El Problema de Israel y la Causa Palestina

febrero 18, 2025
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El problema de los «judíos» en el mundo occidental ha evolucionado hasta convertirse en el problema de Israel en el mundo islámico, mientras que Palestina se ha transformado en una causa global. Este poder ocupante, que ha superado ya su 75º aniversario, sigue actuando con una mentalidad de organización paramilitar, desestabilizando la región y alimentándose de la violencia y el caos que genera. No obstante, con sus recientes masacres, ha sido condenado por la conciencia colectiva de la humanidad y ha quedado cada vez más aislado.

El problema judío, que hace un siglo el mundo occidental definía como una cuestión a resolver y del cual intentaba deshacerse, fue introducido en el mundo islámico como una bomba de tiempo mediante la alianza entre el sionismo y el evangelismo. El caos provocado en el mundo islámico por la Primera Guerra Mundial, la retirada del Imperio Otomano del mundo árabe y la consecuente inestabilidad facilitaron el asentamiento, bajo el patrocinio británico, de colonos judíos que habían sido alentados a emigrar forzosamente por Occidente. La geografía de Jerusalén, es decir, los territorios de Palestina, fue ocupada gradualmente por grupos terroristas judíos que perpetraban incursiones en aldeas y pueblos. Esta situación de facto fue oficializada en 1948 con la proclamación del Estado de Israel.

El problema de los «judíos» en el mundo occidental ha evolucionado hasta convertirse en el problema de Israel en el mundo islámico, mientras que Palestina se ha transformado en una causa global. Este poder ocupante, que ha superado ya su 75º aniversario, sigue actuando con una mentalidad de organización paramilitar, desestabilizando la región y alimentándose de la violencia y el caos que genera. No obstante, con sus recientes masacres, ha sido condenado por la conciencia colectiva de la humanidad y ha quedado cada vez más aislado.

A pesar de ello, los palestinos han logrado convertir su resistencia contra un siglo de ocupación, saqueo y usurpación en una causa común de la humanidad, transmitiendo de generación en generación la bandera de la lucha. Tras el asalto al puesto militar de ocupación cercano a Gaza el 7 de octubre de 2023, los palestinos han llevado su lucha por la libertad a una dimensión global en respuesta a los ataques desproporcionados y masacres sufridas. Las acciones de la «Tormenta de Al-Aqsa» comenzaron como una reacción ante la muerte silenciosa a la que Gaza ha sido sometida durante los últimos veinte años, pero han provocado un movimiento regional y cambios significativos.

Frente a la amenaza de ser expulsados de sus tierras, los palestinos han resistido los bombardeos sin abandonar sus hogares, desenmascarando así el proyecto de «despalestinización de Palestina», un plan que ha sido discutido en círculos sionistas durante décadas. En realidad, esta estrategia es una continuación de la política aplicada desde 1948, basada en la ocupación del territorio y la expulsión de su población originaria. Actualmente, aproximadamente el 80 % de la población de Gaza está compuesta por palestinos que fueron desplazados de sus tierras en los últimos 75 años, convirtiéndose en refugiados en su propia patria. La población de Gaza, víctima de los ataques de limpieza étnica llevados a cabo por Israel en su intento de garantizar la continuidad de su existencia y asegurar un territorio mayoritariamente judío, ha optado por no abandonar la tierra en la que han sido forzados a vivir como refugiados, incluso a costa de sus propias vidas.

Los Acuerdos de Abraham (Safqat al-Qarn / La Paz del Milenio)

Las revoluciones árabes, que comenzaron en Túnez en 2011 y se extendieron rápidamente a todo el mundo árabe, especialmente a Egipto, Libia, Siria y Yemen, relegaron a un segundo plano la cuestión palestina. Las manifestaciones pacíficas que surgieron con demandas de libertad, justicia y dignidad terminaron por convertirse en guerras civiles en algunos países, y el número de personas fallecidas en estos conflictos llegó a ser casi diez veces superior al de los muertos en Palestina durante un siglo. En términos de catástrofes humanitarias, Bagdad, Damasco, Alepo y Yemen no se diferenciaban mucho de cualquier ciudad palestina.

