuar. Él adopta los métodos del enemigo para vencerlo y marcar el límite entre violencia legítima e ilegítima.”

Así, en el vínculo que Kaplan traza entre la Biblia y el Oeste, la historia de Israel se entrelaza deliberadamente con la mitología colonizadora del Occidente.

Joan Scott:

Chris, me interesa saber cómo interpretas tú el tema de la violencia. Kaplan hace un trabajo impresionante al mapear cómo se legitima la violencia desde el inicio. Especialmente en la era de la “guerra contra el terrorismo”, Israel se convierte en modelo sobre cómo gestionar insurgencias o amenazas internas. No solo ofrece tecnología y estrategias al gobierno central, sino también a las policías locales.

El pasaje de una utopía socialista idealista en los años 40 y 50 a un Estado de seguridad proveedor de tecnología bélica esa transformación me parece uno de los aspectos más impactantes del libro.

Chris Hedges:

Kaplan sostiene que estos mitos se volvieron insostenibles especialmente después de la invasión del Líbano en 1982. Si no me equivoco, alrededor de 17.000 libaneses murieron. Beirut Occidental fue bombardeado, el sur del Líbano fue objeto de una ofensiva devastadora. La guerra fue un desastre para Israel. Y como señala Kaplan, los corresponsales extranjeros que estaban en Beirut como John Chancellor fueron testigos del horror y quedaron profundamente conmocionados.

Entonces surgió la necesidad de una nueva narrativa y en ese punto el Holocausto cobró protagonismo. Tal vez ahora deberíamos centrarnos en ello.

Antes de seguir, vale la pena mencionar cómo Éxodo retrata a los árabes: al igual que los afroamericanos en la época anterior a la Guerra Civil y bajo las leyes de Jim Crow, los árabes eran descritos como depredadores sexuales. También se exageraba su cobardía. Esta caracterización tiene notables paralelismos con la demonización histórica de los afroamericanos en Estados Unidos.

Pero pasemos ahora al Holocausto. El libro La industria del Holocausto de Norman Finkelstein es muy relevante en este contexto.

Como también escribe Kaplan, el Holocausto no fue, al principio, un componente central del relato sionista. Sin embargo, eso cambió después del Líbano. Con el aumento de la violencia, el Holocausto se colocó en el centro de la narrativa. Incluso se produjo una serie televisiva The Holocaust que yo nunca vi, pero quizás tú sí. Kaplan la menciona en su libro. También plantea una pregunta fundamental: “¿Por qué hay un Museo del Holocausto en territorio estadounidense?”

Es una pregunta profundamente pertinente.

Pero lo esencial es observar cómo se ha instrumentalizado el Holocausto. Como tú señalaste, tras el 11 de septiembre esta narrativa se intensificó aún más, legitimando posturas ideológicas a partir del intento de exterminio de los judíos.

Y hay que decirlo claramente: los sobrevivientes del Holocausto fueron marginados en todo el mundo tras la guerra. Al intentar regresar por ejemplo, a Polonia fueron víctimas de nuevos pogromos.

Aquí radica la tragedia fundamental de quienes estudian seriamente la historia de Israel.

Veamos ahora cómo se instrumentaliza el Holocausto. Kaplan explora esta cuestión en profundidad, y es especialmente crítica con Elie Wiesel a quien yo conocí personalmente. Hablemos de ello.

Joan Scott:

Otro autor que abordó La industria del Holocausto fue Peter Novick. Él rastrea este proceso hasta la Guerra de los Seis Días en 1967. A partir de entonces, el Holocausto se convierte en una forma de justificar las acciones de Israel. En los años 80, especialmente en el contexto de la guerra en el Líbano, se transforma en una herramienta para defender lo indefendible.

El punto clave en el análisis de Kaplan es este: la narrativa del Holocausto está intrínsecamente ligada al discurso del “víctima invencible”. Es decir, el Holocausto ocurrió, pero nunca terminó es eternamente revivable. Según esta narrativa, los judíos deben estar en constante alerta ante cualquier indicio de su repetición, y esa amenaza se proyecta sobre los palestinos como si fueran ellos quienes desencadenarían un nuevo Holocausto.

