De Cisjordania a Gaza: ¿Cómo Exporta Israel Su Neocolonialismo?
Las prácticas de Israel en la Franja de Gaza revelan notables similitudes con los métodos históricos de “dividir y gobernar” propios de los proyectos coloniales. La política de la “Línea Amarilla” implementada por las fuerzas ocupantes busca fragmentar la continuidad geográfica, aislar a la población y establecer un control absoluto sobre los recursos vitales, con el fin de consolidar un dominio duradero sobre los palestinos.
La transferencia a Gaza del modelo ensayado previamente en Cisjordania caracterizado por la fragmentación administrativa, la autonomía controlada y la apropiación de recursos evidencia el carácter sistemático y planificado de esta estrategia.
Las prácticas coloniales de los siglos XIX y XX demuestran que las potencias imperiales aplicaron de manera sistemática el principio de “dividir y gobernar” como un mecanismo para mantener bajo control los territorios ocupados. El objetivo fundamental de esta estrategia consistía en alterar la homogeneidad social de las poblaciones locales mediante la creación de divisiones artificiales, debilitando así cualquier posibilidad de resistencia organizada y consolidando un dominio absoluto sobre los recursos. La partición arbitraria de Oriente Medio tras la Primera Guerra Mundial mediante el Acuerdo Sykes-Picot constituye uno de los ejemplos más ilustrativos de esta lógica. Asimismo, las “nuevas aldeas” construidas por el Reino Unido en Malasia y las “aldeas estratégicas” impulsadas por Estados Unidos en Vietnam buscaban aislar geográficamente a la población para reforzar los mecanismos de control. Del mismo modo, los “bantustanes” del régimen del apartheid en Sudáfrica fragmentaron a la población negra en entidades étnicas supuestamente autónomas, cimentando un sistema de dominación estructural. Este trasfondo histórico revela claros paralelismos con la política de segmentación conocida como la “Línea Amarilla”, aplicada por Israel en la Franja de Gaza.
La Estrategia De Segmentación De Israel y Gaza
El análisis de estas prácticas coloniales históricas muestra que la fragmentación territorial constituye un instrumento fundamental para perpetuar el dominio de una potencia ocupante. La política de la “Línea Amarilla” observada en Gaza puede interpretarse como una manifestación contemporánea de este patrón. Esta estrategia divide la franja en dos áreas diferenciadas: aproximadamente el 47 % de la población permanece en zonas bajo control de facto de Hamás, mientras que el 53 % restante queda sometido a la autoridad directa de las fuerzas ocupantes israelíes. El límite entre ambas áreas está determinado por una frontera virtual denominada “Línea Amarilla”. Esta segmentación opera a través de la imposición de “zonas tampón” o “áreas seguras” bajo jurisdicción israelí, acompañada del confinamiento de la población palestina restante en el otro sector. Ello constituye una forma contemporánea de aislamiento colonial.
Una lógica similar se observa en Cisjordania. El Acuerdo de Oslo II de 1995 dividió la región en las áreas A, B y C, dejando esta última que representa aproximadamente el 61 % del territorio bajo control exclusivo de Israel. A través de la construcción de asentamientos, zonas militares y la declaración de tierras como propiedad estatal, Israel ha restringido severamente el acceso palestino a estos espacios. El resultado es una estructura territorial fragmentada que recuerda a los bantustanes sudafricanos, en la que las áreas bajo jurisdicción palestina carecen de continuidad geográfica. El mecanismo de la “Línea Amarilla” en Gaza se inscribe, por tanto, en esta misma racionalidad colonial y busca transformar de manera irreversible la geografía y la demografía del territorio.
Control De La Tierra y Los Recursos
El eje central de la estrategia israelí radica en asegurar el control total de los recursos esenciales en particular, las tierras agrícolas fértiles y el agua, privando así a la población palestina de su soberanía alimentaria. En Cisjordania, los suelos más productivos se encuentran en el Área C, especialmente en el Valle del Jordán, donde amplias extensiones han sido declaradas zonas militares o áreas de asentamientos, lo que impide a los agricultores palestinos acceder a ellas. Asimismo, Israel controla cerca del 80 % de los recursos hídricos subterráneos y aplica un estricto régimen de permisos que limita el acceso palestino al agua. En consecuencia, mientras los colonos israelíes realizan agricultura intensiva con sistemas de riego avanzados, la producción agrícola palestina se mantiene en un 2,6 % del PIB, una proporción insuficiente para sostener la autosuficiencia alimentaria.
