El ascenso de la “anti-diplomacia” en una Europa debilitada

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El auge de la “anti-diplomacia” no se debe a la inacción de Europa, sino a que actúa cuando nadie lo desea, sin que beneficie a nadie, y valiéndose de medios que nadie aprueba. Bruselas interviene no porque haya sido mandatada para hacerlo, sino porque el mecanismo continúa operando incluso cuando su propósito se ha vuelto difuso. A menos que alguien imponga un freno estructural a este engranaje, la cumbre de Pekín no solo culminará en un fracaso, sino que confirmará lo que muchos de sus socios ya sospechaban: Europa ya no distingue entre tener una posición y escenificar una postura.

Kaja Kallas: el rostro de una Europa que se sabotea a sí misma ante China y que admira a Estados Unidos con autodesprecio Europa practica hoy una diplomacia estéril. Sus políticas no están diseñadas para proteger intereses, sino para emitir señales de virtud o para exhibir una desesperada lealtad transatlántica.
Lo que emerge no es influencia, sino ilusión: una ilusión dirigida por poses teatrales, autoridad improvisada y líderes que representan papeles nunca definidos por los tratados nacionales ni internacionales. Esta estructura habla en nombre de una Unión que no puede comandar, se enfrenta a enemigos que no puede disuadir y predica valores que no puede cumplir ni dentro de sí misma. El resultado es una simulación de geopolítica sin capacidad de configuración real.

El ejemplo más revelador de esta deriva es Kaja Kallas. Nombrada como Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores, Kallas invirtió el sentido de su rol en apenas unos meses, llevando al bloque a adoptar posturas beligerantes que socavan los intereses que debería defender.

Mientras Estados Unidos impone aranceles punitivos a Europa, ridiculiza a sus líderes en cada oportunidad y restringe visados a funcionarios acusados de reprimir la libertad de expresión, Europa se somete a las humillaciones de Washington mientras rechaza cualquier intento de cooperación con China. Esta inversión diplomática es tan absurda que parece sátira, pero está dando forma, en tiempo real, a la política exterior europea.

No se trata del error de un individuo extraviado, sino del reflejo de un sistema que le confirió autoridad. Kallas es la cristalización del colapso institucional europeo: es a la vez arquitecta y producto de una estructura capaz de improvisar política exterior desde el vacío jurídico, y de emitir declaraciones que ni los Estados miembros aprueban ni reconocen.

En cualquier sistema funcional, esto sería considerado arte performativo. En la Europa de hoy, se le llama gobernanza.

La decadencia comenzó antes de su nombramiento. Desde 2019, la Comisión Europea se tambalea en el ámbito geopolítico, sin estrategia ni mandato constitucional, atrapada entre una gestión de corte presidencialista, posiciones erráticas frente a China y una dependencia patológica de Estados Unidos.

Lo que se manifiesta no es solo ineptitud, sino una abdicación institucional completa. Y en su lugar, la diplomacia ha sido reencarnada como teatro de vanguardia: ruidoso, autorreferencial y ajeno a toda presión.

Una tragedia diplomática en cinco actos

En los cinco episodios que siguen se examina la transformación de Europa: de actor de política exterior a escenario de sátira geopolítica.

Acto I. La doctrina del caos chino

Todo comenzó en la sesión de octubre de 2024 que designó a Kaja Kallas. Desde el inicio, Kallas calificó a China como “parcialmente malintencionada”, repitiendo los argumentos de Washington sin matices ni pruebas. Encerró a Pekín en una zona gris entre competencia y amenaza, que solo podría gestionarse mediante una alianza atlántica. Pero cuando Trump regresó al poder y la armonía transatlántica se desvaneció de la noche a la mañana, Bruselas se encontró hablando un dialecto político que nadie comprendía.