Uno de los dos ejes que surgieron con las revoluciones árabes defendía la continuidad del statu quo, y en colaboración con este eje, Israel intensificó su presión sobre Palestina. No obstante, percibiendo a largo plazo las demandas de cambio y transformación masiva en la región como una amenaza, Israel adoptó una política de normalización rápida con los regímenes árabes. Algunos monarcas del Golfo que consideraban estas demandas como una amenaza se alinearon con Israel y aceleraron sus procesos de normalización.

Los Acuerdos de Abraham, anunciados como la «paz del siglo» por el presidente estadounidense Donald Trump en una ceremonia de amplia participación que incluyó a Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Jordania y Egipto, representaban en realidad la aceptación de que Israel era la fuente de inestabilidad en la región y el principal responsable de la violación de la paz. A través de estas iniciativas, en las que no participaron actores palestinos, se preveía una inyección económica en la región, apoyo a los gobiernos de Jordania, Líbano y Egipto, la creación de zonas de inversión en el Sinaí donde los habitantes de Gaza pudieran trabajar, así como la construcción de un ferrocarril de alta velocidad entre Gaza y Cisjordania, entre otras actividades económicas, políticas y culturales.

En el marco de estas actividades culturales, un grupo judío organizaba eventos conjuntos con algunos países del Golfo, transmitiendo mensajes de paz universal entre las tres religiones abrahámicas. Un agricultor de Medina invitaba a una familia judía británica a su plantación de dátiles en Medina y juntos plantaban un retoño simbólico de palma datilera, lo que daba lugar a titulares como «Por primera vez en 1400 años, un judío en Medina».

Aunque el verdadero objetivo de estos acuerdos era legitimar las políticas de ocupación de Israel y normalizar sus relaciones con los países de la región, los verdaderos afectados, los palestinos, eran completamente ignorados. Estos intentos de determinar el destino de Palestina sin la participación de los palestinos parecen haber quedado estancados con el estallido de la «Tormenta de Al-Aqsa». Además, las masacres que se han producido posteriormente han generado preocupación entre los países árabes que participaron en esta iniciativa.

El “Problema Israelí” de los Judíos

Desde su fundación, Israel ha sostenido, en conformidad con la ideología sionista que lo sustenta, que es el Estado de todos los judíos del mundo y ha tratado de mantenerse en pie con su apoyo financiero. De manera sistemática, ha trasladado a los judíos que viven fuera de Israel a los «guetos judíos» que ha establecido en los territorios palestinos ocupados, prometiéndoles una vida segura y sin problemas. Sin embargo, con la operación «Tormenta de Al-Aqsa», el muro de seguridad construido por Israel se ha derrumbado, y todos los judíos han quedado expuestos al conflicto, convirtiéndose en víctimas del clima de violencia generado por su propio Estado.

Para los ciudadanos judíos de Israel, que han experimentado el mayor trauma desde la derrota de 1973, la seguridad, que hasta ahora consideraban garantizada, se ha convertido en un tema de debate. De este modo, han comenzado a sentir el miedo y la incertidumbre que los palestinos han padecido durante setenta y cinco años. La creciente agresividad de Israel, impulsada por el sionismo radical y el cristianismo evangélico, está siendo cada vez más cuestionada, y los judíos que residen fuera de Israel observan estos acontecimientos con preocupación. Además, desde el inicio de la masacre en Gaza, la visita de líderes occidentales de identidad cristiana o evangélica a Tel Aviv para expresar su apoyo a los responsables de crímenes de guerra ha generado indignación a nivel global.

Los ataques de Israel contra Gaza, en los que ha empleado fuerza desproporcionada bombardeando hospitales, instituciones educativas y lugares de culto, y masacrando a civiles inocentes, en su mayoría mujeres y niños, han herido la conciencia de la humanidad en todo el mundo. Las protestas contra Israel que comenzaron en Europa, América y otros países han crecido exponencialmente, transformándose en un rechazo generalizado al sionismo. En particular, las manifestaciones en Europa han demostrado que criticar a Israel y al sionismo no equivale a antisemitismo, rompiendo con la tendencia de equiparar cualquier crítica a Israel con prejuicios antijudíos.