En Gaza, la situación es aún más extrema. A pesar de la retirada unilateral de 2005, Israel mantiene el control de la franja costera y de las zonas fronterizas. La construcción de carreteras artificiales, barreras de hormigón y líneas militares divide y neutraliza las tierras agrícolas. Tras los acontecimientos posteriores al 7 de octubre de 2023 bombardeos masivos, bloqueo y destrucción sistemática, alrededor del 75 % de las tierras cultivables han quedado inutilizadas. Informes recientes documentan incluso el uso de agentes químicos para “esterilizar” áreas extensas. Como resultado, la capacidad de Gaza para producir alimentos ha sido prácticamente aniquilada. Según datos del Programa Mundial de Alimentos, en 2025 aproximadamente el 80 % de la población de Gaza padece inseguridad alimentaria aguda, lo que refleja el éxito de una estrategia orientada a crear una dependencia humanitaria permanente.
La Transferencia Del Modelo De Cisjordania a Gaza
La estrategia israelí en Gaza puede entenderse como una extensión del modelo de “autonomía limitada” aplicado durante décadas en Cisjordania. Este modelo posee tres dimensiones principales: militar, política y económica.
En el plano militar, Israel ha consolidado la división interna mediante la instalación de bloques de hormigón, fortificaciones y puestos de control a lo largo de la “Línea Amarilla”, mientras que la destrucción de la infraestructura del norte y el desplazamiento forzado de población hacia el sur profundizan esta separación. La creación de una zona tampón en la frontera con Egipto y la presencia continuada de la carretera militar conocida como “Corredor de Netzarim” refuerzan esta segmentación territorial.
En el plano político, se propone la creación de un “Consejo de Paz” internacional o un gobierno tecnocrático de transición en lugar de una administración palestina autónoma. Sin embargo, la subordinación de estas estructuras a intereses externos sugiere que las decisiones fundamentales seguirían dependiendo de Israel, transformando la supuesta autonomía en un régimen de tutela efectiva. La distribución selectiva de ayuda humanitaria y proyectos de reconstrucción exclusivamente en áreas definidas por Israel confirma este enfoque de “control administrado”.
En el plano económico, la reconstrucción y el suministro de ayuda se concentran en la llamada “zona verde”, delimitada por la “Línea Amarilla”, dejando a las comunidades del norte en condiciones de abandono estructural. La destrucción de puertos, carreteras principales y centros logísticos reduce al mínimo la capacidad de Gaza para reactivar una economía autónoma. La devastación del puerto de Gaza ilustra este proceso con claridad.
Conclusión
La estrategia de segmentación aplicada por Israel en la Franja de Gaza guarda una notable similitud con los métodos coloniales históricos de “dividir y gobernar”. La “Línea Amarilla” fragmenta la continuidad territorial, aísla a la población y asegura el control total de los recursos, estableciendo así un régimen de dominación estructural sobre los palestinos. La transferencia del modelo de fragmentación administrativa y “autonomía controlada” de Cisjordania a Gaza demuestra la naturaleza sistemática, planificada y neocolonial de este proyecto.
Este esquema constituye una forma contemporánea de neocolonialismo: mantiene la apariencia de estructuras de gobierno locales mientras concentra el poder real militar, político y económico en manos de la potencia ocupante. En última instancia, busca la división permanente de Gaza en unidades manejables y la eliminación de cualquier posibilidad de soberanía territorial palestina. Por ello, la comunidad internacional debe considerar no solo los aspectos diplomáticos de los procesos de paz, sino también los mecanismos estructurales y geográficos de dominación que continúan modelando el panorama político de la región. Lo que sucede en Gaza demuestra que, incluso en el siglo XXI, la lógica colonial persiste mediante nuevas herramientas, manteniendo el control del territorio, los recursos y la población en el centro de los conflictos contemporáneos.