Acto II. La humillación de Múnich

En febrero de 2025, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente estadounidense JD Vance ridiculizó la irrelevancia de Europa ante sus propios líderes. La reacción fue el silencio. Luego, Kallas emergió con desesperado arrojo: “Parece que Estados Unidos quiere pelear con Europa”, dijo, añadiendo: “El mundo libre necesita un nuevo liderazgo. Esta responsabilidad recae sobre nosotros, los europeos”. Una propuesta que colapsó bajo el peso de su propia absurdidad. Sus palabras eran un compendio de deseo, temor, torpeza diplomática e incumplimiento del deber. Múnich reveló a una Europa que aún cree estar en una fiesta que ya terminó.

Acto III. La afrenta de Washington

La visita de Kallas a Washington a finales de febrero de 2025 pretendía reafirmar la asociación transatlántica. En lugar de eso, el secretario de Estado, Marco Rubio, se negó a recibirla a pesar de su presencia en la ciudad un gesto sin precedentes. Lo que Bruselas aún consideraba “coordinación” adquirió la forma explícita de una súplica. Esta afrenta no fue personal: fue una lección. Estados Unidos ya no ignora a Europa, sino que ha comenzado a enseñarle activamente su irrelevancia.

Acto IV. La parábola de Shangri-La

En el Diálogo de Shangri-La en Singapur, Kallas proclamó: “Si están preocupados por China, deberían preocuparse también por Rusia”, presentando la asociación sino-rusa como la amenaza unificada de nuestro tiempo. Acusó a Pekín de reforzar con furia la maquinaria bélica de Moscú, pero omitió cuidadosamente la complicidad europea. Como reconoció recientemente Dan Jorgensen, comisario de Energía y Vivienda de la UE, los Estados miembros han gastado, desde el inicio de la invasión a Ucrania, el equivalente a 2.400 cazas F-35 en combustibles fósiles rusos. Si alguien financia el presupuesto de guerra de Putin, parece ser Europa. Sin embargo, en lugar de afrontar esta aritmética incómoda, Europa prefiere proyectar culpas con la confianza de quien nunca revisó sus propios recibos.

Además, la relación entre China y Rusia, presentada como monolítica, está plagada de fricciones: Moscú resiente la falta de compras no energéticas por parte de Pekín y teme que sus mercados abandonados por marcas occidentales sean invadidos por productos chinos. China, por su parte, rechaza las amenazas nucleares del Kremlin. Pero esta complejidad entorpece la narrativa. Para sostener el relato, Kallas debe ignorar tanto las contradicciones de sus socios como los fracasos de sus aliados: los hechos no deben arruinar un buen titular.

Acto V. El silencio sobre India

Mientras Europa centra su discurso en el respaldo chino a Moscú, ignora casi por completo la robusta relación entre India y Rusia. Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), entre 2020 y 2024 India absorbió el 38 % de las exportaciones de armamento ruso, convirtiéndose en su principal comprador. Estas exportaciones incluyen sistemas que, en otros contextos, serían considerados desestabilizadores, además de contribuir a mitigar los efectos de las sanciones económicas contra Rusia. En paralelo, la Comisión Europea desplegó en febrero su misión diplomática más grande en Delhi, con 21 comisarios presentes. Sin embargo, la delegación evitó cuidadosamente mencionar tanto los vínculos cada vez más profundos entre India y Moscú como la precaria situación de los derechos humanos en el país.

La tragicomedia europea y el auge de la “anti-diplomacia”

Todo esto es simplemente ignorado por Bruselas porque no encaja en su narrativa. Cuestionar a la India complicaría las fantasías indo-pacíficas de la UE, y confrontarla revelaría la inconsistencia de una estrategia que considera a China una amenaza y a la India un socio —aunque ambas mantengan comportamientos similares respecto a Rusia. El problema, por tanto, no es el grado de coerción, sino la selectividad del enfoque.

Acto V: El teatro del Tirol

Marca el clímax de la ópera geopolítica con tintes de absurdo. La UE organiza junto al ministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, un espectáculo sobre “educación multilingüe” en Tirol. Según reporta Finbarr Bermingham (SCMP), el objetivo es contraponer la supuesta tolerancia lingüística europea frente a las políticas “represivas” de China en Tíbet y Sinkiang.

