Siria: Un rayo de esperanza para una estabilidad duradera en Oriente Medio
Mientras Estados Unidos se muestra resuelto a minimizar sus inversiones militares y estratégicas en Oriente Medio, y la OTAN concentra cada vez más su atención en las inquietudes del continente europeo, no puede pasarse por alto la posibilidad de estabilizar uno de los escenarios más complejos y volátiles de la historia reciente. Pese a los riesgos y a múltiples incógnitas, la prioridad de cualquier estrategia hacia Siria debería centrarse en la construcción de un gobierno central competente, capaz de resolver colectivamente sus propios desafíos y de integrarse plenamente con sus vecinos. Europa y el mundo árabe ya han optado por este camino. Estados Unidos debería seguirlo. Si la administración Trump decide comprometerse con firmeza, aumentarán considerablemente las posibilidades de que Siria logre avanzar hacia la estabilidad.
En medio del frágil proceso de transición sirio, asoma una luz de esperanza hacia un Oriente Medio más estable.
Siria: Un rayo de esperanza para una estabilidad duradera en Oriente Medio
Durante casi medio siglo, Siria ha permanecido como una herida abierta en el corazón de Oriente Medio: fomentando la inestabilidad, alimentando los conflictos y reprimiendo brutalmente a su propio pueblo. A lo largo de los casi catorce años de guerra civil, los efectos desestabilizadores se han extendido en cadena a los países vecinos y al mundo entero. La conocida frase «lo que ocurre en Siria no se queda en Siria» ha resumido perfectamente, durante la última década, una crisis que parecía irresoluble.
Todo cambió el 8 de diciembre de 2024, cuando Bashar al-Asad huyó apresuradamente de su palacio en Damasco para refugiarse en Rusia. Tras una ofensiva rápida y fulminante, una coalición de grupos armados opositores derribó al régimen en apenas diez días, como si de una casa de cartón se tratara. Así, la comunidad internacional se vio ante una oportunidad histórica y estratégica de transformar el corazón de Oriente Medio en una región más estable, integrada y constructiva.
El proceso de transición en curso en Siria es sumamente frágil. Aunque enfrenta enormes desafíos, también plantea un dilema a la comunidad internacional. Desde sus inicios, este proceso ha estado dirigido y dominado por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), grupo originado en el movimiento del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS), y vinculado en sus primeros momentos a Al Qaeda. Esta trayectoria histórica ha generado vacilaciones respecto al establecimiento de relaciones con las autoridades interinas sirias.
No obstante, el HTS actual es producto de un proceso de transformación de casi una década. Desde su ruptura con ISIS en 2013, combatió activamente a dicha organización. En 2016, rompió públicamente sus lazos con Al Qaeda y facilitó el despliegue de miles de soldados turcos en las regiones bajo su control; aceptó un alto el fuego prolongado mediado por Turquía y Rusia, y lo cumplió. En el noroeste del país estableció un «Gobierno de Salvación» tecnocrático que, en comparación con otras regiones, ofrece niveles más altos de servicios. Inició campañas contra ISIS y Al Qaeda, y comenzó a establecer contactos discretos con la comunidad internacional. A lo largo de este proceso, la ideología del HTS cambió de manera posiblemente sin precedentes en la historia del movimiento yihadista: no solo se alejó del yihadismo global, sino que adoptó una postura crítica hacia él y abrazó el ideal revolucionario de la insurrección siria y su bandera verde.
Pese a que HTS y su líder Ahmed al-Sharaa están al frente de la administración provisional en Damasco, buena parte de la comunidad internacional no tardó en establecer relación con ellos, partiendo de la convicción de que el contacto y el compromiso ofrecen una mejor oportunidad para influir en el rumbo de una transición frágil que la política de aislamiento. La Unión Europea, el Reino Unido y Suiza aliviaron varias sanciones económicas con la esperanza de reanimar la economía siria. En este marco, la administración Biden, ya en su fase final, emitió en enero de 2025 una «licencia general» por seis meses que suspendía temporalmente ciertas restricciones. Sin embargo, esta medida no tuvo impacto real en la facilitación de transacciones con las instituciones sirias.
