Los Minerales de África se Intercambian a Cambio de Seguridad
En una época en la que los intereses globales en torno a los minerales críticos están reconfigurando el mundo, los países africanos no deben subestimar jamás el valor estratégico de sus recursos minerales. Poseen un poder de negociación considerable. No obstante, este poder solo resulta efectivo cuando se ejerce de forma estratégica.
Un acuerdo de paz firmado entre la República Democrática del Congo (RDC) y Ruanda, bajo la mediación de Estados Unidos, vincula a estos dos países africanos a un arreglo preocupante: en dicho acuerdo, uno de los Estados transfiere sus recursos minerales a una superpotencia a cambio de garantías de seguridad imprecisas.
El acuerdo, suscrito en junio de 2025, tiene como objetivo poner fin a los conflictos que durante casi treinta años han enfrentado a la RDC y Ruanda.
Uno de los elementos clave del acuerdo compromete a ambos países a desarrollar un marco de integración económica regional. Esta disposición prevé una mayor cooperación entre los dos Estados, el gobierno de Estados Unidos y los inversores estadounidenses en torno a “cadenas de suministro de minerales transparentes, formalizadas y de extremo a extremo”.
A pesar de su inmensa riqueza minera, la RDC se encuentra entre los cinco países más pobres del mundo. En este contexto, el país busca atraer inversiones estadounidenses a su sector minero.
Por su parte, Estados Unidos respalda esta iniciativa proponiendo un programa de inversiones multimillonario, con el objetivo de asegurar sus propias cadenas de suministro de minerales en una región empobrecida y marcada por traumas históricos.
La paz prometida en el acuerdo de junio de 2025 se basa, así, en la integración de la cadena de suministro de minerales a los intereses de EE. UU., a cambio de aceptar la supervisión militar potente pero formulada de manera ambigua de Washington.
El acuerdo también contempla la creación de un comité conjunto de supervisión que incluirá representantes de la Unión Africana, Catar y Estados Unidos, encargado de recibir quejas y resolver disputas entre la RDC y Ruanda.
Sin embargo, más allá de este comité, el acuerdo no impone a Estados Unidos ninguna obligación concreta en materia de seguridad.
Las relaciones entre la RDC y Ruanda han estado marcadas por la guerra y la tensión desde las sangrientas Primera (1996–1997) y Segunda (1998–2003) Guerras del Congo. En el centro de muchos de estos conflictos se encuentra la riqueza mineral de la RDC, que ha alimentado la competencia, la explotación y la violencia armada.
Este nuevo acuerdo de paz introduce nuevamente la lógica del intercambio de recursos por seguridad. Este tipo de acuerdos no es nuevo para África: surgieron por primera vez a comienzos de la década de 2000 bajo la fórmula de recursos a cambio de inversiones en infraestructuras. En ese modelo, un Estado extranjero se comprometía a construir infraestructuras económicas y sociales (carreteras, puertos, aeropuertos, hospitales) en un país africano a cambio de obtener una participación significativa en una empresa minera estatal o derechos de acceso prioritario a los recursos minerales del país anfitrión.
Llevamos más de veinte años investigando sobre derecho minero y gobernanza en África. La pregunta fundamental que se plantea ahora es la siguiente: ¿ayudará este acuerdo de seguridad a cambio de recursos, auspiciado por Estados Unidos, a que la RDC se beneficie realmente de sus propios recursos?
Basándonos en nuestras investigaciones sobre minería, desarrollo y sostenibilidad, consideramos que esto es poco probable.
El modelo de intercambio de recursos por seguridad representa la versión más reciente del enfoque de trueque de recursos promovido anteriormente por China y Rusia en países como Angola, la República Centroafricana y la propia RDC.
Estas prácticas han socavado la soberanía y la capacidad de negociación de países ricos en minerales como la RDC y Angola.
Además, los acuerdos actuales de seguridad a cambio de recursos son aún menos transparentes y más complejos que sus predecesores.
Las Vulnerabilidades de Seguridad de la RDC
La República Democrática del Congo (RDC) posee importantes yacimientos de minerales críticos como cobalto, cobre, litio, manganeso y tántalo. Estos minerales constituyen la base de las tecnologías del siglo XXI, incluyendo la inteligencia artificial, los vehículos eléctricos, la energía eólica y los equipos de seguridad militar. Ruanda, aunque no cuenta con la misma riqueza mineral que su vecino, es el tercer mayor productor mundial de tántalo, utilizado en la electrónica, la industria aeroespacial y los dispositivos médicos.
