Conflicto en Expansión y Alianzas Inciertas: El Futuro de la Seguridad Europea

junio 10, 2025
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En el octogésimo primer aniversario del Desembarco de Normandía, el presidente del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), Michael Froman, junto a investigadores sénior, debaten sobre el futuro de la seguridad europea en un contexto marcado por la persistencia de la guerra entre Rusia y Ucrania, así como por el aparente desinterés de una eventual administración Trump respecto a los asuntos estratégicos del continente.

En el octogésimo primer aniversario del Desembarco de Normandía, el presidente del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), Michael Froman, y varios investigadores sénior analizan la disminución del interés de la administración Trump en los asuntos de seguridad europea, en medio de la persistente guerra entre Rusia y Ucrania.

Hace ochenta y un años, en la mañana de este mismo día, las fuerzas aliadas lideradas por Estados Unidos desembarcaron en las playas de Normandía para iniciar la operación que liberaría a Europa del dominio nazi. Hoy, sin embargo, el continente se encuentra atrapado entre una nueva guerra en su flanco oriental entre Rusia y Ucrania y una renovada fisura en su flanco occidental, entre Estados Unidos y sus aliados europeos.

La administración Trump ha dejado clara su intención de que la guerra entre Rusia y Ucrania llegue a su fin lo antes posible, evitando asumir nuevos compromisos militares, financieros o políticos. Esta postura se basa, por un lado, en el deseo del presidente y sus asesores de poner fin al derramamiento de sangre; pero también refleja la convicción de que se trata, en esencia, de un conflicto europeo, con implicaciones limitadas para Estados Unidos, y cuya resolución, en última instancia, debería recaer en los propios europeos.

Tan solo ayer, durante una reunión en la Oficina Oval con el canciller alemán Friedrich Merz, el presidente Donald Trump expresó con una claridad sin precedentes su creciente desinterés por la implicación de Estados Unidos en el conflicto:
«A veces uno ve a dos niños pequeños peleando como locos. Se odian, se pelean en el parque, y tú intentas separarlos. Pero ellos no quieren separarse. A veces, lo mejor es dejarlos pelear un rato y luego intervenir.»

La tendencia de Trump a desvincularse del proceso de paz se manifiesta también sobre el terreno. Esta semana, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, decidió no participar en la reunión mensual del Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania creado hace tres años, siendo esta la primera vez que Estados Unidos se ausenta de dicho encuentro. Asimismo, la tecnología avanzada de defensa contra drones, previamente destinada a Ucrania, ha sido redirigida hacia Oriente Medio. Trump no ha planteado nuevas ayudas militares a una Ucrania que se encuentra cada vez más extenuada, ni ha materializado las amenazas adicionales de sanciones que había esbozado como mecanismo para presionar a Rusia a negociar.

No obstante, retirarse completamente del mayor conflicto terrestre en Europa desde la Segunda Guerra Mundial resulta una empresa compleja. A pesar de las negociaciones de paz que prosiguen en Estambul, la campaña de bombardeos masivos llevada a cabo por el presidente ruso, Vladímir Putin, sigue su curso. El pasado fin de semana, Ucrania respondió con la denominada Operación Telaraña (Operation Spider’s Web), un ataque con drones en territorio ruso que logró destruir varios bombarderos estratégicos y otras plataformas de alto valor.

Frente a esta espiral de ataques letales y el progresivo repliegue estadounidense en asuntos de seguridad europea, tanto las grandes potencias continentales como los Estados más expuestos del frente oriental han emprendido una nueva carrera de rearme, con el objetivo de alcanzar una mayor autonomía estratégica y brindar apoyo adicional a Ucrania.

Para analizar el futuro de la seguridad europea y los últimos desarrollos en la guerra entre Rusia y Ucrania, me reuní con los investigadores sénior del CFR Michael Horowitz, Charles Kupchan y Stephen Sestanovich;

FROMAN: Putin no es alguien que se deje convencer fácilmente, ni siquiera con publicaciones en Truth Social. En su llamada telefónica con Trump esta semana, expresó que respondería con dureza al ataque ucraniano con drones contra objetivos militares estratégicos rusos. Steve, dijiste que tratar de leer la mente de Putin es arriesgado, pero ¿cómo crees que podría reaccionar?

SESTANOVICH: No podemos leer su mente, pero sí podemos enumerar sus opciones. Una posibilidad es la represalia: ataques más masivos y despiadados contra ciudades e infraestructuras. Eso es casi seguro; de hecho, anoche Rusia lanzó contra pueblos y ciudades ucranianas 407 drones, incluidos señuelos, junto con unas 40 misiles de crucero y seis misiles balísticos desde tierra, aire y mar.

