Sueida: Ciudad Pequeña, Gran Plan
Si Siria se fragmenta según líneas sectarias y étnicas, cada una de sus partes se convertirá en un campo de batalla para las potencias globales. Por ello, la integridad territorial de Siria no es solo una cuestión vital para los propios sirios, sino también para todos los pueblos y países de la región. En este escenario, Türkiye debe actuar con plena conciencia de su responsabilidad histórica y geográfica, y mantener una política firme en favor de una “Siria unificada”.
A veces, los mapas no solo delinean caminos, sino también el destino de las naciones, las ambiciones de los imperios y el rumbo de las civilizaciones. Hay ciudades que, en la superficie, parecen silenciosas, modestas y apartadas; pero en lo profundo, se hallan en el centro de grandes cálculos estratégicos, proyectos globales y antiguos conflictos. Sueida, situada en el extremo sur de Siria, es una de esas ciudades: un cruce de caminos que guarda tormentas en su silencio y oculta grandes planes en su pequeñez.
Siria, a lo largo de la historia, nunca fue abandonada a su suerte. Durante siglos, estas tierras han sido el epicentro de pasos entre Oriente y Occidente, de invasiones, alianzas y enfrentamientos. Los antiguos persas, los egipcios y, más tarde, el Imperio romano, no vieron esta región como una simple franja de tierra, sino como una línea de destino. Tanto Roma como el Imperio otomano sabían que mantener Anatolia pasaba por conservar Siria.
En este marco histórico, la región de Haurán y en su extremo oriental, la ciudad de Sueida, encajada en la frontera con Jordania ha sido siempre una piedra angular en el mapa de unidad sirio. En esta geografía donde los imperios han chocado, Haurán ha sido el tablero de ajedrez y Sueida, una pieza imposible de ignorar.
Hoy en día, Sueida es una de las catorce provincias sirias. Limita al sur con Jordania, al oeste con Deraa y al norte y este con las provincias de la campiña de Damasco (Rif Dimashq). Su nombre proviene del término árabe “سوداء” (sawda), que significa negro, oscuro. Sin embargo, esta oscuridad no alude a tinieblas, sino a profundidad. El “suweidāʾ”, punto en el corazón según la tradición, alude a esta misma idea: es el núcleo oculto de la lucidez, la madurez y la verdad. Una esencia interior que da sentido a la existencia humana… como el espíritu intemporal de esta antigua ciudad.
En el siglo XIX, los descendientes de los sirios que emigraron a Venezuela regresaron años más tarde a la tierra de sus ancestros, trayendo consigo la cultura sudamericana, el idioma español y una nueva ola de capital. Por ello, hoy se conoce a Sueida también como “la pequeña Venezuela”: un puente cultural entre la memoria del exterior y la tradición interior.
Sueida entró en la historia durante el periodo nabateo con el nombre de Suada. En la época helenística fue rebautizada como Dionysias Soada, en honor al dios del vino y la embriaguez, Dionisio. Durante la época romana, fue incorporada a la provincia de Arabia Petraea. En el siglo II d.C. obtuvo estatus de ciudad y, en la época bizantina, se convirtió en un centro episcopal bajo la influencia de los árabes gasánidas.
La ciudad, conquistada en el año 629 por los ejércitos del Islam, pasó a formar parte del mundo islámico. El célebre geógrafo musulmán Yaqut al-Hamawi la registró en el siglo XIII como “una aldea dependiente de Haurán”. Sin embargo, aunque pequeña en apariencia a lo largo de la historia, Sueida ha adquirido en cada época un nuevo significado y una renovada profundidad estratégica.
Hoy, lo que ha devuelto a Sueida al centro de los equilibrios regionales y globales es su ubicación en el corazón de un ambicioso proyecto conocido como el “Corredor de David”. Este corredor se inicia en los Altos del Golán, actualmente ocupados por Israel; atraviesa Deraa y Sueida, y se extiende hasta la base estadounidense en Al-Tanf. Desde allí se prolonga hacia el este, cruza territorios controlados por las fuerzas kurdas del PYD/YPG, llega a la ciudad iraquí de Erbil y finalmente alcanza la frontera con Turquía.
Esta ruta no constituye solo un eje estratégico; representa un megaproyecto en el que confluyen intereses de energía, seguridad, economía e influencia cultural. Podría convertirse en una alternativa al canal de Suez, contrarrestar la iniciativa china de la Franja y la Ruta, y transformar a Israel en un centro logístico entre el Golfo y Europa. Aunque en apariencia es una iniciativa israelí, en realidad responde a un diseño de intereses más amplio en el que participan Estados Unidos y el Reino Unido.
Y es que Sueida se encuentra en el núcleo mismo de este corredor. Es el último nodo geopolítico y demográfico antes de llegar a Al-Tanf. Actúa como zona tampón natural entre el cinturón árabe-suní del sur y el corredor controlado por fuerzas estadounidenses y kurdas en el este.
En la doctrina de seguridad de Israel único país en el mundo sin fronteras definidas, la presencia de poblaciones suníes a lo largo del corredor se percibe como una amenaza potencial. La historia ha demostrado que los pueblos cuyas raíces se hunden profundamente en la tierra son los que un día resurgen. Las recientes rebeliones tribales en Sueida pueden interpretarse como señales de un despertar de esta memoria ancestral.
La construcción del Corredor de David no es simplemente una cuestión logística o militar; es también una intervención directa en el tejido demográfico, cultural y político de la región. Al igual que el trazado artificial del mapa Sykes-Picot hace un siglo, esta nueva ruta amenaza la memoria de los pueblos, la soberanía de los Estados y la continuidad de las identidades.
En caso de que este proyecto se concrete, Israel dejará de ser simplemente un Estado para convertirse en un centro regional: las mercancías serán transportadas desde el Golfo hacia los puertos israelíes, desde allí al Mediterráneo, y finalmente a Europa. A cambio, los pueblos ancestrales de la región árabes, turcos y kurdos enfrentarán un riesgo creciente de marginación, sometimiento y despojo identitario.
Lo que hoy ocurre en Sueida puede parecer, para muchos, un simple conflicto sectario local, un movimiento opositor al régimen o una revuelta de escala menor. Sin embargo, el asunto es mucho más profundo. La chispa que se enciende en esta ciudad es, en realidad, el reflejo de una intervención dirigida a deshacer el último eslabón que impide la consolidación del llamado “Mapa de David”. Sueida no representa una crisis, sino la piedra angular del futuro regional.
Si Siria se fragmenta en líneas sectarias y étnicas, cada una de sus partes se convertirá en un campo de batalla para las potencias globales. Por esta razón, la integridad territorial de Siria no constituye únicamente una cuestión vital para los propios sirios, sino también para todos los pueblos y Estados de la región. Türkiye, plenamente consciente de su responsabilidad histórica y geográfica, debe mantener una política firme en defensa de una “Siria unificada”.
Reducir el asunto de Sueida al plano de una ciudad es ignorar la mayor parte de la verdad. Porque lo que aquí sucede no es simplemente un levantamiento popular, una rebelión de minorías o un conflicto local. Se trata, más bien, de la construcción de un nuevo mapa, de un nuevo orden y de una nueva línea de poder.
¿Quién está trazando esta nueva ruta?
¿Quiénes son considerados un obstáculo para ella?
¿Y quiénes están siendo preparados para ser sacrificados en su camino?
Sueida es el nudo donde convergen las respuestas a estas preguntas.
Y por eso… incluso su silencio resuena.