Tras años de conflictos extraordinarios, la economía siria está colapsada y la crisis humanitaria ha alcanzado niveles alarmantes. El 90 % de los sirios vive por debajo del umbral de pobreza; el 70 % depende de ayuda; la libra siria ha perdido el 99 % de su valor; el 50 % de la infraestructura está destruida; y los recursos energéticos están casi completamente agotados. Ninguna transición puede superar estas condiciones sin un levantamiento de sanciones. Arabia Saudí, Türkiye y Catar están dispuestos a aportar inversiones, energía y liquidez, pero las sanciones estadounidenses siguen siendo un obstáculo.
Aprovechar esta oportunidad histórica tras la caída de Asad exige abandonar enfoques tácticos de corto plazo y adoptar una visión estratégica centrada en la estabilidad regional. En sus inicios, el gobierno provisional de Damasco estaba compuesto exclusivamente por miembros del HTS. Tres meses después, la situación había cambiado: se celebró una conferencia de diálogo nacional; se formaron comités para redactar una declaración constitucional; y se conformó un gobierno de transición ampliado que incorporó representación ministerial y gestión tecnocrática. De los 23 ministros, solo 4 pertenecen al HTS. Más de la mitad del nuevo gabinete está compuesto por profesionales formados en Europa y Estados Unidos. Todo ello indica un viraje tangible hacia una administración genuinamente tecnocrática.
Persisten, sin embargo, focos de inestabilidad. Las tensiones sociopolíticas y sectarias profundamente arraigadas continúan siendo motivo de preocupación, aunque el repunte de violencia del 7 y 8 de marzo de 2025 fue efímero. El gobierno formó una comisión de investigación para identificar a los responsables. Problemas estructurales como el desarme, desmovilización y reintegración (DDR), los combatientes extranjeros, la amenaza del Estado Islámico y la resistencia armada alauí siguen presentes. A pesar de ello, el proceso de transición, aunque frágil, representa la mejor esperanza para una estabilidad progresiva.
Estados Unidos y la OTAN enfrentan dos opciones: involucrarse en la transición siria y apoyarla de forma condicional, con la esperanza de que fortalezca su control y amplíe su representación; o aislarla en favor de una alternativa distinta. Ambas vías implican riesgos, pero la segunda garantiza inestabilidad, mientras que la primera apunta a evitarla. El discurso del presidente Trump en mayo de 2025, en el que expresó su intención de levantar todas las sanciones a Siria, marcó un cambio de rumbo en los cálculos estratégicos de Washington. Las declaraciones del secretario de Estado Marco Rubio ante el Congreso reforzaron este giro: advirtió que, sin levantar las sanciones, Siria podría caer nuevamente en un conflicto interno. El tiempo es esencial: ¿cuán rápidamente podrá el Ejecutivo conceder exenciones eficaces? La decisión de la Unión Europea de levantar todas las sanciones el 20 de mayo muestra que es posible avanzar con celeridad. El regreso de diplomáticos estadounidenses a Damasco permitiría a Siria iniciar con confianza su proceso de reconstrucción.
Mientras tanto, el Comando Central de EE. UU. (CENTCOM) ha desempeñado un papel clave facilitando las negociaciones entre las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) y el gobierno interino, persuadiendo a las FDS de aceptar el acuerdo marco firmado el 11 de marzo. Desde mediados de diciembre de 2024, los contactos de CENTCOM incluyen reuniones con al-Sharaa y líneas de comunicación con los ministerios de Defensa e Interior. A través de este canal se coordinan acciones contra ISIS, se previenen enfrentamientos y se planifican operaciones. Desde enero de 2024, gracias a la inteligencia estadounidense, el gobierno interino ha frustrado al menos ocho conspiraciones de ISIS. El aumento de ataques con drones contra excombatientes de Al Qaeda en el noroeste de Siria en febrero de 2025 fue casi con certeza resultado de esta colaboración de inteligencia.
Pese a las incertidumbres, Siria representa hoy una posibilidad concreta para un Oriente Medio más estable. Estados Unidos no puede permitirse desperdiciarla.
Charles Lister es investigador principal y director de la Iniciativa sobre Siria en el Middle East Institute. Puedes seguirlo en X como @Charles_Lister.