En esta producción surrealista, Kallas asume el papel principal. Simultáneamente, el presidente español, Pedro Sánchez, impulsa el reconocimiento oficial del catalán, el vasco y el gallego como lenguas oficiales de la UE, aunque todos los actores políticos involucrados dominan el español. Esta acción no responde a derechos lingüísticos: incluso la Constitución española no reconoce estas lenguas como oficiales a nivel estatal. Se trata, en realidad, de un pacto político con un fugitivo de la justicia para afianzar el poder.

El paralelismo es evidente: Sánchez politiza las instituciones dentro de la UE para afianzar su influencia, y Kallas lo hace hacia fuera. La lógica es idéntica; lo que varía es la escala.

La guerra en Ucrania ha revelado este paralelismo y ha puesto al descubierto el vacío teatral que subyace en la diplomacia europea. Kallas tuvo la oportunidad de encarnar una voz creíble a favor de la paz. Pero fue Trump quien dio el primer paso. Su postura beligerante, más arraigada en el trauma histórico de Estonia que en sus funciones actuales, demostró que no está en condiciones de representar a Europa en su conjunto.

Sánchez no es diferente. Desde el inicio de la guerra, España ha destinado 6.900 millones de euros a la energía rusa, casi siete veces más de lo que ha prometido en ayuda militar a Ucrania (1.000 millones). Sin embargo, este hecho no impidió que el presidente español se retratara con Zelenski en cada oportunidad. Desde la lógica de Bruselas, por cada euro enviado a Kiev para su resistencia, siete euros españoles están financiando al invasor.

Y aún así, Bruselas se prepara ahora para dar lecciones a Pekín sobre derechos lingüísticos. Mientras el inglés sigue siendo oficial en Hong Kong y el portugués en Macao, la UE sin una política lingüística común y sin base jurídica en tratados nacionales o internacionales se autoproclama árbitro de la libertad lingüística. En este proceso, actúa sin una política exterior coherente, sin la experiencia que dice poseer, y sin la unidad que proclama, mientras continúa negociando tras bambalinas con aquellos a quienes públicamente reprende.

En última instancia, como los tratados nacionales e internacionales no han dotado a la UE de un mecanismo funcional de política exterior, Kallas ha reformulado su rol como una resolución final del Parlamento Europeo: escandalosamente ruidosa, eminentemente narcisista y completamente irrelevante.

El ajuste de cuentas de julio

Toda esta coreografía conduce a la cumbre UE–China prevista en Pekín para julio. Kallas parece determinada a garantizar su fracaso, valiéndose de provocaciones verbales, moralismo vacío y su operático acto en Tirol: sabotaje repackaged como estadismo, una lección magistral sobre cómo alienar socios sin lograr absolutamente nada.

Mientras impulsa esta agenda, Bruselas confunde movimiento con autoridad, ruido con impacto y posturas morales con propósito. La política exterior se produce ahora como arte conceptual: provocadora en forma, vacía en función y comprensible solo para los iniciados. La doctrina Kallas si puede llamarse doctrina no es una estrategia, sino una técnica: provocar fricción, simular virtud, ignorar consecuencias.

Pero Kallas no está sola en esta ópera buffa europea. El sistema se lo permite. El diseño institucional de la Unión favorece los gestos sin mandato y las declaraciones sin coordinación. Lo que se llama diplomacia es, en realidad, un relleno del vacío: nadie sabe qué debe decirse o no quiere asumir la responsabilidad de decirlo.

El ascenso de la “anti-diplomacia” no radica en la inacción europea, sino en su capacidad para actuar cuando nadie lo ha solicitado, sin beneficio para nadie y mediante medios que nadie ha autorizado. Bruselas actúa no porque tenga mandato, sino porque el engranaje sigue girando, incluso si ya ha perdido todo propósito. A menos que alguien aplique un freno estructural, la cumbre de Pekín no solo fracasará: confirmará lo que muchos socios ya sospechan. Europa ya no distingue entre tener una posición y representar una postura.

Sebastián Contin Trillo-Figueroa es un estratega geopolítico con sede en Hong Kong, especializado en las relaciones entre Europa y Asia.

Fuente: https://asiatimes.com/2025/06/the-rise-of-antidiplomacy-in-a-powerless-europe/