El Punto Ciego de Los Medios Occidentales: ¿Por qué Palestina No Aparece?

El modo en que los medios de comunicación occidentales abordan la cuestión israelí ha sido, desde hace décadas, objeto de críticas por su sesgo a favor de Israel. En especial durante los últimos acontecimientos como la ofensiva israelí en Gaza, reconocida por diversos organismos internacionales como un acto de genocidio, y los procesos de intercambio de prisioneros, los dobles raseros y la falta de contexto en el lenguaje informativo han revelado de manera palpable dicho sesgo.

Los medios suelen destacar con abundancia de detalles humanos las pérdidas y el sufrimiento del pueblo israelí, mientras que la violencia y las tragedias padecidas por los palestinos permanecen relegadas a un segundo plano o, en muchos casos, resultan completamente invisibles.

La Doble Vara Entre Los Términos “Rehén” y “Prisionero”

El lenguaje empleado por los medios de comunicación influye profundamente en la percepción de valor y de inocencia atribuida a las partes en conflicto. Cuando civiles o soldados israelíes son capturados por grupos armados palestinos, los medios occidentales los denominan casi invariablemente rehenes. Esta palabra evoca la imagen de personas inocentes privadas ilegalmente de su libertad, generando una inmediata simpatía en la opinión pública. En cambio, los palestinos detenidos por Israel suelen ser descritos como prisioneros o detenidos, términos que sugieren la existencia de un proceso judicial legítimo o de acusaciones fundamentadas.

Sin embargo, la realidad es muy distinta: miles de palestinos permanecen en cárceles israelíes sin haber tenido un juicio justo, retenidos indefinidamente bajo decisiones administrativas y pretextos de “seguridad”. Muchos de los llamados detenidos por las autoridades israelíes son, en verdad, piezas de negociación política; es decir, son tratados de facto como rehenes. No obstante, esta situación rara vez es mencionada por los medios occidentales, donde el concepto de rehén nunca se aplica a las víctimas palestinas. Esta doble vara lingüística condiciona la mente del público, moldeando inconscientemente la percepción de quién es la víctima y quién el culpable.

El Desequilibrio En Las Historias Humanas

También es evidente la desproporción en la manera en que los medios occidentales eligen contar las historias y enmarcar las experiencias de sufrimiento. Las vivencias de las víctimas israelíes cuya condición civil o militar es en sí misma objeto de debate suelen narrarse con abundantes detalles personales y un tono emocional, mientras que el dolor palestino se reduce, en la mayoría de los casos, a cifras impersonales o formulaciones abstractas.

En los informes sobre intercambios de prisioneros o ceses al fuego, las escenas de reencuentro entre rehenes israelíes y sus familias, los abrazos y las lágrimas de alegría ocupan las portadas y los titulares principales. En contraste, la liberación de palestinos que han soportado durante años torturas sistemáticas en cárceles israelíes apenas recibe atención. Cuando estas historias aparecen, se limitan a mencionar nombres, edades o el número de años de detención, sin explorar las dimensiones humanas, los sueños truncados ni las injusticias padecidas.

De este modo, los medios occidentales presentan con fuerza la narrativa del trauma israelí y generan una empatía inmediata, mientras que las experiencias palestinas se minimizan o se silencian. Al omitir las imágenes de madres palestinas abrazando a sus hijos liberados o de padres que esperaron décadas el regreso de sus seres queridos, los medios borran una parte esencial de la realidad emocional del conflicto.

El resultado es un desequilibrio profundo en la empatía del público: el espectador medio occidental llega a conocer íntimamente el dolor de las familias israelíes, pero no puede siquiera imaginar la desesperación de una madre palestina que ha esperado años por la libertad de su hijo. Esta asimetría narrativa distorsiona la comprensión del conflicto y perpetúa un paisaje mediático donde la humanidad palestina sigue sistemáticamente invisibilizada.

El Marco Orientalista

Otro de los problemas fundamentales en las narrativas mediáticas occidentales es la presentación de los hechos desprovistos de su contexto histórico y político. Especialmente tras la operación Diluvio de Al-Aqsa, iniciada el 7 de octubre de 2023 por grupos de resistencia palestinos contra Israel, los medios occidentales tienden a comenzar su relato a partir de esa fecha, omitiendo todo lo que la precede. De este modo, los actores palestinos aparecen como agentes de una violencia irracional y gratuita, mientras que Israel se representa como un Estado víctima que solo se defiende.

Esta perspectiva ignora por completo más de medio siglo de ocupación militar, el prolongado bloqueo impuesto sobre Gaza y las violaciones sistemáticas de derechos humanos derivadas de los asentamientos ilegales en Cisjordania. Gran parte de los medios occidentales evita mencionar que la Franja de Gaza lleva años bajo un asedio asfixiante o que en Cisjordania se mantiene un régimen de control y represión permanentes; y cuando lo hacen, lo relegan a una nota al pie o a una referencia marginal.

La ausencia de contexto coincide con una mirada orientalista. En ese marco, el sujeto “oriental” el palestino aparece como irracional, impulsivo y violento sin causa, mientras que el “occidental” Israel, presentado como guardián de Occidente actúa con racionalidad y dentro del derecho a la defensa propia. Así, los medios transmiten implícitamente la idea de que “la violencia comenzó sin motivo y que Israel no hace más que defenderse”. Este marco orientalista codifica cualquier acción palestina violenta o pacíficacomo una manifestación de fanatismo o radicalismo incomprensible, al tiempo que normaliza la violencia israelí como una respuesta legítima e inevitable. En consecuencia, la percepción internacional del conflicto se distorsiona profundamente y la violencia estructural sufrida por el pueblo palestino queda invisibilizada.

