El Equilibrio Centro-Periferia En La Política Exterior y África

Todo actor externo que aspire a dejar una huella duradera en África debe comprender la estructura profundamente estratificada del continente. Las relaciones que se tejen con las capitales son importantes, sí, pero insuficientes. La verdadera legitimidad nace del vínculo con la población, de la confianza construida con las comunidades locales y del reconocimiento de sus dinámicas propias. Solo así puede enraizarse una presencia que trascienda lo diplomático y se convierta en impacto perdurable.

La característica más determinante de África en el contexto de la política exterior es que constituye la geografía donde el equilibrio entre el centro (la administración central) y la periferia (los sectores sociales fuera del centro) se percibe con mayor nitidez. La amplitud del continente y su diversidad que se extiende desde comunidades étnicas hasta estructuras tribales, desde lenguas locales hasta identidades territoriales convierten tanto la política interna como la exterior en entramados sumamente complejos. El hecho de que en muchos países la construcción del Estado-nación no haya sido completada hace que la relación entre centro y periferia adquiera aún mayor relevancia. Esta distinción no es únicamente geográfica: también se manifiesta en términos de representación política, distribución económica y pertenencia social.

Por ello, los enfoques de política exterior que aspiran a comprender el continente y establecer relaciones duraderas deben ser capaces de interpretar no solo las posturas oficiales de los Estados, sino también las expectativas de las comunidades periféricas. Es decir, incorporar al centro del diseño diplomático la realidad de que la política exterior se configura simultáneamente en la interacción entre Estados y en los equilibrios entre sociedades. Este enfoque exige, a su vez, reconocer las diferencias existentes sin perder de vista el principio esencial del respeto a la soberanía de cada país.

Türkiye En África

En los últimos años, la política de apertura de Türkiye hacia África ha adquirido un notable impulso, gracias al aumento de la representación diplomática, la estructuración de la ayuda humanitaria y la expansión de instituciones culturales. Sin embargo, pese a esta dinámica, no es unánime la percepción de que la influencia turca en el continente haya producido los resultados esperados, especialmente en materia de gestión de crisis y generación de estabilidad. La capacidad de Ankara para atenuar las tensiones entre Somalia y Etiopía constituye un indicador importante. No obstante, en Libia a pesar de que ambas partes mantienen buenas relaciones con Türkiye el proceso de construcción estatal continúa estancado, lo que revela una fragilidad estructural persistente. La postura relativamente pasiva frente al conflicto en Sudán es otro asunto que se discute con frecuencia.

Otro aspecto relevante es que las relaciones con África suelen evaluarse excesivamente a través de cifras y de la expansión institucional. Las cifras, aunque importantes, no hablan por sí solas. Lo esencial es interpretar los análisis de impacto independientes, los indicadores de gestión basada en resultados (RBM) y los mecanismos de retroalimentación con los actores locales. Solo tales insumos pueden ofrecer un marco más sólido. A la luz de estos análisis, se hace evidente que las políticas que respetan el equilibrio centro-periferia y que se relacionan con los distintos estratos sociales poseen un mayor potencial transformador.

Es cierto que establecer comunicación con diversos segmentos sociales puede, en ocasiones, generar incomodidad entre las élites dirigentes. Pero ello es manejable y no debería ser disuasorio. En muchos países, la distancia entre el Estado y la sociedad es considerable. Las capitales suelen representar los intereses de una élite reducida más que del conjunto de la nación. Por ello, una diplomacia focalizada únicamente en la capital tiene dificultades para construir legitimidad social duradera. Comprender esta vulnerabilidad estructural es crucial para el futuro de cualquier política africana.

Los Límites De La Diplomacia Centrada En Las Capitales

En gran parte de África, las capitales fueron edificadas conforme a las prioridades espaciales del periodo colonial. Estas ciudades, a menudo situadas en zonas costeras o en áreas de fácil acceso para la administración colonial, pasaron a ejercer la función de “centro”, mientras que el resto del territorio permaneció como “periferia”. Tras la independencia, esta desigualdad estructural se mantuvo, con las instituciones del Estado, la burocracia, la diplomacia y los medios de comunicación concentrados en el centro, dejando a las zonas rurales y a los poderes regionales fuera de los procesos políticos.

Esta situación genera fragilidad en las relaciones con los actores externos, puesto que en muchos países africanos la autoridad que moldea la vida cotidiana no reside principalmente en las instituciones estatales, sino en liderazgos tradicionales, redes religiosas, milicias regionales y circuitos comerciales locales. La política exterior, por tanto, no puede limitarse a las élites de las capitales: debe tomar en cuenta estas múltiples capas de autoridad. Tal enfoque reduce, además, los efectos adversos que podrían surgir ante un eventual cambio en el poder central.

Definir la legitimidad nacional únicamente desde la capital implica, considerando la diversidad étnica, religiosa y cultural de África, un campo de legitimidad extremadamente estrecho. Esto produce tensiones que, como se ha visto en países como Sudán, Libia, Somalia, Malí, Nigeria y la República Democrática del Congo, han derivado en guerras civiles, movimientos separatistas e inestabilidad prolongada, con consecuencias directas en la política exterior.

Relacionarse con un país africano no puede reducirse a estrechar la mano de su presidente. Comprender las dinámicas reales exige identificar a los poderes locales, líderes tribales, comunidades religiosas, movimientos juveniles, redes de la sociedad civil y corredores comerciales regionales. La diplomacia centrada únicamente en las capitales simplifica una estructura intrínsecamente compleja y, por ello, carece de impacto sostenible.

