El desarme del PKK constituye no solo un hito crítico en términos de seguridad, sino también un punto de inflexión fundamental para el futuro de Türkiye. Las reacciones ante esta cuestión reflejan, en gran medida, las decisiones fundamentales sobre qué tipo de país se quiere construir. Una visión de solución que reconozca la diversidad, establezca la igualdad y garantice la paz social, fortalecerá a Türkiye y la convertirá en un país más estable y resiliente. La solución se consuma no únicamente con la participación de los actores dominantes, sino también incluyendo a aquellos cuyas voces han sido históricamente silenciadas.
Uno de los problemas más profundos de Türkiye ha sido, desde principios de la década de 1980, la cuestión del PKK, que ha amenazado la seguridad nacional y ha cobrado la vida de miles de personas. Aunque este conflicto tiene múltiples dimensiones, en esencia se trata de la actividad terrorista de una organización armada. Es ampliamente aceptado y con razón que mientras el PKK no deponga las armas, esta problemática no podrá resolverse. No obstante, también se han desarrollado debates sobre lo que podría suceder si el PKK renunciara a las armas. Estos debates fueron particularmente frecuentes durante el llamado “proceso de solución”. En los últimos días, han resurgido. Cuestiones como la posible evolución del país ante un desarme del PKK o las reacciones sociales ante dicho paso, vuelven a ocupar el centro del debate público.
Conviene recordar que una de las expresiones clave en este contexto ha sido el “fortalecimiento del frente interno”. El Presidente de la República abordó esta cuestión en tres discursos importantes: el primero, con motivo del aniversario de la victoria de Malazgirt el 26 de agosto; el segundo, el 30 de agosto durante la conmemoración de la victoria de la Guerra de Independencia; y el tercero, el 1 de octubre en la apertura del nuevo periodo legislativo del Parlamento. Tras estos discursos, el 2 de octubre, el líder del MHP, Devlet Bahçeli, estrechó la mano de diputados del partido DEM en el Pleno de la Gran Asamblea Nacional, gesto al que se sumó el vicepresidente del AKP, Efkan Ala. Al ser consultado por los periodistas, Bahçeli declaró: “La razón de mi gesto fue la intervención de nuestro Presidente; respondí a su llamado para fortalecer el frente interno”. La reciente convocatoria de Öcalan y el anuncio del 12 de mayo, en el que el PKK comunicó su decisión de abandonar las armas y disolverse, han intensificado el debate y definido posturas.
¿Qué Ocurrirá si el PKK Depone las Armas?
Las respuestas a esta pregunta revelan, en esencia, dos visiones divergentes sobre el futuro de Türkiye. Para un sector, el desarme del PKK se interpreta como una oportunidad para que Türkiye avance hacia una democracia más profunda, fortalezca la paz social y adopte un modelo de país más pluralista. Para otro sector, en cambio, dicho escenario representa una amenaza a la seguridad nacional, a la estructura unitaria del Estado y a la soberanía del país. En este sentido, las reacciones frente a un eventual desarme del PKK reflejan también dos enfoques antagónicos sobre el destino de Türkiye.
Desde el inicio de las acciones terroristas del PKK, la lucha contra el terrorismo ha coexistido con la búsqueda de una alternativa distinta a la vía armada. En los primeros años, al no adoptarse pasos concretos, no existía una división tan clara como la que vemos hoy. Sin embargo, siempre ha persistido la disyuntiva entre quienes defienden una solución fuera del ámbito de las armas y quienes se oponen a cualquier enfoque no militar. Ambos sectores evalúan la cuestión a partir de valores distintos, experiencias históricas contrastantes y visiones divergentes del porvenir.
Para esclarecer el tema, conviene examinar primero ejemplos internacionales.
Una Breve Perspectiva desde la Experiencia Internacional
Las experiencias de algunos movimientos armados que, en el pasado, optaron por deponer las armas y los procesos que se desarrollaron posteriormente, pueden ofrecer valiosas referencias para el debate actual en Türkiye. Por ejemplo, el desarme del IRA y su conversión en un actor legítimo dentro del ámbito político representó un punto de inflexión tanto para el Reino Unido como para Irlanda. En Colombia, la decisión de las FARC de abandonar la lucha armada y participar en el proceso de paz fue considerada un paso crucial hacia la estabilidad del país. En Sudáfrica, la decisión del ANC de poner fin a su lucha armada y liderar una transformación democrática constituye un ejemplo histórico de gran relevancia.
Estos casos demuestran, con hechos concretos, que es posible integrar a actores armados en la vida política y que tales procesos pueden contribuir significativamente a la democratización. Ninguno de estos países se fragmentó ni surgieron estructuras autonómicas que pusieran en peligro la integridad estatal. Sin embargo, conviene señalar que, en los Balcanes, las dinámicas conflictivas persistentes y obstinadas condujeron a la atomización del territorio en entidades similares a ciudades-estado.
