¿Por qué los Patrocinadores del Sionismo reconocen a Palestina?

Durante más de un siglo, los sionistas fueron alentados y resulta evidente que disfrutaron de una existencia depredadora, feroz y deshumanizada, bajo apariencia humana, en la que podían desplazarse sin límites y devorar a quien desearan. El reconocimiento de Palestina por parte de los mayores patrocinadores del sionismo debe interpretarse como el fin de esa era. La derrota diplomática de Israel ya considerado culturalmente un paria se ha vuelto irreversible.

Los Sionistas Feroces se Estrellan Contra la Dura Realidad de las Fronteras

El amplio consenso internacional en torno a la validez y existencia del pueblo palestino, de su territorio y de su Estado, está transformando de manera dramática el paisaje geopolítico en el que nos movemos, incluidos los propios sionistas.

Abordaré en otro momento lo que este reconocimiento significa con exactitud, lo que implica y lo que contiene en términos realistas (no es demasiado complejo, pero existe una renuencia a percibir en ello energía y progreso, y esa ha sido, en gran medida, la razón por la que el sionismo apenas enfrentó resistencia seria durante tanto tiempo. Un pueblo desesperanzado constituye un elemento demasiado débil de oposición).

Lo que para mí debe quedar claro en este instante es el profundo significado psicológico de este momento y de esta dinámica: los sionistas, en todos los niveles, se habían acostumbrado a actuar como si no existiese para ellos límite alguno moral, jurídico, económico o filosófico.

La propia integridad territorial del sionismo Israel es un país sin fronteras definidas se reflejó en esa psicología (o quizás fue la psicología la que engendró esa realidad).

El hecho de que los judíos siguieran viviendo en todas partes, y que en sus comunidades y países locales se tornaran cada vez más influyentes y, al mismo tiempo, crecientemente sionistas, contribuyó a la completa disolución de toda noción de frontera. El sionismo era acerca de todo y estaba en todas partes.

Y precisamente porque era acerca de todo y no estaba limitado a una porción de tierra claramente delimitada ni a un conjunto de conductas aceptables, el sionismo arrastró tanto a los judíos como a buena parte del resto del mundo a un estado de psicosis permanente. Los seres humanos no pueden subsistir en semejante incertidumbre: cuando no existe distinción entre lo bueno y lo malo, lo legítimo y lo ilegítimo, el resultado inevitable es el caos sangriento.

Si esto parece demasiado filosófico, baste observar lo que hoy presenciamos en Gaza, en Cisjordania y en la política estadounidense: una ilimitación moral y territorial que sumerge a la gente en un miedo existencial primitivo, instrumentalizado por fuerzas políticas oportunistas para avanzar sus objetivos hasta el momento inevitable del colapso.

El 7 de octubre obligó a los sionistas a confrontar los límites de su capacidad de infligir sufrimiento y sometimiento. La guerra de doce días les impuso enfrentar los límites de su poderío tecnológico y militar. Y ahora, con el reconocimiento de Palestina por parte de países como Reino Unido, Francia, Canadá, Australia y Portugal (y pronto muchos más), el sionismo, como movimiento, se topa no solo con límites territoriales estrictos, sino también con fronteras de influencia y poder en Occidente.

Han perdido sus superpoderes. Poseen fronteras nítidas. Son como todos los demás. ¡Vaya catástrofe!

Vivir sin abundancia, sin privilegios desmesurados y revitalizantes, nunca formó parte de la agenda sionista. Por ello, cabe esperar que esta delicada demarcación de límites se experimente como un acontecimiento profundamente desestabilizador, que solo conducirá a conductas cada vez más autodestructivas.

Como he repetido en numerosas ocasiones, todo se está derrumbando. No hay esperanza. Hoy es un buen día para la humanidad. Permítanse, pues, un instante de alegría.