Luego está la opción de la escalada: una acción destinada a inquietar a los gobiernos de la OTAN por ejemplo, atacar rutas de suministro de armas o enviar más tropas a Moldavia para intimidar a Rumanía.
Por último, existe la posibilidad de la desescalada: quizás, tras avanzar territorialmente durante el verano, buscar una salida que enfríe el conflicto.

Putin es alguien indeciso y no suele gestionar bien las crisis que él mismo provoca; por ello, no sería extraño que intentara las tres estrategias al mismo tiempo. No olvidemos que fueron los propios rusos quienes acuñaron la expresión “escalar para desescalar” (escalate to de-escalate). Putin argumentará que matar a un gran número de ciudadanos ucranianos es una vía hacia la paz. Y, si atendemos a las declaraciones de Trump esta semana, es posible que incluso llegue a creerlo. O, al menos, que se encogerá de hombros y prefiera preguntarle a Putin cómo logró el acuerdo con Irán.

FROMAN: Charlie, en cuanto a las posibilidades de una desescalada, ¿qué podemos deducir de las negociaciones entre Rusia y Ucrania que continúan en Turquía? ¿Se están llevando a cabo de buena fe?

KUPCHAN: No se ha avanzado prácticamente nada en los temas de fondo. Como era de esperarse, no hay ninguna señal de que Putin esté negociando con sinceridad. Tiene en sus manos una gran oportunidad para entablar negociaciones serias en torno a un alto el fuego. Pero en lugar de eso, parece estar jugando con Trump. No ha limitado sus ataques militares, ni ha dado muestras de estar dispuesto a abandonar sus objetivos de guerra maximalistas, que implican la rendición de facto de Ucrania.

Tampoco aceptó la oportunidad de negociar directamente con Zelensky y Trump en Turquía; en su lugar, envió una delegación de bajo nivel para dialogar con los ucranianos. El único resultado tangible de las conversaciones en Turquía ha sido un intercambio de prisioneros.

Trump empieza a tener motivos legítimos para sentirse engañado. Si esta dinámica continúa, el equilibrio diplomático podría inclinarse a favor de Ucrania. Porque Putin está yendo demasiado lejos, y eso puede llevar a Trump a sentirse cada vez más frustrado con él lo que podría empujarlo a ofrecer un mayor respaldo a Ucrania. Pero habrá que esperar y ver.

FROMAN: Más allá del nivel retórico, Trump aún no ha adoptado una postura firme contra Rusia. Steve, ¿por qué la administración no ha impuesto sanciones nuevas y significativas? ¿Podrían las presiones del Congreso, como el nuevo proyecto de ley de los senadores Graham y Blumenthal, marcar alguna diferencia?

SESTANOVICH: Uno pensaría que un proyecto de ley con ochenta y dos copatrocinadores acabaría siendo aprobado, y lo cierto es que refleja el firme respaldo del Congreso a Ucrania. No obstante, la amenaza más contundente del texto la imposición de un arancel del 500% a los países que importan energía rusa es prácticamente inaplicable. Eso colapsaría la economía global.

Esta semana escribí sobre cómo el Senado podría hacer que la propuesta sea más eficaz: imponer sanciones a las grandes empresas petroleras rusas, como Rosneft, Gazprom y Lukoil; aplicar sanciones secundarias a las entidades chinas e indias que compran petróleo ruso y a los bancos que facilitan estas transacciones; y confiscar los cientos de miles de millones de dólares en activos congelados del Banco Central de Rusia.

Sin embargo, dado que Trump y Putin han reanudado sus conversaciones telefónicas, dudo que el presidente respalde estas medidas.

No endurecer el régimen de sanciones sería un error gravísimo. Esta guerra aún podría convertirse en un desastre estratégico para Estados Unidos. Y si eso ocurre, Trump no podrá eludir su responsabilidad. Debe emplear todos los instrumentos disponibles para obligar a Putin a reconsiderar su apuesta.

FROMAN: Como suelo decir, el Premio Nobel de la Paz no se concede a quien se rinde ni a quien da la espalda a una negociación difícil. Y, como tú y yo escribimos anteriormente, Charlie, si no se logra una Ucrania soberana, segura y plenamente integrada en Occidente, existe el riesgo de que el país se convierta en un Estado fallido, lo cual sería un quebradero de cabeza a largo plazo para Estados Unidos.