Por eso, toda la industria de defensa israelí, así como la ocupación de Gaza y Cisjordania, se justifica como una medida preventiva contra un segundo Holocausto. Uno de los capítulos se titula algo así como “El Holocausto que viene” o “El apocalipsis inminente”, ¿verdad? Kaplan utiliza estos conceptos para explicar cómo funciona esta narrativa. El mensaje es claro: si ocurrió una vez, puede volver a ocurrir en cualquier momento.

La sola existencia de los judíos hace posible un segundo Holocausto. Y por tanto, cualquier acción tomada para prevenirlo se vuelve incuestionable.

Chris Hedges:

Esto me recuerda al ex viceprimer ministro israelí Abba Eban. También lo conocí, era muy carismático. Una de las razones por las cuales se ha construido una imagen pública tan negativa sobre los palestinos en Estados Unidos es el esfuerzo deliberado de portavoces israelíes y periodistas afines por erradicar el componente revolucionario de la resistencia palestina. Abba Eban decía que los guerrilleros palestinos “no luchan por la libertad, sino contra la libertad.” Y sostenía: “A ojos del mundo, no deben ser vistos como los héroes de la Resistencia francesa, sino como oficiales de las SS, como guardianes de Auschwitz y Bergen-Belsen.”

Durante el genocidio actual, esta retórica sigue vigente. ¿Recuerdas que Begin le dijo a Reagan que al bombardear Beirut occidental no estaba atacando a Arafat, sino a Hitler? Ese discurso no ha desaparecido. Hoy se utiliza como justificación fundamental para someter al pueblo palestino y destruir Gaza.

Joan Scott:

Sí, ahora se presenta a Hamas como el nuevo nazismo. Kaplan ofrece un análisis muy agudo sobre esto. Afirma:

“Por aterradores que sean, los actos de violencia perpetrados por actores no estatales no se comparan, en su magnitud, con el exterminio sistemático e industrializado ejecutado por el régimen nazi. Sin embargo, la repetida equiparación entre terrorismo y Holocausto ha generado un poderoso efecto: hacer del proyecto palestino una reencarnación del intento nazi de exterminar a los judíos. En una época en la que las administraciones de Carter y Reagan seguían el compromiso de no dialogar con la OLP heredado de la era Kissinger, esta identificación de los palestinos con el terrorismo y el nazismo dañó profundamente la legitimidad pública de la OLP y de la causa que representaba.”

Y esto aún persiste. Muchas personas a quienes conozco, aunque no son mis amigas me dicen: “Pero Hamas es como los nazis, quieren destruir a los judíos y acabar con el Estado de Israel.” Incluso cuando intentas explicar que no es lo mismo, la imagen del nazismo asociada al pueblo palestino impide el debate racional.

Chris Hedges:

Este punto es crucial. C.L.R. James, en su obra The Black Jacobins, aborda un tema similar. Reconoce que durante la única insurrección esclava exitosa de la historia se cometieron actos atroces, pero subraya que no hubo detrás un Estado ni una potencia imperial. Esa diferencia es absolutamente clave. No pretendo suavizar el papel de Hamas los conozco bien, pasé mucho tiempo con ellos. Pero esta distinción es esencial.

En el capítulo final, Kaplan trata el tema del sionismo cristiano. La política israelí se ha vuelto cada vez más repulsiva para los jóvenes judíos. Muchos de los que protestan hoy contra el genocidio son judíos. Hay grupos como Jewish Voice for Peace. En Columbia, los estudiantes se encadenaron a las rejas para protestar contra la deportación de Mahmoud Khalil. Actualmente se encuentra detenido en un centro de inmigración en Luisiana.

Kaplan sostiene que, a medida que el gobierno israelí pierde el apoyo de la juventud judía, se vuelve cada vez más hacia figuras como John Hagee, representante del sionismo cristiano. Esto es especialmente llamativo, ya que muchos de estos líderes han expresado abiertamente estereotipos antisemitas, pero aun así brindan un respaldo incondicional a Israel. Además, organizan tours por Tierra Santa con motivaciones claramente bíblicas.

Y diría algo más: a medida que Israel se vuelve más autoritario, también se acerca a figuras como Viktor Orbán. Líderes como Netanyahu ven en ellos modelos a seguir en el ejercicio del poder. Todos son herederos de Vladimir Jabotinsky a quien Mussolini calificó como “un buen fascista” y de Meir Kahane. Yo cubrí a Kahane, lo seguí de cerca como periodista. Pero ahora, hablemos del epílogo de Kaplan, sobre el sionismo cristiano.

