Israel no logró alcanzar sus objetivos en Gaza

febrero 18, 2025
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Se puede afirmar que el Estado ocupante de Israel ha perdido mucho en la opinión pública internacional, especialmente en Occidente, y que sus relaciones con Estados Unidos se han deteriorado, lo que tendrá un impacto estratégico en el futuro de Israel. Cuando se equiparan la política interna y las relaciones exteriores de Israel, el país se enfrentará a un gran dilema. Netanyahu tiene ante sí dos opciones: enfrentarse a la derecha sionista con la que ha establecido alianzas en los últimos años o enfrentarse a Trump. En cualquiera de los dos escenarios, Netanyahu será el perdedor.

Desde el 7 de octubre, la entidad ocupante israelí ha llevado a cabo su agresión contra la Franja de Gaza con una serie de objetivos específicos. Estos incluían la eliminación de la resistencia palestina y el movimiento Hamás, así como la liberación forzada de los prisioneros israelíes en manos de la resistencia. Además, la derecha sionista, en sus primeras fases, planeaba el desplazamiento total de la población de la Franja de Gaza. Posteriormente, estos planes evolucionaron hacia la expulsión de la población del norte de Gaza, luego de someterla al hambre y atacar las zonas de refugio. Los círculos políticos y militares israelíes también discutieron otros objetivos, como la permanencia en la Franja de Gaza y su administración a través de gobiernos vinculados a la ocupación, sin representación de la voluntad del pueblo palestino.

Si analizamos estos objetivos principales, ninguno de ellos se ha cumplido. Por el contrario, el Estado ocupante ha fracasado de una manera que no puede ocultar. Israel no logró eliminar la resistencia, que, en cambio, infligió grandes pérdidas a la ocupación. Por ejemplo, solo en enero de 2025, la resistencia mató a más de 15 soldados israelíes en la Franja de Gaza. Varios informes también indican que la resistencia ha reclutado a miles de nuevos combatientes en 2024, en un número cercano al de los mártires caídos en batalla. A lo largo del conflicto, la resistencia ha mantenido el control de la situación, aplicando estrategias de conservación de fuerzas y emboscadas, y ha continuado combatiendo a pesar de las dificultades en sus líneas de suministro.

Por otro lado, Netanyahu había asegurado en los últimos meses que no permitiría la continuidad de Hamás, pero antes de anunciar el alto el fuego, declaró que estaba esperando la respuesta de Hamás al documento de negociación. Hamás negoció con firmeza e insistió en varias condiciones, entre las cuales las más importantes fueron la retirada total de la ocupación israelí de Gaza, el retorno de los desplazados a sus hogares y un acuerdo de intercambio de prisioneros.

En cuanto a la cuestión de los prisioneros, a pesar del uso de todo su poder destructivo y de sus avanzadas capacidades de seguridad y tecnología, la ocupación israelí no logró liberar a sus prisioneros por la fuerza. Finalmente, Israel llegó a la conclusión de que la única forma de lograr su liberación era a través de un nuevo acuerdo de intercambio con la resistencia.

Hamás exigió un alto el fuego, la retirada de la ocupación de la Franja de Gaza, el retorno de los desplazados, la garantía de la libertad de movimiento de los palestinos, la entrada diaria de 600 camiones de ayuda humanitaria y un acuerdo digno de intercambio de prisioneros. En el acuerdo final, Hamás logró obtener todos estos puntos.

Por otro lado, Israel ha sufrido un deterioro significativo en su reputación internacional y en sus relaciones diplomáticas. La situación de Israel y sus ciudadanos en la comunidad internacional no será la misma que antes del 7 de octubre. Incluso en Europa, se han registrado incidentes recientes, como los ocurridos en Ámsterdam y Madrid, donde se ha rechazado la participación de clubes deportivos y aficionados israelíes.

En la política interna israelí, se avecina una lucha entre Netanyahu y sus aliados de extrema derecha, como Ben-Gvir y Smotrich, así como entre Netanyahu y la oposición. Además, dentro de los círculos militares y de seguridad israelíes, habrá disputas sobre la responsabilidad del fracaso del 7 de octubre. Las grietas en la política interna israelí, que se intentaron ocultar durante la guerra, se profundizarán aún más, volviéndose más difíciles de resolver y convirtiéndose en conflictos de gran magnitud.

Otro aspecto clave es la postura de Estados Unidos y su cambio de posición. La presión ejercida por Trump sobre Netanyahu para aceptar el alto el fuego fue determinante en la resolución de la crisis. Esta presión también ofrece una indicación de la naturaleza de las futuras relaciones entre Estados Unidos e Israel durante la próxima administración de Trump.

La derecha sionista cometió un grave error de cálculo al confiar en el respaldo de Trump. Por ejemplo, el ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir, había anunciado que presentaría a Trump planes para nuevos asentamientos en la Franja de Gaza. Sin embargo, tan pronto como se anunció que el gobierno había aceptado el acuerdo de alto el fuego, Ben-Gvir y los ministros de su partido renunciaron al gobierno. Otro caso es el del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, quien predijo que con el apoyo de Trump, la anexión de Cisjordania a Israel se concretaría en 2025.

Sin embargo, estos planes chocan con los esfuerzos de Trump por normalizar las relaciones entre Arabia Saudita e Israel. La derecha sionista creía que un segundo mandato de Trump sería una continuación de su primer período, lo cual resultó ser un error evidente, ya que muchas prioridades han cambiado. Existe una gran contradicción entre la visión de estabilidad de Trump para Oriente Medio y la agenda de la derecha sionista. Mientras que Netanyahu y la derecha sionista buscan incendiar la región y transformar su estructura, Trump ha declarado abiertamente su intención de estabilizar Oriente Medio y poner fin a las guerras en la región y en Ucrania.

El diario israelí Maariv informó que Trump envió un mensaje a Netanyahu expresando su insatisfacción con él y su pérdida de confianza en su liderazgo. No se puede descartar la posibilidad de que Trump prefiera ver a un nuevo primer ministro en Tel Aviv en lugar de Netanyahu.

Además, el Estado ocupante de Israel ha perdido mucho en la opinión pública internacional, especialmente en Occidente, y sus relaciones con Estados Unidos se han vuelto más tensas, lo que afectará estratégicamente su futuro. Cuando la política interna y las relaciones exteriores de Israel se equilibren, el país enfrentará un gran dilema. Netanyahu tendrá que elegir entre enfrentarse a la derecha sionista con la que ha hecho alianzas en los últimos años o enfrentarse a Trump. En cualquier escenario, Netanyahu será el perdedor.

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