KUPCHAN: Así es. Lo más prudente ahora sería mantener un alto el fuego vigente. No obstante, cualquier acuerdo aceptable debe garantizar que el 80 % del territorio ucraniano aún libre siga existiendo como una democracia soberana, segura y próspera.

FROMAN: Consideremos esto desde una perspectiva más amplia. En otoño, como parte de una misión del CFR dedicada a recopilar información sobre relaciones transatlánticas, garantías de seguridad y la ampliación de la OTAN, viajamos a Bélgica, Finlandia y Polonia. Allí nos reunimos con dirigentes políticos, diplomáticos, autoridades militares y representantes de la sociedad civil, y su principal preocupación era la amenaza proveniente de Rusia. El mes pasado volviste a Europa. Desde entonces, ¿qué ha cambiado en el debate sobre la seguridad europea? ¿Qué pasos concretos ha dado Europa para aumentar su capacidad y preparación militar, incluyendo el apoyo a Ucrania?

KUPCHAN: Hoy, la principal motivación que impulsa a la política europea es reforzar la seguridad y reducir su dependencia de Estados Unidos. Punto.

En cuanto a la guerra en Ucrania, hay una comprensión generalizada de que no habrá más ayuda militar estadounidense más allá del paquete de 61.000 millones de dólares aprobado por la administración Biden. La administración Trump ha venido utilizando ese paquete para continuar enviando armas, pero dichos fondos se agotarán este verano. Todavía no se ha aclarado si la administración solicitará un nuevo presupuesto al Congreso. La interrupción de la ayuda estadounidense afectaría directamente la capacidad de defensa ucraniana, y entre nuestros aliados europeos ya circulan discretamente debates sobre la compra de armamento estadounidense destinado a Ucrania o sobre el incremento de suministros de fabricación europea.

Los países fronterizos no solo están centrando su atención en Ucrania, sino también en cuál podría ser el próximo movimiento de Putin. En Finlandia, por ejemplo, Rusia está reforzando su infraestructura a lo largo de la frontera, y es posible que, al terminar la guerra, los finlandeses enfrenten una mayor presencia militar rusa. Por ello, el gobierno finlandés está en proceso de elevar de sesenta a sesenta y cinco años la edad máxima para el servicio militar de reservistas, con el fin de ampliar el tamaño de su ejército en tiempos de paz. Además, están duplicando su apuesta por lo que denominan una estrategia de «seguridad de toda la sociedad».

Como ya ha señalado Steve, también se discute la posibilidad de que Rusia envíe un contingente considerable de tropas a la región separatista moldava de Transnistria. Todo ello apunta a una preparación europea frente a amenazas de seguridad a largo plazo provenientes de Rusia, tanto en Ucrania como en otras regiones del continente. Por ahora, la respuesta de Estados Unidos ante esas amenazas es incierta. Y no se puede descartar la posibilidad de que Trump decida reducir la presencia de tropas estadounidenses en Europa.

En un plano más general, respecto a las relaciones transatlánticas, ni yo ni la mayoría de los europeos creemos que Estados Unidos vaya a retirarse de la OTAN. Hay demasiado en juego, y el presidente Trump no quiere pasar a la historia como el mandatario que perdió Ucrania o fracturó a Occidente. Sin embargo, es muy probable que en el futuro esta alianza recaiga más sobre los hombros europeos y menos sobre los estadounidenses. Europa se está preparando rápidamente para ese escenario, lo que incluye nuevos objetivos ambiciosos de gasto en defensa para todo el bloque, facilitados por la suspensión del freno constitucional a la deuda que Alemania mantenía desde hace años.

El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, anunció recientemente planes para aumentar considerablemente el tamaño de las fuerzas armadas alemanas.

Ahora bien, queda por ver hasta qué punto los europeos invertirán esos recursos de manera inteligente en los sistemas militares más eficaces, y si estarán dispuestos a combinar su soberanía con una política común de adquisiciones y defensa. Pero lo que es evidente es que Europa se encuentra en un punto de inflexión en materia de defensa: la guerra en Ucrania ha sido un auténtico llamado de atención.

FROMAN: Mike, en el contexto del abastecimiento y de la reactivación del rearme europeo, la guerra entre Rusia y Ucrania se ha convertido, en efecto, en un campo de prueba definitivo para las tecnologías militares de nueva generación, en particular los sistemas no tripulados.