Pese a ello, cada uno de los ejemplos de Irlanda, Colombia y Sudáfrica fue recibido con reacciones diversas por parte de distintos sectores sociales. Lo mismo puede esperarse en Türkiye. Con los últimos acontecimientos, la polarización se ha hecho aún más evidente, y es posible identificar dos posturas fundamentales: aquellos que abogan por una solución política y aquellos que se oponen a ella. Analizar estas dos actitudes resulta esencial para comprender el porvenir político del país.
Enfoque Pro-Solución
El sector que considera positivo el desarme del PKK, su declaración de cese de actividades terroristas y su autodisolución, sostiene que este proceso fortalecerá valores fundamentales como la democratización, la ciudadanía igualitaria, la paz social y el pluralismo en Türkiye. En este marco, la igualdad ciudadana no se limita a un discurso jurídico, sino que constituye una cuestión constitucional que garantiza la participación de los ciudadanos en la vida pública con sus respectivas identidades.
Otro punto clave subrayado es que este proceso no debe interpretarse únicamente como una estrategia de seguridad, sino como un mecanismo para asegurar derechos fundamentales y reconstruir un contrato social democrático. Los defensores de este enfoque también promueven la expansión del ámbito de la política civil, el abandono de las políticas centradas en la seguridad y la ampliación de la libertad de expresión. Su argumento central es que, en un contexto libre de violencia armada, Türkiye podrá evolucionar hacia una estructura política más democrática y participativa. Quienes adoptan esta postura reconocen como legítimas las demandas ciudadanas siempre que estén dentro del marco constitucional. Tales demandas deben ser abordadas desde la perspectiva de los derechos humanos y con un enfoque democrático integral.
Este sector defiende la democratización de Türkiye, el fortalecimiento de un entorno pacífico sin terrorismo, la civilización del Estado, y un poder estatal fuerte pero justo. Al mismo tiempo, rechazan tanto la fragmentación del país como la transición a una estructura federal. Proponen una solución en la que, dentro de la unidad e integridad de Türkiye, se reconozcan las diferencias, se establezca la igualdad y se garantice la paz social. Se acepta que un proceso de este tipo acelerará la democratización del país. El debilitamiento del tutelaje militar, la expansión de las libertades y la consolidación del gobierno civil están directamente relacionados con la eliminación de las zonas grises creadas bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo. Además, se considera que el desarrollo económico y la reducción de las desigualdades regionales son más factibles en un contexto de paz.
Enfoque Anti-Solución
Quienes se oponen al desarme del PKK consideran que tal evolución representa una amenaza a la seguridad, la estructura unitaria y la soberanía de Türkiye. Esta postura se configura principalmente a partir de traumas históricos, preocupaciones de seguridad y las pérdidas sufridas durante la lucha contra el terrorismo. Para estos sectores, el término “solución” se asocia frecuentemente con “rendición” o “concesión”. Su imaginario político se basa en un modelo centrado en la seguridad, con un enfoque centralista y una estructura social homogénea. Más que reconocer la diversidad, esta perspectiva tiende de manera implícita o explícita hacia políticas de uniformización y asimilación. Es evidente que tales políticas contravienen los principios de igualdad democrática.
Los argumentos de esta postura pueden agruparse en tres categorías. En primer lugar, se parte de la premisa de que el objetivo del PKK es la autonomía o la independencia. Incluso cuando se declara que no existen tales demandas, no se ofrece una explicación coherente sobre la incomodidad que provoca la disolución de la organización. En segundo lugar, se sostiene que la legitimidad del Estado no puede ser cuestionada, y desde esa óptica, cualquier negociación con la organización se percibe como un debilitamiento del Estado. En tercer lugar, se afirma que este tipo de proceso constituye una falta de respeto hacia los mártires. Esta actitud está influida por dos factores fundamentales: la continuidad del paradigma de seguridad establecido en los años noventa en la memoria institucional, y el impacto de experiencias pasadas sobre el aparato estatal y su proyección en la sociedad.
Este enfoque, por tanto, aboga por la continuación de las políticas de seguridad que han predominado en Türkiye durante décadas. Su visión del país se basa en una Türkiye con un fuerte poder central, de carácter unitario y con una identidad nacional homogénea. Se sostiene que cualquier diferencia debe permanecer en el ámbito privado, no en el espacio público.
El Dilema de Türkiye: ¿Reprimir o Construir el Futuro?
La diferencia fundamental entre estos dos enfoques radica en la capacidad de Türkiye para convivir con sus diferencias. Un sector defiende el reconocimiento de la diversidad y la convivencia en un entorno plural; el otro aboga por reprimir las diferencias y mantener una estructura social homogénea. Por tanto, el asunto no se limita al desarme del PKK, sino que implica una cuestión mucho más profunda: ¿qué tipo de país será Türkiye? ¿Un país pluralista y democrático, o uno centrado en la seguridad, centralista y uniformador?
Cuando se analizan las posturas desde esta perspectiva, se evidencia la complejidad del problema. Para esclarecer esta cuestión, es necesario observar el escenario que surgiría en caso de que la organización depusiera las armas.
¿Qué Cambiaría si se Depusieran las Armas?
