La Fragmentación Regional Abre el Camino a la Agresión Israelí

junio 15, 2025
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La capacidad de Israel para llevar a cabo hoy ataques militares directos e intensos contra Irán es un reflejo natural de la creciente fragmentación y la crisis de confianza que se ha profundizado en la región tras el 7 de octubre. El uso relativamente libre del espacio aéreo de países como Jordania, Siria, Irak y Arabia Saudí por parte de Israel, así como la renuencia de estos Estados a adoptar una postura clara y firme contra tales ataques, ha creado un terreno fértil para que Israel actúe con mayor audacia e imprudencia en sus operaciones.

Mientras la atención de la opinión pública internacional se centra en esfuerzos humanitarios como el barco Madleen y la Caravana de la Conciencia, con el objetivo de detener el genocidio que Israel perpetra en Gaza, Israel ha intensificado su ofensiva lanzando un ataque masivo contra Irán. Al atacar figuras de alto rango del Ministerio de Defensa iraní y destruir infraestructuras críticas, Israel ha superado sus anteriores operaciones encubiertas, entrando en una fase de compromiso militar abierto y de alta intensidad. La respuesta de Irán, mediante el lanzamiento de misiles balísticos dirigidos contra Tel Aviv, indica que el riesgo de un enfrentamiento directo entre ambos países ha entrado en una nueva fase, con la posibilidad creciente de nuevas acciones recíprocas en el futuro próximo.

El propósito de este artículo es analizar el reciente ataque de Israel contra Irán. Se argumentará que la creciente fragmentación regional en Oriente Medio durante los últimos años ha facilitado la implementación de las políticas revisionistas israelíes. Los desacuerdos entre los Estados de la región, sumados a las crecientes divisiones étnicas y sectarias en el plano social, han debilitado la solidaridad regional, erosionando la resistencia que se esperaba frente al revisionismo israelí.

En la sombra de una competencia regional en aumento: la estrategia israelí de convertir la asimetría de poder en ventaja propia

La región de Oriente Medio, estructuralmente fragmentada, ha entrado en un proceso de disgregación aún más profundo desde el inicio de la Primavera Árabe. En este nuevo escenario, han emergido tres polos principales: el eje revisionista liderado por Irán, el eje reformista conformado por la cooperación entre Turquía y Catar, y el eje conservador encabezado por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU). La intensa competencia geopolítica entre estos actores durante el periodo de inestabilidad generado por la Primavera Árabe ha sentado las bases de un entorno de inestabilidad crónica en la región. Esta rivalidad, trasladada del ámbito interestatal a los niveles étnicos y sectarios, ha exacerbado las divisiones entre los pueblos de la región.

Mientras numerosos actores regionales adoptaban políticas revisionistas al calor del desorden generalizado tras la Primavera Árabe, Israel optó por una estrategia diferente, postergando de forma notable sus propias inclinaciones revisionistas. Durante el periodo 2010-2020, Israel se abstuvo de intervenir directamente en las convulsiones regionales y, en su lugar, concentró sus esfuerzos en reforzar su capacidad militar-industrial y consolidar su arquitectura de seguridad. Esta postura le permitió profundizar las asimetrías existentes a su favor en un contexto en el que los países de la región se debilitaban a causa de las revueltas populares y la competencia geopolítica interna. Aunque la evitación de compromisos militares directos por parte de Israel podría interpretarse como una actitud orientada a la estabilidad, cabe señalar que esta política contribuyó de manera indirecta a la consolidación de la fragmentación y los vacíos de poder regionales. Así, Israel no actuó como un actor pasivo, sino como un agente indirecto en la reconfiguración del orden regional según sus intereses estratégicos de largo plazo.

El periodo de normalización provisional en Oriente Medio

A partir de los primeros años de la década de 2020, se empezó a vislumbrar una dinámica notable en la configuración del orden regional en Oriente Medio. La 41.ª Cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), celebrada en Al-Ula en 2021, marcó la reconciliación entre Catar y el eje Arabia Saudí-EAU, lo que generó esperanzas tangibles de superar la prolongada fragmentación regional. Posteriormente, las conversaciones diplomáticas celebradas en Pekín bajo la mediación de China propiciaron la normalización de relaciones entre Irán y Arabia Saudí. Al mismo tiempo, Turquía emprendió un proceso de acercamiento con los países del Golfo y Egipto. Aún más significativo fue el avance del proceso de reconciliación diplomática entre Egipto e Irán, cuyas relaciones habían estado suspendidas desde los años 80.