El mes pasado, durante un encuentro en el CFR con todos los comandantes de las fuerzas armadas estadounidenses para discutir el futuro de las capacidades militares, uno de los temas centrales fue cómo responder de la mejor manera posible a la rápida transformación tecnológica en particular, la integración de plataformas autónomas con sistemas de armas tradicionales y la necesidad de cancelar o concluir programas obsoletos.

A día de hoy, algunos analistas militares han llegado a calificar la Operación Telaraña como el «Pearl Harbor» de Rusia. Max Boot, del CFR, escribió esta semana en el Washington Post que el ataque con drones llevado a cabo por Ucrania no solo dañó gravemente a la flota de bombarderos rusa, sino que también dejó al descubierto las vulnerabilidades de las bases aéreas en todo el mundo, afirmando incluso que “Ucrania ha reescrito las reglas de la guerra”.
¿Qué enseñanzas podemos extraer de ese ataque del pasado fin de semana respecto a las tácticas y tecnologías más recientes empleadas en el campo de batalla?

HOROWITZ: Como señalé a principios de esta semana en un artículo para el CFR, el devastador ataque ucraniano bajo la Operación Telaraña ha dejado aún más claro que hemos entrado en la era de la “masa precisa” (precise mass). Se trata de un cambio en la naturaleza misma de la guerra, que está transformando el campo de batalla. La combinación de inteligencia artificial, armas autónomas, sistemas de guiado de precisión y producción comercial ha hecho que los ataques precisos de bajo coste estén ahora al alcance de prácticamente cualquier Estado o grupo armado.

Todo indica que Rusia fue tomada completamente por sorpresa lo que constituye una victoria de inteligencia notable para Ucrania y los ataques demuestran, una vez más, que Ucrania se encuentra en la vanguardia tecnológica y táctica. Ha sabido integrar coherente y eficazmente una variedad de tecnologías, desde sistemas militares tradicionales hasta plataformas comerciales y soluciones basadas en IA. En lo que respecta a la inteligencia artificial, hay informes que señalan que algunos algoritmos utilizados durante el ataque podrían haber sido entrenados con imágenes de modelos de aviones rusos exhibidos en museos ucranianos, y que se habrían empleado sistemas de piloto automático de código abierto.

En conjunto, la capacidad de innovación rápida y eficaz de Ucrania ha marcado una diferencia sustancial desde el inicio del conflicto, proporcionándole vectores de ataque nuevos e inesperados contra las fuerzas y el territorio ruso.

En este caso concreto, el uso combinado de drones kamikaze de distintos alcances y tamaños ha contribuido a que Ucrania conserve una ventaja operativa. Por ejemplo, el empleo de drones de corto alcance y de visión en primera persona (FPV) representa hasta el 80 % de las pérdidas en el frente, ofreciendo a Ucrania opciones adicionales de poder de fuego en su lucha contra un enemigo numéricamente superior.

FROMAN: Todo esto nos lleva a una pregunta de suma gravedad: ¿hasta qué punto podrían ser vulnerables las bases estadounidenses y de aliados en Europa y otras regiones a ataques similares?

HOROWITZ: La Operación Telaraña ha puesto de manifiesto que la infraestructura crítica y militar presenta vulnerabilidades significativas en un ámbito geográfico mucho más amplio de lo que se asumía hasta ahora, lo cual confirma de manera concreta la amenaza que durante los últimos años se había vislumbrado con el sobrevuelo de drones sobre bases militares estadounidenses.

El reciente ataque ucraniano ha demostrado de forma inequívoca que incluso los objetivos situados en lo más profundo del territorio de un país pueden estar en riesgo. Esta realidad incentivará a los Estados a reforzar sus infraestructuras mediante medidas defensivas concretas: construir refugios para proteger activos estratégicos frente a ataques simples, dispersar dichos activos para mejorar la resiliencia y limitar los daños colaterales, e invertir en tecnologías más económicas como la energía dirigida, capaces de neutralizar drones kamikazes.

En particular, el ejército de Estados Unidos ha convertido la defensa contra este tipo de sistemas en uno de los principales objetivos de su iniciativa Replicator, y se encuentra actualmente centrado en ampliar estas soluciones para proteger sus bases tanto en territorio nacional como en el extranjero a lo largo del próximo año.

El ataque ucraniano ha puesto de relieve, con toda claridad, la urgencia de realizar estas inversiones. Ha llegado el momento de actuar en especial para escalar sistemas de defensa más rentables.

Fuente: https://www.cfr.org/article/growing-conflict-and-uncertain-alliances-future-european-security

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