Otros Actores En África y El Lugar Singular de Türkiye

Los actores internacionales moldean el equilibrio centro-periferia según sus prioridades estratégicas. China, por ejemplo, privilegia a los gobiernos centrales mediante megaproyectos de infraestructura como el ferrocarril en Etiopía dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, aunque estas iniciativas generan resistencia en algunas regiones por los debates en torno a la deuda y la dependencia económica. Para mitigar estas tensiones, China desarrolla programas culturales y educativos que buscan relacionarse directamente con la población.

Francia, como evidencia la Operación Barkhane en el Sahel, continúa basándose en redes poscoloniales, lo que ha fomentado percepciones excluyentes en muchas comunidades rurales y un aumento del sentimiento antifrancés.

Estados Unidos mantiene una política africana más centrada en la seguridad. Mediante AFRICOM colabora con los gobiernos, mientras que USAID impulsa programas de “local ownership” para involucrar a comunidades locales. Esta doble vía pretende equilibrar los intereses securitarios con la proyección social.

La Unión Europea apuesta por un modelo más institucional, apoyándose en fondos de desarrollo, programas agrícolas, proyectos sobre el Estado de derecho y la iniciativa Global Gateway, que pretende integrar tanto actores centrales como periféricos en procesos de cooperación.

Türkiye, sin un pasado colonial, ha logrado generar simpatía social a través de ayuda humanitaria, proyectos de desarrollo y herramientas de poder blando como la enorme popularidad de las series turcas. Las infraestructuras construidas en Somalia y la sensibilidad cultural en Nigeria muestran el alcance de esta interacción. Sin embargo, las sociedades africanas demandan no solo cercanía cultural, sino también alianzas económicas sostenibles, oportunidades de empleo local y proyectos compatibles con la Agenda 2063 de la Unión Africana.

Türkiye puede diferenciarse claramente si logra transformar esta simpatía social en vínculos sistemáticos con las comunidades locales, aprovechando su flexibilidad Estado sociedad civil.

Una Política Africana Centrada En La Capital

Desde principios de los años 2000, Türkiye ha conseguido avances significativos en África: la expansión de sus embajadas, el incremento del comercio, la presencia de instituciones educativas y culturales como la Fundación Maarif y el Instituto Yunus Emre, y la llegada de Turkish Airlines a decenas de destinos del continente. Sin embargo, esta visibilidad ha estado condicionada, en gran medida, por una lógica excesivamente centrada en las capitales.

En países con instituciones débiles y redes de poder locales muy influyentes, muchas decisiones críticas se toman fuera de la capital. Por ello, aunque fortalecer los vínculos con los gobiernos es esencial, la influencia duradera requiere relacionarse también con distintos estratos de la sociedad.

Türkiye posee ventajas importantes: no carga con el peso de un legado colonial, despierta simpatía y dispone de instrumentos de poder blando eficaces. Pero para que estas ventajas se conviertan en influencia real, debe superarse el paradigma meramente capitalino y establecer una arquitectura diplomática más inclusiva.

El Componente Ausente Del Poder Blando: La Penetración Social

La fase inicial de la política de apertura se centró en la presencia institucional. Ahora es necesario pasar a una nueva etapa: la creación de redes sociales profundas y la institucionalización del acceso comunitario. En ocasiones se percibe falta de coordinación entre las instituciones turcas o una dependencia excesiva de la autorización gubernamental central en los países receptores.

Para ello, Türkiye podría establecer un Consejo de Coordinación de Poder Blando para África, que reúna a TİKA, la Fundación Maarif, Diyanet, el Instituto Yunus Emre, AFAD, la Media Luna Roja, municipios, ONG y el sector privado bajo una estrategia común. Esta estructura reduciría la dispersión de esfuerzos y permitiría construir una presencia coherente en el terreno.

El poder blando es efectivo solo cuando existe una relación de confianza con los distintos segmentos de la sociedad. Türkiye cuenta con las herramientas necesarias; lo esencial es transformarlas en colaboraciones concretas con comunidades rurales, actores locales y redes de base.

La popularidad de las series turcas muestra un enorme potencial cultural, pero no se ha evaluado si dicha popularidad se traduce en confianza política o influencia social, lo que subraya la necesidad de mecanismos de seguimiento y análisis.

Una Nueva Visión Diplomática: Leer Conjuntamente El Centro y La Periferia

Para sostener su presencia en África, Türkiye debe renovar su arquitectura diplomática mediante varios ejes:

  1. Mayor especialización regional y contacto sistemático con actores locales, desde consejos tribales hasta redes juveniles y organizaciones de mujeres.
  2. Diplomacia social, integrando universidades, municipalidades y organizaciones profesionales en la política africana.
  3. Un enfoque de asociación igualitaria, donde Türkiye pase de “ayudar” a “co-producir”, alineando proyectos con la Agenda 2063.
  4. Experticia local, incorporando asesores africanos y mecanismos de retroalimentación que permitan ajustar las políticas al contexto real.

Una Diplomacia Que Se Extienda De Las Capitales Al Conjunto Del Continente

Todo actor que aspire a tener un impacto duradero en África debe comprender la complejidad del continente. Las relaciones con las capitales son necesarias pero insuficientes. La legitimidad verdadera se construye en el vínculo con la población y en la confianza generada con las comunidades locales.

Türkiye posee una base sólida para iniciar esta transformación. Si Ankara amplía su visión diplomática desde las élites hacia la sociedad, desde el protocolo hacia la asociación genuina, podrá desarrollar un modelo coherente con las dinámicas sociopolíticas africanas.

Este enfoque no solo reforzará el éxito de su política exterior, sino que permitirá forjar una asociación basada en la justicia, contribuyendo a la búsqueda africana de desarrollo y estabilidad. Los principios de este modelo transparencia, creación recíproca de capacidades, generación de empleo local y fortalecimiento de competencias endógenas consolidarán una legitimidad social auténtica y un poder blando duradero.