El efecto acumulativo de estas iniciativas generó, en los dos años previos a los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023, un ambiente regional relativamente estable, caracterizado por una tendencia a resolver los desacuerdos mediante la vía diplomática, una disminución de la intensidad del conflicto y una moderación de la rivalidad interestatal.

Uno de los efectos más destacados de las iniciativas de normalización diplomática entre 2021 y 2023 fue el debilitamiento gradual de la fragmentación regional y, como consecuencia natural, el creciente aislamiento de Israel en el plano regional. Las acciones de actores clave como Turquía, Arabia Saudí, Irán, Catar, EAU y Egipto para reducir tensiones bilaterales permitieron no solo contener los conflictos internos, sino también visibilizar con mayor claridad las políticas desestabilizadoras de Israel, especialmente en relación con la cuestión palestina. En este contexto, puede afirmarse que la atmósfera de distensión contribuyó a un cambio estructural que profundizó el aislamiento estratégico de Israel.

Sin embargo, los acontecimientos posteriores al 7 de octubre de 2023 marcaron el inicio de una nueva etapa que interrumpió el clima de acercamiento y normalización. Las operaciones militares intensivas de Israel en Gaza y otras zonas como Líbano, Siria y Yemen, debilitaron profundamente el incipiente ambiente diplomático, dando lugar a una nueva ola de desconfianza. La intensificación de la presión militar israelí sobre actores como Hizbulá y los hutíes apoyados por Irán y la respuesta iraní a través de acciones directas o por medio de sus aliados, reactivaron una dinámica de seguridad centrada en la polarización.

Estos desarrollos llevaron a algunos países del Golfo a compartir temporalmente percepciones de amenaza con Israel, priorizando la cooperación militar y la seguridad. Así, el proceso de normalización fue sustituido por una nueva coyuntura estratégica caracterizada por un recrudecimiento de las guerras por poderes y una profundización de las fragilidades geopolíticas.

La capacidad actual de Israel para lanzar ataques militares directos e intensos contra Irán es el resultado directo de la fragmentación renovada y la crisis de confianza en el periodo posterior al 7 de octubre. El uso relativamente libre del espacio aéreo de países como Jordania, Siria, Irak y Arabia Saudí, y su renuencia a adoptar posturas firmes contra tales agresiones, ha facilitado que Israel actúe con mayor audacia e impunidad. El colapso de la arquitectura de seguridad regional, el debilitamiento de la confianza mutua y la falta de coordinación estratégica entre los actores ha ampliado el margen de maniobra israelí, permitiéndole emplear su capacidad militar no solo con fines defensivos, sino también para estrategias de ataque proactivo.

Esta situación revela que Israel ha logrado posicionarse en una situación ventajosa no solo en el plano diplomático, sino también militar, en estrecha relación con las dinámicas actuales de fragmentación regional. Las tendencias agresivas que Israel despliega sin reparos en toda la región solo podrán ser contenidas mediante una cooperación y coordinación más estrecha entre los países de la región. Mientras persista el actual clima de disgregación, Israel no dudará en encontrar nuevas víctimas para sus campañas expansionistas.

Doç. Dr. Necmettin Acar

Dr. Necmettin Acar es presidente del Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad Artuklu de Mardin. Realizó su licenciatura en la Facultad de Economía de la Universidad de Estambul en Administración Pública, su maestría en Relaciones Internacionales en la Universidad de Sakarya y su doctorado en el Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Yıldız Técnica. Actualmente, trabaja como profesor en la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Artuklu. Sus principales áreas de investigación incluyen la política del Medio Oriente, la seguridad energética, la seguridad del Golfo Pérsico y la política exterior de Türkiye en el Medio Oriente. Acar ha publicado numerosos trabajos en estas áreas.
Correo electrónico: [email protected]

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