Es posible afirmar que el desarme del PKK tendría efectos significativos en seis ámbitos fundamentales y produciría resultados positivos. El primero de ellos es el fin del terrorismo. El abandono de las armas por parte del PKK pondría fin a un problema que ha afectado a Türkiye durante más de cuarenta años. Esta situación reduciría las preocupaciones de seguridad, especialmente en las regiones del este y sureste del país, y permitiría un proceso de normalización.
El segundo ámbito es la consolidación de la paz social. Un ambiente en el que las armas ya no estén presentes facilitaría la disminución de la polarización social y aumentaría el diálogo entre distintos sectores, lo cual contribuiría al fortalecimiento de la cohesión social.
En tercer lugar, el proceso impulsaría la democratización y la transformación democrática del Estado. Con la disminución de las preocupaciones por la seguridad, se abriría paso a nuevas reformas democráticas, ampliando la libertad de expresión, la participación política, el pluralismo y la reestructuración democrática del aparato estatal.
El cuarto punto es el fin de la tutela de la organización sobre la política kurda. Los actores kurdos podrían ser evaluados no en función de las acciones u omisiones del PKK, sino por su propio desempeño político y lo que pueden ofrecer a Türkiye. De este modo, se vislumbraría una oportunidad real de normalización.
El quinto aspecto abarca los beneficios internacionales. Uno de los factores que ha tensado las relaciones de Türkiye con algunos países vecinos y con Occidente han sido las consecuencias de las actividades terroristas del PKK. Su desarme y el avance de un proceso de solución mejorarían la legitimidad internacional del país, produciendo efectos positivos tanto en su entorno regional como a nivel global. En una época de globalización económica y modelos regionales de desarrollo exitosos, esto representa una oportunidad estratégica para Türkiye.
El sexto y último ámbito a destacar es el de los beneficios económicos. El fin del terrorismo fomentaría la inversión regional y aceleraría el desarrollo económico. El aumento de oportunidades de empleo para la juventud contribuiría a mitigar y resolver problemáticas sociales. Durante el anterior proceso de paz, la población local ya tuvo una muestra concreta de lo que esto significa.
Para alcanzar los resultados positivos mencionados, deben cumplirse dos condiciones fundamentales. La primera es el coraje político. Para que el proceso avance, los actores políticos deben actuar con valentía, orientar a la sociedad y asumir con claridad las políticas que implementan. Este tipo de valentía política es indispensable. La segunda condición es el apoyo social. Que el proceso goce de legitimidad social es determinante para su sostenibilidad. Los datos actuales indican que existe un respaldo social considerable, y es evidente que este apoyo crecerá aún más tras la decisión del PKK de abandonar las armas.
Una Solución Duradera es Posible, pero Requiere Valentía
Volviendo a la cuestión central, la polarización entre quienes apoyan y quienes rechazan una solución en Türkiye también refleja una disputa más profunda relacionada con las dinámicas internas, las identidades y el modelo de Estado-nación. Las experiencias internacionales demuestran que las sociedades en conflicto no logran estabilidad mediante la represión, sino a través del reconocimiento mutuo y la vía política. La legitimidad del Estado se fortalece cuando éste trata a sus ciudadanos con igualdad y respeto. Si las demandas ciudadanas dejan de ser consideradas amenazas a la seguridad y se abordan desde una lógica de inclusión democrática, dichas demandas dejarán de ser percibidas como un riesgo para la unidad nacional y se transformarán en factores de solidaridad social.
Por tanto, el verdadero desafío para Türkiye no se limita al dilema entre ser pro-solución o anti-solución. El reto consiste en establecer nuevas reglas de convivencia dentro de un marco de pluralismo democrático.
En resumen, el desarme del PKK no solo representa un hito en materia de seguridad, sino también un momento decisivo para el futuro de Türkiye. Las respuestas a este proceso reflejan las preferencias sobre el tipo de país que se quiere construir. Una visión de solución que reconozca la diversidad, garantice la igualdad y fortalezca la paz social hará de Türkiye un país más fuerte y estable. El silencio de las armas solo adquiere verdadero significado cuando va acompañado de la escucha activa de todas las voces. La solución debe incluir no solo a los actores con poder, sino también a aquellos que históricamente han sido silenciados.
Los pobres, quienes han sido marginados de la educación, y los hijos de las víctimas, son los verdaderos propietarios de este proceso. El desarme del PKK no busca únicamente resolver un problema de seguridad, sino encarar una cuestión social no resuelta desde hace más de un siglo. No se trata de un camino fácil. El dolor del pasado, la desconfianza y los cálculos políticos acechan esta ruta. Pero precisamente por ello, la solución no es un proyecto de ingeniería política, sino un acto de valentía histórica. Es el encuentro entre un Estado que habla con justicia y un pueblo que habla con esperanza.
No lo olvidemos: una democracia que crece bajo la sombra de las armas jamás puede funcionar plenamente; siempre será incompleta. Y, más importante aún, este país y su gente no merecen menos.
Fuente; perspektifonline.com