Con las recientes masacres en Gaza, Israel ha dejado en evidencia que, incluso en su septuagésimo quinto aniversario, aún no ha alcanzado la madurez de un verdadero Estado. En consecuencia, ha quedado aplastado bajo el peso de la responsabilidad y el honor que supone ser una entidad estatal legítima.

Palestina: La causa de honor y libertad de la humanidad

La cuestión de Palestina y Jerusalén, que había quedado en la sombra de las revoluciones árabes y corría el riesgo de ser olvidada, ha alcanzado nuevamente una dimensión global con las recientes masacres en Gaza. Personas de todas las religiones, nacionalidades e ideologías han salido a las calles para demostrar, independientemente de sus propios regímenes, que consideran Palestina como una causa de honor y libertad para toda la humanidad. La lucha palestina se ha convertido en el nuevo lema de independencia y libertad de la juventud y ha resurgido como la conciencia colectiva de toda la humanidad, trascendiendo a los árabes y musulmanes. A pesar de los obstáculos, las protestas en ciudades de Europa y América han denunciado las masacres de Israel y han criticado las políticas proisraelíes de sus propios gobiernos.

La administración de Estados Unidos no ha mostrado esfuerzos recientes por una solución de dos Estados; al contrario, ha respaldado las políticas expansionistas de Israel, permitiendo la erosión progresiva de Cisjordania. A través de instituciones judías en Estados Unidos, más de la mitad de los territorios de Cisjordania están actualmente bajo control israelí. Los gobiernos occidentales, al apoyar abiertamente las masacres de Israel, han generado indignación entre sus propios ciudadanos. Además, los medios de comunicación dominantes en Occidente han avivado esta reacción con una cobertura sesgada a favor de Israel. No obstante, a pesar de estas restricciones, la voz de la conciencia colectiva expresada en las plazas de Occidente ha inquietado tanto al gobierno israelí como a organizaciones como la Liga Árabe, cuyos comunicados de condena resultan incómodos para Tel Aviv. Para que la causa palestina, que ha alcanzado una dimensión global como símbolo de honor y libertad, se corone con soluciones permanentes, es necesario que los actores políticos palestinos unifiquen sus esfuerzos.

Tras 75 años de ocupación sistemática, los líderes palestinos se enfrentan a una nueva encrucijada después de las masacres en Gaza. Las divisiones políticas, afianzadas tras el proceso de Oslo, han fragmentado la dirección palestina en dos ejes distintos: Cisjordania, bajo el gobierno de Mahmoud Abbas y el movimiento Fatah, y la Franja de Gaza, bajo el control de Hamás. Mientras no actúen conjuntamente contra la ocupación israelí, que es el problema principal que los afecta a ambos, la solución de sus diferencias internas será inviable. La unificación de los actores políticos palestinos requiere, además, abordar los problemas estructurales de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). En este sentido, la Cumbre Extraordinaria Conjunta de la Organización de Cooperación Islámica (OCI) y la Liga Árabe, convocada para condenar las masacres en Gaza y trazar una hoja de ruta, enfatizó lo siguiente:

«Reafirmamos que la Organización para la Liberación de Palestina es el único representante legítimo del pueblo palestino y hacemos un llamado a todos los grupos y fuerzas palestinas para que se unan bajo el paraguas de la OLP y asuman sus responsabilidades en el marco de la asociación nacional liderada por la OLP.»

La OLP fue fundada en 1964 tras una decisión tomada en la cumbre de la Liga Árabe en El Cairo con el objetivo de reunir a los grupos palestinos bajo una estructura unificada, siguiendo la voluntad de los líderes árabes, encabezados por Gamal Abdel Nasser. En sus inicios, la OLP tenía un carácter secular y nacionalista, acorde con la coyuntura de la época. Con el liderazgo de Yasser Arafat y el predominio del movimiento Fatah, la representación equitativa de otros grupos palestinos disminuyó progresivamente. Hoy en día, la OLP está prácticamente identificada con Fatah, excluyendo a otros actores relevantes en el terreno. Por ejemplo, Hamás, que cuenta con un respaldo popular comparable al de Fatah, no está representado en la OLP.