La Creciente Paranoia En La Política Británica

Desde el Brexit, este estilo paranoico se ha normalizado en el Reino Unido. Un país que antaño era conocido por su estabilidad, su capacidad de gobernanza y una cultura cívica generalmente equilibrada, parece hoy dominado por una sensibilidad marcada por la sospecha y el recelo. A diferencia de los ejemplos históricos en los que tal actitud se limitaba a ciertos líderes excepcionales, esta vez se ha convertido en un fenómeno extendido, con tintes populistas y ramificaciones a lo largo de todo el espectro político.

Los relatos conspirativos siempre han rondado los pasillos del Número 10. Los estudios que analizan el funcionamiento del estilo británico de gobierno llevan décadas examinando el papel de los “briefings” informales y de las filtraciones destinadas a avergonzar a colegas o a colocar determinados asuntos en la agenda pública.

Las recientes acusaciones de que el círculo íntimo de Keir Starmer estaría fraguando un complot fueron elaboradas para destapar una inminente batalla interna por el liderazgo, concentrando toda la atención en Wes Streeting, quien negó haber tenido parte alguna en aquella supuesta trama.

Se trataba de un ataque preventivo, una estrategia de comunicación concebida para frustrar un golpe imaginario antes de que siquiera existiera. El episodio, tan extraño como breve, se desvaneció con rapidez. Pero una vez disipado el ruido, surge una pregunta inevitable: ¿qué nos revela este incidente sobre el estado del gobierno de Starmer y, en términos más amplios, sobre la política británica contemporánea?

La respuesta apunta a la aparición de un nuevo estilo cada vez más impregnado de exageración, sospecha y fantasías conspirativas que está arraigándose en el corazón mismo de la vida política británica.

El concepto de “estilo paranoico” fue desarrollado originalmente por el historiador Richard Hofstadter en el contexto de la política estadounidense, especialmente en torno a los temores respecto a las simpatías comunistas durante los primeros años de la Guerra Fría. En términos sencillos, el concepto describe un modo de razonamiento político en el que todo se interpreta a través del prisma de la conspiración.

Todos los primeros ministros, en alguna medida, son paranoicos. Esa paranoia procede de saber que, mientras uno sonríe sentado a la mesa del gabinete, la mayoría de los colegas excesivamente ambiciosos codician su asiento.

Las biografías de John Grigg sobre David Lloyd George, primer ministro durante la Primera Guerra Mundial, muestran a un líder convencido de que sus compañeros estaban preparados para derribarlo en cualquier momento. Anthony Eden sucumbió a un estado mental paranoico durante la crisis de Suez en 1956, cuando el prestigio británico se desplomaba ante los ojos del mundo.

Harold Wilson gobernó bajo una profunda y persistente desconfianza hacia los servicios de seguridad; hacia finales de los años sesenta, cuando Roy Jenkins empezó a recibir elogios por su dirección del Tesoro, el nivel de paranoia de Wilson alcanzó su punto álgido. Margaret Thatcher, en los últimos años de su estancia en el Número 10, desarrolló una mentalidad de fortaleza basada en la convicción de que sus ministros ya no estaban de su lado.

Si todo esto constituye la forma tradicional o “antigua” de paranoia, entonces Starmer encarna ahora un tipo muy distinto. La suya no procede principalmente de amenazas externas ni de rivales que maniobran entre bambalinas. Refleja, más bien, una percepción más profunda: la de que existe un vacío en la cúspide del gobierno británico, una fragilidad que tarde o temprano atraerá un desafío.

Ser un político discreto funcionó bien para Starmer cuando estaba en la oposición. Mantener un perfil bajo, evitar cuestiones divisivas y promover un pragmatismo moderado dejaba poco campo para el ataque de los adversarios. Pero en Westminster circula hoy la idea de que, en el poder, la ausencia de una convicción ideológica clara ha dejado al gobierno sin rumbo y ha impedido ofrecer al pueblo británico una visión positiva de hacia dónde quiere conducir el país y por qué y a qué costo pretende hacerlo.

Tras anunciar un cambio radical en las políticas de asilo del Reino Unido, Starmer se encuentra ahora frente a más desafíos procedentes de los diputados laboristas del ala trasera. No es un buen escenario para un primer ministro que atraviesa sus niveles más bajos de popularidad desde que comenzaron las encuestas.

Teorías Conspirativas Sistémicas

Según Hofstadter, el estilo paranoico se caracteriza por un lenguaje de crisis casi apocalíptico, por explicar los acontecimientos políticos mediante teorías conspirativas y por atribuir el supuesto declive nacional a fuerzas ocultas. Este estilo incluye una moralidad maniquea (“patriotas contra traidores”) y un sentimiento existencial de desposesión (“el país se está perdiendo”).

¿Puede verse la conexión con la política británica? ¿O estoy empezando a sonar paranoico?

Este estilo paranoico no alude a la condición clínica o psicológica de un político en particular. No se trata de una sospecha personal, sino de un conspiracionismo sistémico.

Este enfoque se alimenta de una patología socio-psicológica más amplia y del derrumbe de la confianza en las instituciones y en el funcionamiento de la política democrática; y emerge combinado con la difusión social de narrativas de asedio que fomentan una polarización permanente.

Desde el Brexit, este estilo paranoico se ha normalizado en el Reino Unido. Un país antes conocido por su estabilidad, su competencia gubernamental y una cultura cívica generalmente equilibrada, parece hoy dominado por una sensibilidad marcada por la paranoia. A diferencia de los ejemplos históricos, limitados a ciertos líderes excepcionales, este nuevo estilo se ha extendido, posee tintes populistas y se despliega a lo largo de todo el espectro político.

Ésta es la historia más profunda y más inquietante que se esconde tras los “briefings” fallidos. Existe el riesgo de generar estructuras que normalicen la transgresión de normas, aceleren la radicalización y la polarización, erosionen la capacidad de formular políticas y alimenten un ciclo de fracaso del cual brota aún más paranoia.

Por ello, el clima político británico ha cambiado y continúa transformándose. Reconocer esta mutación más amplia nos permite comprender con mayor profundidad el lento derrumbe del gobierno de Starmer. Las viejas reglas han dejado de ser válidas y los “buenos” ya no saben cómo gobernar.

O quizá… soy yo quien está siendo paranoico.

Fuente:https://theconversation.com/the-growing-paranoia-of-british-politics-269867