Joan Scott:

Sí, ya mencionamos algo al respecto. Esta creencia sostiene que el Apocalipsis tendrá lugar en Israel, conforme a las profecías del Antiguo Testamento, y que con la segunda venida de Cristo se establecerá un nuevo orden mundial. En ese momento, los judíos que acepten a Cristo ascenderán junto a los cristianos; el resto será condenado o directamente aniquilado.

Esta creencia es muy poderosa. Y como tú dijiste, incluso cuando estos líderes expresan frases antisemitas, su apoyo a Israel les garantiza indulgencia. Líderes como Netanyahu lo saben, pero no les importa, porque estos sectores especialmente durante la era Trump movilizan a una parte significativa y políticamente influyente de la sociedad estadounidense en favor de las políticas israelíes.

Cuando Trump trasladó la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, estaba cumpliendo uno de los anhelos más antiguos de estos sionistas cristianos. Para ellos, eso significa allanar el camino para el regreso de Cristo. Es un respaldo directamente vinculado con su peculiar visión de la historia si es que puede llamarse historia.

Chris Hedges:

Pero esta visión también se apoya en el mito fundacional de América: una civilización blanca, patriarcal, enfrentada a elementos considerados “subhumanos”. Las élites asquenazíes europeas la familia de Netanyahu proviene de Polonia, él mismo creció en Filadelfia y estudió en el MIT encajan perfectamente en esta enfermiza visión compartida por el sionismo cristiano.

Joan Scott:

En efecto. Kaplan resume esta idea de forma magistral:

“Identificarse con Israel no significaba, en realidad, identificarse con los judíos ni con los judíos estadounidenses ni con los israelíes. (Kaplan cita aquí a algunos evangélicos que afirmaban que ‘los judíos se habían entregado a un espíritu secular, incluso ateo, y que sus mentes brillantes con frecuencia se inclinaban hacia filosofías dañinas’). Después de regresar a Sion, los judíos tendrían una segunda oportunidad para redimirse del pecado de haber rechazado a Jesús.”

Pero Kaplan señala también y esto es precisamente lo que mencionabas el punto crucial:

“Así como Dios cumple Su promesa a los judíos a través de Israel, América puede ser la tierra prometida para los cristianos.”

Y cita a Jimmy Swaggart:

“Estados Unidos está espiritualmente unido a Israel por un cordón umbilical”, afirma Swaggart. “El concepto judeocristiano se remonta a Abraham y a la promesa que Dios le hizo. El pueblo judío representa al judaísmo; el pueblo estadounidense representa al cristianismo.” Para Swaggart, el pueblo estadounidense estaba compuesto por cristianos evangélicos blancos. Israel, por su parte, representaba en su totalidad al judaísmo y a los judíos.

Ese es el nexo exacto al que te referías.

Chris Hedges:

Como Kaplan también observa, América no aparece en la Biblia. No existe un texto sagrado que designe directamente a los estadounidenses como el “pueblo elegido”. Por ello, la identificación con Israel pasa a llenar ese vacío simbólico.

Joan Scott:

Exactamente.

Chris Hedges:

Para finalizar… disfruté especialmente el segmento en el que destruye a Thomas Friedman. Fue una lectura deliciosa.

Joan Scott:

Sí, a mí también me pareció excelente.

Chris Hedges:

También critica Árabes y judíos de David K. Shipler y De Beirut a Jerusalén de Friedman. A estos autores los acusa directamente de construir una narrativa de “falsa equivalencia”. Me gustaría leer este párrafo:

“Esta narrativa de equivalencia impide que los palestinos obtengan la superioridad moral en su lucha por la representación, y se basa en fuertes analogías con Estados Unidos. Al comienzo de la intifada, cuando el ejército israelí respondió a los manifestantes con balas reales, Friedman explicó a los espectadores cómo debían interpretar la violencia. Las escenas no se parecían a Birmingham en los años 60 ni a Berkeley en 1968, sino a la batalla de Bull Run en 1861. ‘Usar balas de goma contra los palestinos sería tan improbable como que el Norte lo hiciera contra el Sur’, escribió.”

La analogía con el movimiento por los derechos civiles equipara a los palestinos con los afroamericanos que luchaban por la igualdad frente a una policía represiva. En cambio, la analogía con la guerra civil crea la impresión de que hay dos ejércitos con capacidad de infligirse daños equivalentes.