Desde hace casi treinta años, especialmente en el este de la RDC, los minerales han alimentado conflictos y una violencia extrema. El tungsteno, el tántalo y el oro conocidos como los «3TG» han financiado y orientado los enfrentamientos por el control de lucrativas zonas mineras entre las fuerzas gubernamentales y aproximadamente 130 grupos armados. Diversos informes e investigaciones han demostrado que países vecinos como Ruanda y Uganda han respaldado la extracción ilegal de estos minerales en la región.
El gobierno de la RDC no ha logrado garantizar la seguridad en su vasto territorio (2,3 millones de kilómetros cuadrados) y en su población diversa (109 millones de personas pertenecientes a más de 250 grupos étnicos). La escasez de recursos, los desafíos logísticos y la corrupción han debilitado gravemente a sus fuerzas armadas.
En este contexto, el apoyo militar de Estados Unidos se presenta como una opción sumamente atractiva. Sin embargo, nuestras investigaciones revelan que dicha asistencia encierra ciertas trampas que no deben ser ignoradas.
El Riesgo de Pérdida para los Estados
Los acuerdos de recursos a cambio de infraestructura o seguridad suelen ofrecer a los países africanos estabilidad a corto plazo, financiación o una mejora de su imagen a nivel global. No obstante, el costo de tales acuerdos se manifiesta a largo plazo, ya que tienden a erosionar el control soberano.
Esta erosión se produce de diversas maneras:
- Algunas cláusulas contractuales congelan futuras reformas regulatorias, restringiendo así la autonomía legislativa.
- Otras estipulan precios bajos durante largos períodos, impidiendo que los países exportadores se beneficien de las alzas en los precios de las materias primas.
- Las disposiciones de arbitraje trasladan la resolución de disputas desde los tribunales nacionales a foros internacionales.
- Los préstamos para infraestructura suelen estar garantizados por ingresos provenientes de recursos naturales, lo que limita la capacidad de exportación y debilita el control fiscal soberano.
En África, existen numerosos ejemplos de pérdida o casi pérdida de soberanía derivados de este tipo de acuerdos.
Un caso ilustrativo es el del préstamo garantizado por petróleo que Angola recibió del Eximbank de China en 2004 por un valor de 2.000 millones de dólares. El reembolso se efectuaría mediante entregas mensuales de petróleo, cuyos ingresos serían depositados en cuentas controladas por China. La estructura de este préstamo privó a las autoridades angoleñas del control sobre dichos flujos de ingresos incluso antes de que el petróleo fuese extraído.
Estos acuerdos también fragmentan la rendición de cuentas. Dado que suelen involucrar a varios ministerios como los de defensa, minería y comercio, escapan a una supervisión rigurosa y a mecanismos claros de responsabilidad. Esta fragmentación deja a los sectores extractivos vulnerables al control de las élites, que pueden manipular los acuerdos en beneficio propio.
En la RDC, esta situación ha dado lugar a una cleptocracia agresiva, donde la riqueza mineral no se ha utilizado de forma sistemática para el beneficio de la población.
Por último, existe el riesgo de que se afiance nuevamente el trauma minero. En numerosos países africanos, las actividades mineras han provocado el desplazamiento de comunidades y han causado daños duraderos a los medios de subsistencia, la salud y la cohesión social.
Estos problemas no son nuevos. Sin embargo, cuando la minería se vincula con la seguridad o la infraestructura, dichos perjuicios dejan de ser costes transitorios para convertirse en riesgos permanentes.
Qué Debe Cambiar
Los minerales críticos reciben esta denominación porque son difíciles de extraer o sustituir. Además, sus cadenas de suministro son estratégicamente frágiles y políticamente sensibles. Quien controle estos minerales, controlará el futuro. África debe abstenerse de mercadear ese futuro.
En un contexto en el que los intereses globales por los minerales críticos están reconfigurando el orden mundial, los países africanos no deben subestimar jamás el valor estratégico de sus recursos minerales. Poseen un poder de negociación considerable.
- Sin embargo, este poder solo resulta eficaz cuando se ejerce estratégicamente. Esto implica:
- Invertir en capacidades institucionales y jurídicas para negociar mejores acuerdos
- Exigir el desarrollo de procesos de producción y de valor añadido a nivel local
- Imponer requisitos de transparencia y control parlamentario en los acuerdos relacionados con los recursos minerales
- Rechazar cualquier acuerdo que vulnere los derechos humanos, los principios medioambientales o la soberanía
* África posee los recursos. Debe conservar el poder que estos le otorgan.