Los Prisioneros Palestinos

Un ejemplo concreto de estos sesgos lingüísticos y contextuales puede observarse en la cuestión de los prisioneros palestinos en cárceles israelíes. Actualmente, miles de palestinos se encuentran privados de libertad en centros penitenciarios de Israel. Una parte significativa de ellos jamás ha sido sometida a un juicio justo y permanece encarcelada indefinidamente por decisión administrativa. El mecanismo de “detención administrativa” permite al Estado israelí mantener a una persona en prisión durante meses o incluso años sin una acusación formal ni pruebas públicas, amparándose en supuestos motivos de “seguridad”.

De esta manera, individuos que simplemente participaron en manifestaciones pacíficas contra la ocupación o que expresaron críticas en redes sociales pueden ser encarcelados arbitrariamente. Entre los detenidos hay centenares de mujeres y menores de edad. Algunos niños han sido encarcelados por arrojar piedras, y personal médico ha sido condenado por brindar atención a heridos. Organizaciones internacionales de derechos humanos, así como la israelí B’Tselem, califican estas prácticas como arbitrarias e ilegales. No obstante, tales violaciones rara vez ocupan las portadas de la prensa occidental. Los mismos medios que dedican amplias coberturas a la captura de un soldado o civil israelí, enfatizando los principios del derecho internacional, guardan silencio ante estas realidades.

Esta doble moral revela con claridad quién es reconocido como víctima legítima y quién es relegado al olvido. Además, Israel retiene los cuerpos de numerosos palestinos muertos, negándose a entregarlos a sus familias durante años. Hoy se sabe que centenares de cadáveres permanecen bajo custodia israelí, a la espera de ser enterrados. La casi total ausencia de esta práctica en los medios occidentales constituye una evidencia elocuente de cómo el filtro informativo dominante opera a favor de Israel. En sentido inverso, resulta evidente que si tales hechos fueran cometidos por la parte palestina, las reacciones mediáticas serían inmediata y ferozmente condenatorias.

7 de Octubre y El Intercambio de Prisioneros

El 7 de octubre de 2023, las organizaciones de resistencia palestinas lanzaron la ofensiva conocida como Diluvio de Al-Aqsa, una operación defensiva que en la prensa occidental fue presentada casi unánimemente como un “acto terrorista”. La manera en que se difundió la noticia sin atender al contexto de ocupación ni al hecho de que los colonos sionistas viven sobre territorios palestinos ocupados, beneficiándose de dicha ocupación revela hasta qué punto los medios occidentales son incapaces de comprender las motivaciones y resonancias internas de la sociedad palestina.

Una de las razones centrales por las que las organizaciones palestinas planificaron la operación Diluvio de Al-Aqsa fue la de lograr la liberación de miles de prisioneros palestinos detenidos en cárceles israelíes. Los israelíes capturados durante la ofensiva fueron utilizados como una herramienta de presión para forzar a Israel a liberar a quienes llevaba años manteniendo encarcelados sin juicio ni justificación legítima. En efecto, la estrategia dio resultados parciales: gracias a los altos el fuego temporales y a los acuerdos de intercambio posteriores al 7 de octubre, centenares de mujeres, niños y jóvenes palestinos recuperaron su libertad. La mayoría de ellos eran personas inocentes retenidas durante años bajo la ambigua excusa de la “seguridad nacional”.

Aunque las autoridades israelíes se nieguen oficialmente a reconocer estas liberaciones como una concesión, para la sociedad palestina constituyen un logro significativo. La historia demuestra que tales tácticas han tenido éxito en el pasado. En 2011, por ejemplo, Israel liberó a unos mil prisioneros palestinos a cambio del soldado israelí Gilad Shalit; entre los liberados se encontraba Yahya Sinwar, quien más tarde desempeñaría un papel político destacado. Hoy, intercambios de mayor escala reproducen aquella dinámica y marcan un nuevo punto de inflexión en la lucha palestina por la libertad. Así, parte de las personas encarceladas sistemáticamente por Israel han podido recuperar su libertad gracias a negociaciones impulsadas por la captura de ciudadanos israelíes. Este hecho ilustra con claridad la profunda divergencia en la percepción de legitimidad entre las partes: lo que una considera “terrorismo”, la otra lo concibe como un acto de resistencia destinado a recuperar a sus prisioneros.

En definitiva, los acontecimientos posteriores al 7 de octubre de 2023 evidencian la necesidad urgente de que los medios occidentales revisen críticamente su forma de representar el conflicto. En varias redacciones importantes, periodistas han comenzado a cuestionar abiertamente el sesgo proisraelí de sus propias políticas editoriales, reclamando una cobertura más equilibrada y humanizada. Paralelamente, las verdades silenciadas por los medios tradicionales circulan con fuerza a través de las redes sociales y de plataformas alternativas, generando una creciente empatía hacia la causa palestina, especialmente entre las generaciones más jóvenes.

Esta transformación demuestra que la narrativa orientalista y unilateral del periodismo occidental se ha vuelto insostenible. A medida que la crisis humanitaria en Gaza es reconocida por numerosos observadores como un genocidio, se impone un imperativo ético: hacer visibles los sufrimientos de las víctimas palestinas con la misma intensidad que los de las israelíes. En consecuencia, la cobertura mediática de la masacre en Gaza no sólo interpela los principios del periodismo, sino también los valores fundamentales de la humanidad. El predominio de un lenguaje parcial, sesgado a favor de Israel, no solo distorsiona la comprensión pública de los hechos, sino que impide la formación de una opinión informada y de un terreno de debate justo para la búsqueda de una solución equitativa.