Esto es profundamente problemático. Shipler lo hace, Friedman también. Y casi todos los comentaristas “liberales” reproducen lo mismo. Aunque no sean aliados de Netanyahu, como Friedman. Pero Kaplan no acepta este enfoque. Terminemos con este tema de la falsa equivalencia.

Joan Scott:

Sí, como bien señalas, Kaplan dice: “La metáfora de la guerra civil crea la ilusión de que dos fuerzas militares simétricas pueden infligirse daños equivalentes.” Y eso es exactamente cómo se presenta hoy la guerra en Gaza. Como si Hamas e Israel fueran equivalentes. Cuando en realidad, por un lado hay una potencia militar nuclear, y por el otro, un pueblo palestino mucho más débil que intenta resistir.

Chris Hedges:

Exacto, una fuerza de resistencia asimétrica con armas ligeras. Kaplan también subraya que autores como Friedman recurren constantemente a David Hartman para justificar la violencia israelí. Hartman era citado casi semanalmente en The New York Times, con frases como: “Ojalá no tuviéramos que dispararles”, en un tono de falsa introspección.

Joan Scott:

Sí, Friedman dice: acepta los crueles registros de la ira israelí costillas, brazos y piernas rotas pero insta a los lectores a comprender el miedo de los soldados israelíes, quienes nunca se sienten verdaderamente en casa porque “han tomado tierras que pertenecían a otros”.

Chris Hedges:

Kaplan también escribe: “Esta construcción simétrica, que atribuye igual humanidad a ambas partes, no está estructurada en base a relaciones reales de poder político.” Esto es clave. Liberales como Shipler y Friedman niegan el enfoque de Edward Said sobre el sionismo desde la perspectiva de la víctima. En cambio, incorporan a los palestinos a una narrativa dominada por Israel. Y este enfoque, lamentablemente, no ha cambiado.

Joan Scott:

Sí, absolutamente. Este es un libro escrito para nuestro tiempo.

Chris Hedges:

Es un libro muy inteligente. Y muy bien escrito. No quiero desmerecer a todos los académicos, pero ojalá más escribieran con esta claridad. He leído muchos libros sobre Oriente Medio, pero este me hizo reflexionar profundamente. Nunca había leído una obra que abordara este conflicto desde una perspectiva de estudios culturales.

Joan Scott:

Sí. Y lo hermoso de los libros es que siguen vivos incluso después de la muerte de sus autores. Esta obra es un verdadero homenaje a Amy Kaplan. Aunque ya no está con nosotros, su pensamiento sigue iluminando nuestras reflexiones.

Chris Hedges:

Sí, es realmente un libro excelente. Gracias, Joan. Hemos conversado sobre el libro Our American Israel de Amy Kaplan. Agradezco a Diego [Ramos], Thomas [Hedges], Sofia [Menemenlis] y Max [Jones] por la producción de este programa. Pueden seguirme en ChrisHedges.Substack.com.

NOTA DE CHRIS HEDGES A LOS LECTORES DE SCHEERPOST:

La única forma en que puedo continuar escribiendo mis columnas semanales para ScheerPost y produciendo mi programa semanal de televisión es con su apoyo. Los muros contra el periodismo independiente se cierran a una velocidad alarmante; las élites, incluidos los demócratas, exigen cada vez más censura.

Bob Scheer, quien dirige ScheerPost con un presupuesto limitado, y yo, no comprometemos nuestra fidelidad al periodismo libre y honesto. Nunca cobraremos por el acceso, no pediremos suscripciones, no venderemos sus datos, ni aceptaremos publicidad.

Por favor, si pueden, suscríbanse en chrishedges.substack.com, para que pueda seguir publicando mis columnas semanales y produciendo el programa The Chris Hedges Report todos los lunes en ScheerPost.

Presentador:

Chris Hedges

Productor:
Max Jones

Introducción:
Diego Ramos

Equipo:
Diego Ramos, Sofia Menemenlis y Thomas Hedges

Transcripción:
Diego Ramos

Fuente: https://scheerpost.com/2025/05/28/the-shared-mythological-history-of-israel-and-the-us-w-joan-scott-the-chris-hedges-report/

Deja una respuesta

Your email address will not be published.