El último libro de Rod Dreher, Living in Wonder: Finding Mystery and Meaning in a Secular Age (Vivir en el asombro: encontrar el misterio y el sentido en una era secular), sostiene que debemos ayudar a quienes buscan saciar su hambre espiritual a encontrar la verdad y la belleza.
Dreher posee un talento profético. Cuando aún nadie había advertido la expansión del populismo conservador como respuesta a la propagación del secularismo y al colapso institucional, él lo anticipó en The Benedict Option (La opción benedictina). Publicado en 2017, el libro propuso que los cristianos modernos se replegaran tácticamente de la cultura dominante para crear comunidades intencionales, redescubrir los valores tradicionales y priorizar el bienestar espiritual y moral por encima del estatus y la prosperidad material. El concepto penetró rápidamente en el discurso público, convirtiendo a la obra en uno de los textos más influyentes del siglo XXI.
Siete años después, Dreher regresa con un argumento igualmente visionario en Living in Wonder. Este libro se centra en el problema de la desencantación colectiva y en la crisis espiritual que de ella se deriva. En muchos aspectos, recuerda a una versión actualizada del clásico espiritual de Thomas Merton, The Seven Storey Mountain (La montaña de los siete círculos). A diferencia de Merton, quien culminó su itinerario como monje católico, Dreher encuentra en la Iglesia Ortodoxa su hogar espiritual, en medio de un mundo moderno marcado por el escepticismo y el desgaste.
Antes de exponer su diagnóstico sobre el desencanto de Occidente, Dreher abre su libro con tres relatos de experiencias sobrenaturales: un hombre que confunde demonios con extraterrestres, un exdrogadicto que presencia un milagro en Jerusalén y el propio Dreher, que experimenta la presencia divina en la catedral de Chartres. Estos relatos muestran que los seres humanos no se guían únicamente por la razón o el deseo, sino también y de manera decisiva por el alma.
Dreher explica cómo Occidente olvidó esta verdad fundamental y, con ello, se desencantó. Mientras que los hombres y mujeres de la Edad Media percibían la presencia de Dios en todas partes, los contemporáneos han perdido no solo esa experiencia, sino también el lenguaje para describir un mundo más allá de la mente. Según Dreher, nominalistas como Guillermo de Ockham en el siglo XIV prepararon el terreno para que los pensadores posteriores rechazaran la realidad metafísica como una construcción subjetiva: “Dios dejó de ser misteriosamente trascendente e inmanente a la vez; se convirtió en un ser externo a su creación, observándola desde la distancia e imponiéndole su voluntad”.
Desde entonces, el cristianismo occidental se volvió progresivamente más racionalista, materialista y desprovisto de misticismo. La visión sagrada del mundo, en la que toda la creación remitía a Dios, fue sustituida por una visión científica en la que la naturaleza era mera materia inerte que debía ser dominada. Ello permitió grandes avances en tecnología, productividad y prosperidad material, pero al precio de una sociedad cada vez más deshumanizada e infeliz.
Hoy Occidente se encuentra en una encrucijada: o bien prolonga su vida desencantada en busca de sentido fuera del cristianismo, o bien aprende a comunicarse con Dios mediante la oración y la humildad.
Antes de defender una vida religiosa, Dreher describe alternativas que ganan adeptos día a día. Narra, por ejemplo, la historia de Jonah, un estudioso de la Biblia que, cansado del evangelismo, recurrió a sustancias psicodélicas y terminó convirtiéndose en satanista. Tras una experiencia con un demonio durante un “viaje”, se arrepintió y volvió al cristianismo.
Otros buscan lo sagrado en el transhumanismo una ideología que pretende superar la naturaleza humana mediante la tecnología o en relatos sobre extraterrestres. Dreher reconoce con apertura que el atractivo de estas ideas responde a la crisis de desencantamiento. Paradójicamente, estos pseudorreligiones, nacidas para superar el cristianismo, acaban reafirmando verdades esenciales sobre la existencia de Dios y el mundo sobrenatural.
En la segunda parte del libro, Dreher propone un plan de reencantamiento. Este comienza con un retorno a la fe de los primeros cristianos y a una vida de oración. Como enseñan los maestros espirituales: “La oración es el medio fundamental para abrir el flujo entre nosotros y Dios”.
A la oración debe añadirse la belleza. Por más impecables que sean las pruebas de la existencia de Dios de santo Tomás de Aquino, si la experiencia cotidiana de una persona está marcada por la fealdad, sus palabras caerán en oídos sordos. Solo la belleza puede despertar entusiasmo y devoción en el corazón humano. “Debemos reconocer que la belleza es una manifestación de la presencia de Dios y, a través del amor a esa belleza, seguir el camino de sacrificio trazado por los primeros cristianos”.
Finalmente, Dreher recuerda milagros (incluido uno propio) que refuerzan su argumento y que han suscitado numerosos debates. No se necesitan drogas psicodélicas, ni cultos a Baal, ni conexiones a Matrix para vivir experiencias sobrenaturales. Los milagros y visiones siempre han ocurrido y siguen apartando a las personas de la desesperación. Una vez más, lo que las salva no es la utilidad práctica o terapéutica de la fe, sino el profundo sentido de asombro que ella despierta.
Dreher no solo invita a sus lectores a seguir su ejemplo, sino que también exhorta a las iglesias y pastores a comprometerse con sus comunidades en este nivel. Según le comentó un amigo, muchas iglesias del sur de Estados Unidos “se ven desbordadas de conversos jóvenes provenientes del neopaganismo —un desafío enorme para unos clérigos que no estaban preparados”. El deseo de encantamiento existe; pero si no se orienta hacia lo verdadero, lo bueno y lo bello, se pervertirá.
Algunos protestantes y católicos podrían objetar la reiterada defensa de Dreher de la ortodoxia cristiana sobre otras confesiones. Sin embargo, la mayoría de sus planteamientos son lo suficientemente ecuménicos como para ser aplicables a otras tradiciones cristianas. Y es natural que, habiendo encontrado paz en la Iglesia Ortodoxa, predique lo que practica.
En definitiva, Dreher sostiene de manera convincente que se aproxima una nueva era del espíritu. Por desgracia, en lugar de vivir en el asombro, la gente de hoy vive en el temor de que trabajar, consumir y la realidad limitada a los cinco sentidos constituyan la totalidad de la existencia. Esta situación es insostenible y acabará por conducir a una búsqueda de lo sagrado. Los cristianos y sus comunidades deben estar preparados para recibir a estas almas perdidas; de lo contrario, arriesgarán no solo su salvación, sino también la de la civilización occidental, que podría hundirse en la oscuridad espiritual.